El ciclo existencial fluye preñado de capítulos de la más variada índole, algunos gratos y otros menos. Pero también sorpresivos, aquellos que, tal vez, llamen la atención tanto a quienes los experimentan en carne propia como a terceros.
Es así como comienza la conferencia el académico Atal Boequer, contratado por el Think Tank «It Will Down and We Will See» creado en América Latina por sus problemas “permanentes, históricos, invariables y hasta hereditarios” de gobernabilidad. En el presidium, Cándida Morales, boliviana; Francisco Vera, ecuatoriano; Julio Restrepo, de Colombia; Ricardo Moro, brasileño; Armida Bello, de Chile y Genarina Castillo, caraqueña, presidenta y los restantes miembros del directorio. Boequer nació en Nueva York, de padre de Nueva Delhi, una vez concluidos sus estudios en Oxford. La madre neoyorquina. Es un experto en “ciencias y estrategias políticas”, por lo que se le encomienda cómo ilustrar a los latinoamericanos al progreso en democracia.
La conferencia no se sustenta, como de costumbre, en que genéticamente no nacimos para la civilidad, por lo que nos deben gobernar apartándonos de las reglas bajo las cuales se conducen países democráticos. Atal advierte que los dilemas de la humanidad le alborotan, ante lo cual la boliviana Morales reclama que se perturbe, también, por los suramericanos, pues se nos endilga que nos limitamos a escribir constituciones, a sabiendas de que obviaremos su vigencia en la medida en que estatuyan canales para que el pueblo seleccione a los gobernantes en elecciones libres, se gerencie bien el patrimonio público, los gobiernos adelanten políticas en aras de la igualdad, los ricos no pateen a los de clase media y a los pobres, no se generen limitaciones en las pretensiones legítimas, no haya discriminaciones y un largo etcétera, cuya numeración a la fecha ya casi agota la tinta para imprimir las leyes. Así se nos califica, profesor Boequer, en las naciones que han alcanzado, como ha de saberlo, regímenes democráticos estables.
El docente desea proseguir, pero es interrumpido por Genarina Castillo, quien lo increpa a que comente la crisis de Venezuela, donde acaban de realizarse elecciones presidenciales con un resultado favorable para el candidato de la oposición y que ello se ha desconocido. Permítame preguntarle si ese acontecimiento no altera su espíritu como experto en temas políticos. Me siento responsable, pues fui quien le postuló como conferencista. Una población mayoritaria en las calles arriesga sus vidas, reclamando que la carta magna debe observarse. Al académico no deja de causarle pena la apreciación.
Prosigue, no obstante, dada su aquilatada experiencia, exhibiendo el libro El Sari Rojo, de Javier Moro. He de manifestarles, expresa el académico de pie en el “ambón” desde donde diserta, que ha leído y releído esta excelente obra, cuyas páginas, respetada Genarina Castillo, me han inducido a titular nuestra disertación de una manera “sui géneris” ¿La India en el Caribe o el Caribe en la India? Y con el sano deseo de que ahondemos en lo relativo a su naturaleza, como incógnita, y a “la ratio” de la comparación de los escenarios. A la concurrencia se percibe inquieta y con un inocultable interés por el discurso de Boequer. Pero, mucho más, cuando el último no descarta que concluyamos en lugar de La India en el Caribe más bien con El Caribe en la India. Posibilidad que justifica el título de la conferencia.
La prosa de Javier Moro, en efecto, acota el disertante, nos lleva de la mano a lo que se conoce como “la sexta parte del universo”. Permítanme leerle que “en 1965, Sonia Maino, estudiante italiana, conoce en Cambridge a un Rajiv Gandhi. Ella, hija de una familia humilde de Turín; él, de la estirpe más poderosa de la India. Por amor la italiana abandona su mundo para fundirse con la India prodigiosa, que adora a 20 millones de divinidades, habla 800 idiomas y vota a 500 partidos políticos. Su entrega acabará convirtiéndola en “una diosa” a los ojos de una sexta parte de la humanidad”. Lean, por favor, con detenimiento, las 557 páginas del libro. Es esa la manera para que comprendan la determinante utilidad de la inconstancia o alternativa de sucesos prósperos y adversos de la política. Si estuviéramos abrazando la sinceridad, lo cual, por cierto, es difícil ante “el beneficio egoísta del poder”, cuyas manifestaciones no desearía que arropen a ustedes. Expresión irónica expresa entre labios, el ecuatoriano Francisco Vera. No se limiten, agrega Boequer, por favor, solo a nuestra disertación. Han de meditar minuciosamente y sin desperdicio El Sari Rojo, cuya idea central se condensa en la oración “Cuando la vida es el precio del poder”, espeluznante, sin duda. Es el favor más sincero que pueden hacer a sus países y a ustedes mismos. Esa frase dibuja el reto que han de portar en vuestras almas y ponerlas a disposición de sus sufridas patrias.
Aquellos dedicados a la enseñanza usamos la “píldora”, mezcla de un medicamento con un excipiente adecuado para que tanto el docente como el alumno lo traguen como paciente enfermo, convirtiéndolo en ayuda tanto para quien enseña como al educando. Así que la histórica frase ha de ser vuestra “chuleta”, por lo que han depositarla en sus cerebros. Pero deben tomar en cuenta, también, que Javier Moro nos lleva de la mano a la saga familiar de los Nehru-Gandhi, hombres y mujeres atrapados en las guerras del poder, prisioneros de un destino que no han elegido, el mismo que llevará a Sonia a encarnar las esperanzas de 1.200 millones de personas en el país del Mahatma Gandhi, para quien “la no violencia y la verdad son inseparables”, así como «me opongo a la violencia porque cuando parece causar el bien este solo es temporal. El mal que porta es permanente». ¡Esta es, estimados amigos, una segunda píldora! El filósofo dejó, sin dudas, un legado al liderazgo que vivió “Sonia Maino”, electa para primera ministra en el país que hace suyo. La italiana, como despectivamente le llaman en el mundo partidista, a pesar de las contrariedades de sus hijos Rahul y Priyanka, decide integrarse a la política militando, como su suegra y marido, en el partido Congreso Nacional Indio, el cual alcanza una inmensa votación, jamás vista, estatus que la legitima para aspirar al cargo de primera ministra, el mismo que ejercieron Indira Gandi y Rajiv. Atal Boequer se siente complacido con el avance de su conferencia.
Sonia Maino, sin embargo, prosigue el disertador, no se adviene, a pesar de su determinante triunfo electoral, al ofrecimiento que el partido le formula, pues había decidido no saber más de la política. No obstante, 6 años después se integra al CNI, pasando a presidirlo por casi dos décadas, tiempo que aprovecha para que se definiesen con mayor tesitura los principios de la “centro izquierda”, ideología del partido. A pesar de ello, Atal advierte, que Sonia pareciera haber aprendido que “la política muta entre la certidumbre y lo opuesto”, lo cual no puedo dejar de advertir a ustedes, pues he podido constatar que a todos les ha picado, como a ella, lo que irónicamente llaman “el gusanito político”. Atal ríe al percibir que los 6 integrantes de “Amanecerá y veremos” no pueden ocultar su afirmación. A Boequer no le sorprende que Cándida Morales, de Bolivia, ha colocado delante de su asiento un afiche con una foto con la cabeza para abajo de Evo Morales, con la mención “La esperanza es lo último que se pierde”. Y en mayúsculas estilo gótico. El disertante intuye que Cándida se está refiriendo al “consuelo de alguien que enfrenta una situación o momento duro o angustiante, con respecto a la cual las posibilidades de mejora parecen muy remotas para levantar el espíritu de la persona afligida y recordarse que nunca debemos pensar que todo está perdido”. En el lado derecho del cartel, “El Pabellón de Bolivia”, con sus franjas roja, amarilla y verde. Y en el izquierdo “El Escudo”, emblema y símbolo nacional de esta República desde 1825. Nos referimos respetado profesor Boequer, adiciona el ecuatoriano Francisco Vera, al visualizar la incita apreciación del académico, “a la persona, que se vale de engaños y hasta de violencia en aras de su propio interés y de aquellos que le acompañan en la detestable escaramuza”. A esta la apreciación se suma la chilena Armida Bello. Atal intuye que su encargo ha de asumirlo todavía con más seriedad y menos ironía, lo cual corrobora al escuchar que el brasilero Ricardo Moro, en perfecto español, arguye que se esperan con sumo interés sus consideraciones con respecto a si esta anomalía ha estado presente en la política en América Latina y si ha sido o no causa determinante para que no hayamos alcanzado democracias eficientes. Pero, también, si ha ocurrido igual y en la segunda patria de Sonia Gandhi. Varios de los asistentes aplauden a Moro.
La reacción de Boequer es la de censurar lo acontecido en Venezuela, expresando que es partidario de comparar a Sonia Maino con María Corina Machado, dada la valentía de ambas y su vocación por estatuir un régimen político serio, eficiente y democrático. Pero he de reafirmar que los países ante acontecimientos como el de Caracas, demandan proseguir en la lucha interna y no delegar las posibles alternativas en otras naciones, llamadas a atender sus propias dificultades, las cuales son bastantes. Y en lo relativo a la comunidad internacional, las intervenciones en aras de la democracia se han quedado en la floreciente literatura que adorna los tratados, convenios y conferencias, fuentes del denominado “derecho internacional”. En muchos supuestos la gente agobiada por las dictaturas termina anhelando, incluso, hasta “las acciones militares”, como la de Estados Unidos en Panamá (1989), que había declarado la guerra al gigante al Norte, bajo la presidencia de George H. Bush, denominada “Causa Justa” a fin de aprehender al denominado General Noriega, condenado por jueces estadounidenses, como europeos, hasta fallecer en una cárcel francesa. En unos cuantos países, como lo revela la historia, han sido las fuerzas armadas que han acudido en algunos casos, los menos, para el rescate de la civilidad democrática. En otros para gobernar ellas mismas.
Ha de tenerse presente, adicionalmente, agrega el disertante, la dualidad entre las obligaciones en sentido estricto, estatuidas de las leyes de los propios países, de aquellas de índole moral. Una diatriba existente con respecto a la fuerza jurídica de los preceptos internacionales, por un lado tribunales de determinados países les ubican por debajo de las normas constitucionales, otros, como intermedios entre la Constitución y las leyes y en España, por ejemplo, los tratados están sometidos a control del Tribunal Constitucional a fin de determinar los criterios atinentes a su observación. “The international approach is difficult” se le escucha en perfecto inglés al profesor Boequer. Entonces la lucha ha de ser únicamente en lo interno de Venezuela, plantea con ímpetu Genarina Castillo. Atal responde con simpleza “ambas”, pero enfatizando en que la primera será siempre determinante.
«He de finalizar», se le escucha al académico relativamente cansado. «Pero antes permítanme explicarle el sentido de haber titulado esta disertación ¿La India en el Caribe o viceversa?». Es interrumpido por el colombiano Julio Restrepo, quien expresa que no basta ser muy inteligente para comprenderlo. Sonia Gandhi gana de manera abrumadora las elecciones en la India, pero no acepta ser primera ministra, proponiendo, incluso a la persona que ha de asumir la posición. En Venezuela al elegido, opuestamente, se le niega el acceso a la Presidencia de la República, que legítimamente ha obtenido. Una “antinomia constitucional”, supuesto que las fuentes definen como “situación en la cual determinados preceptos (en el caso venezolano las atinentes a las elecciones presidenciales) se aplican por la fuerza a supuestos que no han sucedido”.
Entonces ¿amanecerá y veremos?, acota la chilena Armida Bello.
A los asistentes se les percibe decepcionados. Pero también a los promotores de la disertación.
Comentarios bienvenidos.
@LuisBGuerra
El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!
Apoya a El Nacional