Aún es muy temprano para tener claro cuál será el comportamiento Trump (78), durante su segundo término en la Casa Blanca, luego de su arrasante campaña, la cual, si no hubiera sido por la progresista Kamala la derrota Demócrata hubiera sido de antología.
El triunfo del multimillonario de Queens, promete en lo interno un reordenamiento de las políticas populistas y progresistas de Biden y Kamala, al no lograr hacer llegar el mensaje de que su gobierno sería diferente al de Joe Bidenen materia de empleo, salud, economía y educación, como el permitir el cambio de sexo a menores de edad o el aborto en lugar de programas sobre educación sexual.
En lo internacional, en algunos sectores radicales, las expectativas son aún mayores luego de aquella bravuconada “todas las cartas están sobre la mesa”, con la cual muchos políticos profesionales de este país se frotaron las manos considerando que el trabajo sucio se lo iban a hacer otros y ellos mientras tanto, se darían la gran vida al otro lado de la frontera y más allende de los mares.
Siempre se ha considerado que la política exterior es consecuencia de lo interno; así que el recién designado secretario de Estado, el joven senador por Florida Marco Rubio (53), por su profunda experiencia en política exterior y participación tanto en la Comisión de Inteligencia del Senado como en la Comisión de Relaciones Exteriores, su nominación para el Departamento de Estado ha sido una excelente elección; quien seguramente no tendrá objeciones en su paso por el Congreso. En consecuencia, es de esperarse que ambos hagan un buen tándem durante su estadía en el 1.600 Pennsylvania Avenue NW,
El reto para el Sr. Trump como para Rubio es mucho más serio complicado que cuando Trump fue presidente la primera vez. La amenaza de una III guerra mundial no se encontraba en el horizonte. El primer día a la llegada al mítico Salón Oval, le esperan: la crisis del medio oriente con el enfrentamiento de Israel y los grupos terroristas de Hamás; la guerra entre Ucrania y Rusia; el creciente avance chino en los mercados internacionales o las apetencias sobre Taiwán y qué hacer con los inútiles hutíes.
Dado lo imprevisible de la geopolítica, en tiempos del cólera internacional, con motivo de los múltiples intereses que se juegan en los distintos escenarios, resulta desafiante predecir con exactitud hacia donde se dirigirá en definitiva la política exterior que Mr. Trump adoptará una vez llegue a la Casa Blanca. Por sus declaraciones durante la campaña electoral, se pensaría que apunta hacia una orientación marcadamente nacionalista y agresiva en las relaciones internacionales. Esta visión se asemeja a lo que algunos politólogos llaman la «escuela jacksoniana » de política exterior, la cual se caracteriza por una postura competitiva; una defensa férrea de los intereses nacionales y una cierta disposición a desafiar el orden internacional establecido, en cuatro estadios; comenzando por el recelo o desconfianza de los compromisos de Estados Unidos con las alianzas tipo OTAN, ONU, NAFTA o el TPP y el TTIP, que limitan o condiciones del accionar de Estados Unidos en política exterior. En segundo lugar el empoderamiento de los sistemas de defensa que mejoren las capacidades militares (presupuesto militar, tecnológica, etc); Tres, el escepticismo nacionalista en cuanto al papel que debe jugar los Estados Unidos como promotor regional de la democracia, durante la presidencia del presidente Bush hijo con la Carta Democrática; y finalmente la renuncia a toda intervención estadounidense en el exterior excepto en los casos en los cuales la misma se justifique por un evidente interés nacional o de protección a sus nacionales como fueron los casos de la invasión a Panamá y Granada.
Vista y conocida la empatía entre Trump y Putin, las relaciones con Rusia probablemente experimenten cambios en los temas de la agenda más sensibles para Moscú como la expansión de la OTAN. Durante la campaña electoral, Trump manifestó sus reservas hacia la OTAN y cuestionó su supuesta unidad; Otro posible cambio podría ser un arreglo sobre Palestina y la guerra de Ucrania, sobre lo cual me atrevería a pensar en un armisticio tipo Corea 27/07/53, con el paralelo 38. Dichos arreglos darían la oportunidad a Trump para dedicarse a los compromisos de campaña que tiene que resolver en materia económica, social, empleo, inflación
Por último, le quedan dos temas de gran impacto: petróleo, energías alternas y el de Cuba y Nicaragua, incluida Venezuela, que representan «a pain in the neck». En materia de energías es conocido públicamente la posición Trump, para lo cual designó esta semana como secretario de Energía a Chris Wright, jefe del grupo de servicio petrolíferos Liberty Energy – con sede en Denver (Colorado), quien tendrá a su cargo la tarea de atraer inversiones del sector privado y mejorar “el dominio energético” del país, para “reducir la inflación, ganar la carrera armamentista de la Inteligencia Artificial con China y expandir el poder diplomático de Estados Unidos”.
Respecto al último capítulo las relaciones con América Latina, a pesar de la designación del senador Marco Rubio no se ven señales que el gobierno de Trump no se alejará de la estructural indiferencia de Washington hacia América Latina, no obstante existe cierta percepción de que la victoria del presidente Trump podrían ayudar a romper el estancamiento en la crisis venezolana ante la posibilidad de una transición el 10 de enero o un acuerdo con Miraflores, lo cual solo podría darse solo si hay una mayor presión internacional para el cumplimento de los acuerdos de Barbados o la mediación de Colombia, México y Brasil.
En todo caso, el presidente Trump y su secretario de Estado en el contexto regional, la política exterior hacia Venezuela se fundamenta en tres consideraciones: 1) democracia; 2) migración; y 3) seguridad energética. El senador Rubio sabe que el presidente Trump tiene particular interés en resolver estas tres amenazas, en el caso de ser analizadas en uno de los cuadrantes de una matriz DOFA. La cuestión está en cómo desenredar este nudo gordiano teniendo en cuenta que el ángulo político tiende invariablemente a dominar.
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