OPINIÓN

La inexcusable forma de dinamitar a la nación

por Víctor A. Bolívar Víctor A. Bolívar

El ejercicio de ponderar a una Venezuela alojada en nuestro imaginario por lo que representó, si bien contribuye a solazarnos en haber vivido en un país que en mucho superaba a otros en vías de desarrollo, poco importa y no hace mella en la actitud refractaria de aquellos que enarbolan la tesis de la destrucción sistemática de todo cuanto se haya hecho para que se consolide otro país con distintos atributos y características que por cierto no se corresponden con nuestra historia ciudadana.

Tampoco hace mella ese solaz en quienes, ensoberbecidos por sus posiciones de liderazgo en la oposición, solo pretenden mantener una hegemonía que se riñe con su discurso y que no se corresponde con su ineficacia en más de dos décadas.

Desde varias perspectivas percibimos que a los políticos –en general– se les fue de las manos conseguirles a los venezolanos una ruta para reencontrarnos siquiera con los mínimos estándares de vida; así como para sintonizarlos de nuevo con las vías democráticas que nos permitieran salir del tremendo trance del desmontaje del país. El profesor Agustín Blanco Muñoz acuñó en pocas palabras el resultado de esa impotencia e incapacidad, cuando hace varios años sentenció: Venezuela es un expaís. Nuestro buen amigo Benjamín Rausseo lo expresó en términos menos académicos, cuando a manera de chiste planteó irnos todos y dejarle el país a Chávez. Nunca imaginó “Er Conde” que millones de venezolanos le tomaran en serio la palabra y hoy, para nuestro pesar, se encuentran regados por todo el globo terráqueo.

Viene al caso referir que luego de los antecedentes republicanos de la I República (1810-1812) y de la II República (1813-1814), se gesta la III República en la que Venezuela formó parte junto con las actuales repúblicas de Colombia, Ecuador, Panamá y Venezuela, incluyendo la Guayana Esequiba, de la Gran Colombia, un expaís de corta vida republicana (1821-1831). Todo eso representó un proceso inconcluso, que tuvo su final cuando Venezuela nace realmente como Estado Nación en 1830.

Fue, entonces, cuando se produjo la ocurrencia del momento constitutivo del Estado nacional en el que ocupó el centro hegemónico un grupo social y político determinado, tal como lo sostenía en sus tesis el desaparecido autor e importante político boliviano René Zavaleta Mercado, quien al respecto añadía que “quien ocupe el centro hegemónico en el momento constitutivo, o sea, quien interpele a la nación en dicha coyuntura, definirá la suerte de la nación por un largo período”.

De allí que desde 1830 nuestra población y definitiva nacionalidad venezolana con sus tradiciones, valores y cultura, nuestro propio gobierno y organización política, símbolos e instituciones, territorio, fuerzas armadas, nuestra soberanía y el manejo de una política exterior propia, entre otros,  sean ad infinitum los elementos  que crean esa conciencia de destino común constitutiva del Estado Nación venezolano que conceptualmente va mucho más allá de lo que representa –stricto sensu– un país como unidad geográfica y su población, o una república.

Vale agregar que las distintas formas republicanas mediante las cuales se organiza al Estado en determinados momentos han tenido lugar en la historia del país en coincidentes coyunturas que también han sido aprovechadas por los grupos sociales y políticos de turno para proponer y realizar algunos cambios relevantes.

Trasciende a lo anterior, el desmantelamiento de las instituciones y la eliminación toda forma de gobierno de naturaleza democrática como argumento para el renacer de una nueva Venezuela; así como la entrega de su soberanía o la dependencia e injerencia de otros países, y el desconocimiento del Estado de Derecho, la deformación de nuestros símbolos, valores, tradiciones y cultura, la fragmentación de nuestra población, la manipulación de nuestra organización territorial y la deliberada disminución de los derechos ciudadanos, la inoculación de doctrinas exógenas y el sometimiento a intereses extranjeros, la entrega de nuestros territorios a grupos paramilitares y a otros países, todos entre una larga lista de agravios, no es solo atentatorio contra la república o el país, es mucho más que eso, es una inexcusable forma de dinamitar a la nación.

Los verdaderos líderes como Betancourt, entre otros, fueron más allá de las coyunturas, y su avanzado pensamiento político lo centraron en lo estructural. Privilegiaban integralmente a la nación, al país y a la república. Por tanto, es en torno a este desiderátum en el que debemos alinearnos los venezolanos para proteger nuestro futuro.