“Saber mucho no es lo mismo que ser inteligente. La inteligencia no es solo información, sino también juicio, la manera en que se recoge y maneja la información”. (Carl Sagan).
Vivimos tiempos complejos. En un momento de la historia de la humanidad en que el volumen de información a la que cualquiera podemos tener acceso es infinitamente mayor que en ningún otro momento histórico, en el tiempo de la inmediatez, de la instantaneidad incluso, cabría pensar que tenemos el privilegio de poder conocer la información referente a casi cualquier materia, ya sea esta noticiosa o no, casi en el mismo momento de producirse.
En este siglo XXI, cambalache, problemático y febril, el que no graba no mama y el que no difunde es un gil. Hoy, en un alarde tecnológico que apenas hace treinta años podría parecer ciencia ficción, 90% de nosotros caminamos con una cámara y una grabadora en el bolsillo; y no solo eso, sino que además podemos difundir a nivel mundial y de una forma instantánea aquello que nos plazca, de tal modo que en el preciso instante de producirse un hecho noticioso, por obra y gracia de la red, podemos recibir todo lujo de imágenes y testimonios de todo tipo referentes al hecho en cuestión.
Todo esto que desgloso, a ojos de un observador poco avezado, podría parecer ciertamente ventajoso, excepción hecha de los medios de comunicación convencionales, los cuales ya no son capaces de darnos una exclusiva, una noticia de última hora, salvo que se produzca en el momento mismo de la emisión. Si pensamos en la prensa escrita, el problema se sublima y, en el momento en que el periódico llega a los quioscos, ya toda la información que contiene ha caducado, excepción hecha de la sección de opinión o los editoriales, que contribuyen en gran medida a la supervivencia de los diarios, merced a su, por lo general, alta calidad literaria y a la personal aportación de los columnistas, entre los cuales me honro de contarme.
Así pues, ¿qué es lo que mantiene vivos a estos medios tradicionales? ¿Por qué no han sucumbido ya al tsunami de información que recibimos a través de nuestros dispositivos? La respuesta es bien sencilla. Los medios de comunicación, televisión, radio y prensa escrita son el baluarte de la información real, de la noticia contrastada, entre otras cosas porque cada una de esas noticias se apoya en un profesional solvente que sabe hacer su trabajo y, además, disfruta con ello. Es cierto que muchas veces, sobre todo en el caso de la televisión, recurriendo a ese cajón de sastre que son las noticias de agencia, lo cual hace que veamos al mismo gatito que dice “I love you” con su maullido en todos los canales, como si fuera Tina Turner rediviva, pero en cualquier caso con la seguridad de que aquello que te ofrecen puede ser más y menos interesante, pero que no solo es verdad, sino que además es cierto.
Esta es una lucha que me cuesta mucho librar con las personas de la generación de mis padres. Por desgracia, por la falta de conocimiento acerca del funcionamiento interno de la red, estas personas suelen otorgar condición de realidad a todo aquello que aparece en sus pantallas, de tal modo que entre la estupefacción y el asombro, dan crédito a cualquier barbaridad que cualquier usuario, cualquier seudoperiodista o cualquier malintencionado pueda colgar en cualquier panfleto o en un simple tuit, o como se dice ahora, en un post, desde que Twitter se llama X. Twitter ha muerto, ¡viva X!, sin saber que están escarbando en el mayor contenedor de basura informativa que han tenido jamás entre manos. La falta de filtros, la falta de contraste y la falta de ética de determinados usuarios, pero sobre todo de determinados medios digitales, nacidos al albur de la facilidad y la difusión que proporciona la red, está inundando la información diaria de mentiras, de bulos y de polarización. Nunca, jamás, hubo tanta polarización en los medios pequeños, en aquellos que se autodenominan diarios digitales, podcast de todo tipo y periodistas “influencers” que lanzan al aire cualquier titular bajo el eslogan “tú miente, que algo queda”.
El problema real viene cuando esta falsa información, estas verdades a medias orientadas y polarizadas, son utilizadas como armas de destrucción masiva, creadoras de opinión por mor de que siempre hay una parte de la sociedad, demasiado amplia, que en realidad no quiere ser informada, sino recibir impactos de todo tipo que le digan cómo tiene que actuar, cómo tiene que opinar y cómo tiene que pensar.
Desde el punto de vista de periodista, como ya he manifestado en otras ocasiones, yo tengo la suerte de no tener que ser necesariamente objetivo ni necesariamente estricto, ya que me desenvuelvo en el mundo de la opinión. Por hacer autocrítica, he de decir que una opinión, bien argumentada, también puede ser una potente influencia, por el mismo motivo que antes expresaba; no obstante, nunca como un titular. Teniendo en cuenta la fuerza visual que en un dispositivo digital puede tener un titular, y teniendo la seguridad plena de que muchos usuarios no pasan del titular salvo en escasas materias, basta con un buen encabezamiento para manipular una supuesta noticia.
Desde el punto de vista del lector, cabe pedir una dosis extra de responsabilidad y de sentido común a la hora de juzgar y sobre todo de interpretar la información de la Red y sobre todo no otorgar carácter de periodistas, de informadores, a individuos que en realidad se valen de su alto número de seguidores y de un número no menos importante de palmeros para hacer de la necesidad virtud, y de la doctrina noticia. Y esto, que quede claro, al margen de colores políticos, que son los que pintan nuestra realidad presente de uno u otro tono; que de todo hay en la viña del señor.
Así pues, mucho cuidado con los Alvises, con lo Vitos, y como no, con los Loaiza y los Maestre que, emboscados en la información, lanzan proclamas. Seriedad, por favor. El día que den un titular que no se disuelva a la luz del sol, como los vampiros, ese día, quizá, podrán ser llamados informadores.
“Cuando se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó de ser importante”. (Ryszard Kapuscinski).
@elvillano1970