Todos los seres humanos tenemos una alta dosis de incertidumbre. Siempre hemos tenido algo de ella, pero en este tiempo los acontecimientos imponen una creciente dosis. En Venezuela la vive el ciudadano común con relación a su existencia, a la familia que tiene la responsabilidad de atender, a su barrio, al municipio, al Estado y, por supuesto, al país como un todo.
Algo similar ocurre en el continente y el mundo. Las noticias que nos llegan de todas las regiones de África, de Asia, de Europa Oriental y Occidental ratifican nuestra opinión sobre la incertidumbre actual. En toda América, aunque con características distintas, también encontramos peligrosas señales con relación al presente y al futuro inmediato.
En el Norte, Estados Unidos, Canadá y México hablan por sí solos. En Centroamérica, con diferentes matices de un país a otro como en el Caribe, la situación es altamente parecida. Si miramos hacia el Sur, desde Venezuela hasta Argentina los grados de incertidumbre son alarmantes y bastante confusos. Cada realidad tiene sus propias características, pero es casi imposible predecir lo que puede suceder con estos gobiernos atípicos que padecemos actualmente. Podemos hacerlo con claridad meridiana con Cuba, Nicaragua y lamentablemente Venezuela. Este “trío de la fama” necesita de cambios radicales, muy profundos, para retomar el camino del progreso, del bienestar general. No será por ingenuos caminos electorales bajo el control del régimen que se aspira a sustituir.
Estados Unidos asoma peligrosos síntomas que obligan a reflexionar seriamente sobre cuanto sucede. De eso dependerán demasiadas cosas importantes a lo largo y ancho del planeta. Si queremos evitar una tercera guerra mundial no podemos limitarnos a las palabras. Hay que convertirlas en acciones concretas que lo impidan. Pero, con lo que tenemos, será muy difícil para la mayoría de las naciones, aunque algunas logren evitar ser parte del conflicto definitivo.
En Venezuela, para solamente referirme a nuestro caso, no podemos olvidar el dramático llamado de la Conferencia Episcopal para la refundación de la República. ANCO y otras organizaciones y personalidades han planteado la vía Constituyente para que el pueblo directamente señale el camino y la orientación que debe darse a la lucha. Para hoy o para más tarde, esto tendrá su tiempo. Tenemos que prepararnos para ello. Es indispensable lograr la necesaria unidad en torno a este punto. A él llegaremos en algún momento.
Esto no significa que nos coloquemos de espaldas a una realidad electorera y presidencialista. Existe y también hay que colaborar para sumar voluntades a la lucha por el cambio indispensable. Sin unidad sincera y verdadera, todo será imposible.
Saliendo un poco del tema, ¿cuantos expedevistas de los botados miserablemente por Chávez estarían dispuestos a reincorporarse desde ya a la tarea de la reconstrucción de la industria? Ya hablaremos de este tema.
@osalpaz
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