Negresco con Ángel Francisco Parra, primera Copa de Oro

El reciente triunfo del caballo Mage en la edición 149 del Kentucky Derby, trofeo de mayor prestigio en el mundo, llenó de alegría a los hípicos en Venezuela. El conducido por Javier Castellanos, miembro del Salón de la fama del hipismo en Estados Unidos, contó con la preparación del también venezolano Gustavo Delgado, entrenador que ha puesto un sello indeleble en el suelo estadounidense. Esta dupla zuliana ha escrito una nueva página de gloria en las carreras de caballos.

Desde 1896, cuando se inauguró el hipódromo de Sabana Grande en Caracas, surgió un vínculo con la gente: el venezolano conectó con el destello y revuelo que generaban los pura sangre de carrera. Posteriormente, en 1908, se construye el coso de El Paraíso y, finalmente, desde 1959 La Rinconada es el principal escenario. Ciudad Bolívar, Maracaibo y Valencia son ciudades en las que ha existido hipismo con la formalidad del Instituto Nacional de Hipódromos. Esta actividad fue durante décadas la que con más interés atrajo al público, que semana a semana convirtió al “5 y 6” en un hecho de relevancia sociocultural.

Son numerosos los entrañables capítulos que recoge la crónica de esta empresa, laureados équidos viven en la memoria de la fanaticada como auténticos ídolos: Cañonero II, Gradisco, Socopó, El Gran Sol, Blondy, Negresco, Torrejón, Caimán, Don Fabián, Petare, Iraquí, Burlesco, Catire Bello, Segula C, High Securty, My Own Business, Indudable o Trinycarol, ejemplares que de la mano de reconocidos entrenadores se hicieron espacio en la historia: Juan Arias, Millard Ziadie, Daniel Pérez, Manuel Medina, Domingo Noguera Mora, Antonio Bellardi, César Cachazo, Raúl Payares, Manuel Azpúrua, Vittorio Catanese o el sin igual Julio Ayala Coronil, considerado entre los mejores que ha tenido el país y que indudablemente  puso un enérgico acento en las pistas, despertando la euforia y el respeto de la gente.

El también economista Julio Ayala siempre antepuso la honestidad, aunque eso le confrontara con poderosos intereses

Desde su juventud, Julio Henrique Ayala Coronil (1948), dio muestras de su carácter  contestatario y sensible, condición que lo impulsó a cuestionar al sistema que predominaba en el país y no fue ajeno al despertar del pensamiento con el que la juventud de los años sesenta del siglo XX sacudió a la historia. Destacó por ser corajudo un defensor de la justicia e incansable guardián de la honestidad, así como un venezolano apasionado con gran consciencia social.

Este entrenador, es una legendaria institución en los hipódromos, cosechó los más importantes triunfos del calendario pistero nacional, a lo largo de más de 40 años consiguió logros que son difíciles de superar: máximo ganador del Clásico Simón Bolívar, la prueba más importante en el país, en la que se impuso en seis ocasiones: Negresco 1979, Jib Dancer 1997 y 1998, Rodes 2001, Arzak 2003 y Comediante 2012 fueron sus inmortales pupilos. Sus 2895 victorias registradas reflejan la constancia y el empeño con las que se consagró en este vistoso espectáculo. Dos Clásicos Confraternidad del Caribe y cuatro lideratos de las estadísticas son parte de su palmarés. Es, además, el mayor ganador en La Rinconada con 2848 primeros lugares; conquistó 262 competencias selectivas y unos asombrosos 149 clásicos, siendo el único en Venezuela en obtener más de cien títulos en esta dura categoría. De acuerdo con los entendidos, es el amo absoluto de las competencias de largas distancias, pruebas que ameritan una concienzuda y esmerada preparación de los caballos para cubrir distancias de hasta 3200 metros, de allí el reconocimiento popular de El rey de la larga.

Ayala demostró cualidades para liderar con solvencia a los equipos de trabajo; los veterinarios Julio Rodríguez, Carlos Larrazábal y Andreína Basso, junto a los herreros Pedro Fuentes y Marcos Bellardi, y mozos de cuadra como Ángel Granadillo y Oswaldo Salcedo  destacan entre decenas de colaboradores a quienes con generosidad reconoce su dedicación y compromiso como parte vital de su exitosa trayectoria. De entre los jockeys con quienes logró recordadas actuaciones se encuentran Douglas Valiente, Ángel Alciro Castillo, Eduardo Lamas, Rafael Torrealba, José Padrón, Emisael Jaramillo y el astro zuliano, “El Diablo” Ángel Francisco Parra, a quien no duda en catalogarlo como el mejor de las fustas criollas.

Muchos de los más temerarios y efectivos jinetes corrieron bajo sus órdenes, Douglas Valiente y “el Diablo” Ángel Francisco Parra

De su establo salieron al circuito rotundos campeones: Patacón, Prime Tip, Sindavad, Mano a Mano, Indudable, La Alcaparra, Miss Marena, Front Stage, caballos que se batieron contra los mejores pura sangre que hacían vida en el hipismo local, el cual destacaba internacionalmente por el gran nivel de la contienda y las ganancias generadas por premiación, que era de la más alta en el orbe. La repercusión de nuestra competencia se podría evaluar con el siguiente dato: para 1982, el desaparecido Daniel Pérez y Julio Ayala eran los primeros productores de dinero como entrenadores del escalafón mundial. Los mejores vientres y padrillos estuvieron al servicio de los criadores locales lo que originó una caballada de élite con astronómicas ganancias y que generaba empleo directo a unas 15 000 personas.

Los drásticos cambios que golpearon al país y el incremento del accionar delictivo cobró en la hípica un triste matiz que manchó la competencia. La desintegración de la jugada oficial, el desplome del monto de los premios, la ausencia del señorío en la mayoría de los nuevos propietarios y el poder de las mafias que controlan la apuesta fueron duros golpes para Ayala. El sistemático envenenamiento de 27 caballos de su caballeriza, para asegurar resultados en el azar, hizo mella en Ayala, lo que ocasionó que pusiera punto final al oficio que tanto amó y del que fuera una estrella.

La naturaleza de su personalidad fue un factor determinante para que Julio Ayala pudiera construir una gesta intachable, con un legado que trasciende más allá de los lauros que acumuló en los óvalos. Celoso de su reputación y dueño de una moral infranqueable, supo dignificar una actividad que ha visto pasar sus mejores momentos y que hoy dista de aquella  escena marcada por la ética y que, salvo excepciones, reflejó el rango decente de una nación que naufraga precisamente por la ausencia de valores.

Con Rafael Torrealba y Arzak, uno de sus emblemáticos campeones, conquistó la Copa Confraternidad del Caribe en 2004

Este insigne profesional, que también fue director de la Escuela de entrenadores, supo ganarse la consideración de compañeros, jinetes, trabajadores, propietarios y lo más importante, el aprecio y la admiración del público especializado, que lo reconoció como un indiscutible protagonista. Conciso y frontal, marcó límites con todo aquello que se alejaba de su visión sobre la profesión y mantuvo como prioridad los principios y, sobre todo, su postura cívica.

Ayala y los equinos que entrenó regalaron al público emocionantes carreras que aún despiertan la ovación del aficionado; inolvidables momentos que enardecieron de alegría a una Venezuela distinta y en la que el progreso no era un borroso espejismo. Este insigne profesional ha hecho de su vida un ejemplo cimentado en el honor y el valor de la palabra, elementos que, allende el hipismo, son vitales para la reconstrucción de nuestra nación.

Julio Ayala ha ganado la carrera más exigente de todas: vivir con la integridad como divisa. Fotografía Marlon Sanabria

Si algo expresó nuestra venezolanidad en el pasado fue el hipismo, pasatiempo que concertó a soñadores, entusiastas y a la familia; nada fue más común en los hogares venezolanos que disfrutar por radio y televisión de los electrificantes duelos en las nostálgicas tardes de domingo. Hoy, en el imaginario de muchos, vuelven los tiempos de rutilantes competencias, los briosos ejemplares sacuden la tierra con sus poderosos cascos y regresa el atronador rugido desde la tribuna… Mientras, seguiremos esperando un mejor país, conducido con responsabilidad por nosotros y tomando como referencia la integridad de aquellos que fueron ejemplo, como lo demuestra la inagotable leyenda de Julio Ayala Coronil.

@EduardoViloria


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