Recientemente, la inflación en los países desarrollados como Estados Unidos, el Reino Unido y la Unión Europea están empezando de nuevo a experimentar aumentos en los precios de casi todas las clases de bienes, haciéndole recordar a los diseñadores de políticas monetarias y fiscales, que este mal no ha sido aun erradicado.
No hay duda de que el padre de la inflación fue John Maynard Keynes, por predicar que un ligero incremento en los precios no era percibido por las clases trabajadores, y los sindicatos no exigirían aumentos en los salarios para compensarlos. Así se producía la famosa “ilusión monetaria” que traería de por sí el crecimiento de la producción y por ende la disminución de un famoso “desempleo involuntario”. También abogó por la desaparición del patrón oro, verdadera ancla de la estabilidad de precios. Al ocurrir el fenómeno de la estanflación en los años 1974-1979, el keynesianismo experimentó una pérdida de prestigio y precisamente en 1974 le otorgaron el premio Nobel en Economía a Hayek quien había luchado durante años denunciando las políticas inflacionarias de casi todos los gobiernos del mundo. Y ahí estaba palpable, el resultado a la vista de todos.
En Estados Unidos, la principal potencia económica, la inflación en aquellos años fue de 8,6%; y el desempleo fue de 6,7%. Para el conjunto de los países de América Latina la inflación también en aquellos años se situaba en 56,1% (1980) pero para el año 1990 esta cifra había ascendido a 1.491,5% (1). Según nuevas cifras publicadas por la Cepal, en América Latina y el Caribe, ya la inflación había descendido en 2016 a 4,1%, y en el año 2019 a 3,1% coincidiendo allí con una reducción de la pobreza. Al mismo tiempo la misma fuente de datos, señalaba en que en Venezuela la inflación había pasado de 180,9% en el año 2016 a 130.860,2% en 2019 ¡apenas tres años!
La inflación en Venezuela, a pesar de sus enormes ingresos fiscales de origen petrolero, es una de las más antiguas en el mundo. Un autor venezolano (José Luis Cordeiro) en un libro sobre la inflación expone sus razones y argumentos sobre una elevación continua del índice de precios al consumidor desde 1974, año en que este país experimentó un alza en sus ingresos petroleros espectacular. Así, este analista, explica que en el año 1974 un alimento popular y barato venezolano costaba 1,00 bolívar pero en el año 2016 ya costaba 1.000.000 de bolívares, con lo cual la inflación había llegado en 99.999.900,00. El salario mínimo decretado por los sucesivos gobiernos había empezado en 450 bolívares y luego en este fatídico año había llegado a 11. 577.810 bolívares con lo cual se había incrementado en 2.572.747%. El gobierno electo en 1998 en este periplo le ha amputado 14 ceros al bolívar, hoy por hoy, la moneda se llama bolívar digital. También los billetes casi han desaparecido al punto de que casi todos los negocios funcionan con tarjetas de débito para realizar sus ventas (un punto de venta cuesta aproximadamente 500 dólares), con lo cual las personas pobres, en especial en el interior de la República se ven imposibilitados de realizar la gran mayoría de sus ventas.
Consecuencias de los procesos inflacionarios
Diversos estudiosos y economistas han estudiado los efectos que tiene una inflación perenne sobre las economías. He aquí una lista no exhaustiva, de consecuencias malas para las economías basadas en la inflación y la destrucción monetaria.
1) Perjudica directa e intensamente a la clase trabajadora, puesto que su salario o sueldo es percibido en dinero. Para la inmensa masa de trabajadores o jornaleros es su única fuente de ingresos, y merma su poder adquisitivo lanzando a la gran mayoría a la miseria. Venezuela tiene el más bajo salario mínimo de América Latina.
2) Empobrece a los que solo tienen un ingreso fijo (pensionados, rentistas) o constante el cual solo se revalúa después de que la inflación ha impuesto su pauta.
3) Detiene ipso facto la generación de ahorro. Es preferible gastar hoy, que mañana.
4) Cambia la riqueza de manos. La clase media se proletariza. Mientras que los poseedores de divisas o bienes físicos se enriquecen a corto plazo, sin que aumente la producción de bienes y servicios.
5) Amplía las diferencias entre los sectores sociales y aumenta el resentimiento.
6) Distorsiona el cálculo económico. En efecto, impide calcular los costos reales y de oportunidad en la planificación de inversiones a largo plazo (plantas de cemento, generadoras de electricidad, servicios públicos).
7) Imposibilita los préstamos hipotecarios de largo plazo para la adquisición de viviendas y oficinas, porque la carga de intereses es insoportable, y por otra parte no están disponibles los fondos a largo plazo.
8) Provoca asiduamente devaluaciones y controles de cambio y de precios, generando escasez e incertidumbre, y agota frecuentemente las reservas internacionales.
9) Propicia la fuga de capitales hacia países más estables económicamente y con monedas fuertes. Así se debilita también tanto el sistema bancario como las aseguradoras.
10) Tarde o temprano acorrala a los políticos y jefes de Estados que la han provocado para generar un impuesto inflacionario es que la emisión de dinero inorgánico. El caso venezolano es patético al respecto, también es bueno el caso chileno en varias ocasiones.
11) Produce desórdenes sociales y políticos que pronto degeneran en guerras civiles, revueltas, y golpes de Estado.
12) Por último, “last but not least” cuando se consigue dominar la inflación prolongada o hiperinflación queda un desempleo elevadísimo por la desaparición de actividades productivas marginales, de escasa o nula eficacia.
(1) cuadro 1.1 Macroeconomía en la economía global, Jeffrey D. Sachs y Felipe Larraín, México, Prentice-Hall hispanoamericana, 1994.
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