OPINIÓN

La improductividad del socialismo

por Lidis Méndez Lidis Méndez

Enfrentar las objeciones emocionales con argumentos racionales es ineficaz porque las emociones tienen un mayor impacto en las opiniones y creencias de la gente, como bien es entendido en la religión y la política. Comprender algunos temas en el contexto de la crisis estructural en Venezuela sin ahondar en la moral, podría resultar insuficiente para comprender las preferencias políticas de los venezolanos en esta etapa de nuestra historia. Quienes recetamos el diálogo como premisa necesaria para salir de la crisis, tenemos el deber de comprender la vida pública a nivel parroquial, municipal, estatal y nacional. Aunque por vía de hechos el socialismo del siglo XXI ha demostrado ser un sistema perjudicial para el desarrollo del país, la realidad también muestra que existen grupos organizados en distintos niveles, dispuestos a dar continuidad al sistema actual de gobierno.

¿Por qué persisten simpatizantes y activistas del socialismo en Venezuela a pesar de la crisis que ha generado? Aunque el país está en ruinas, los salarios sean indignos, el bienestar social disminuya, la pobreza se extienda con ferocidad, a pesar de la pérdida de soberanía monetaria, el aumento de la desigualdad e inseguridad, la persistencia de la inflación y la corrupción asfixiante en todos los niveles, existen individuos, colectivos, instituciones y corporaciones dispuestos a preservar las cuotas de poder o influencia que han acumulado gracias al socialismo como parte de la dinámica de lo político. Obviamente la respuesta a esta interrogante está fuera del contexto económico, político o social, por lo tanto, es necesario recurrir al campo de lo moral.

Es de conocimiento público que el socialismo en Venezuela se impuso como una trampa social a través de la manipulación mediática de los sectores más vulnerables de la población, ofreciendo prebendas individuales a corto plazo e inventando batallas delirantes en contra del capitalismo, el imperialismo y la lucha de clases, en pocas palabras, el sistema socialista implantado en Venezuela se caracteriza por tener mucha “ética» y poca moral.

Aunque el socialismo demostró ser improductivo colectivamente, resulta ser beneficioso para algunos grupos de poder; al repartir conscientemente bienes y servicios de mala calidad a bajos precios garantizan las cuotas de poder necesarias para mantener la dependencia social. Para quienes abogamos por una sociedad más amplia, diversa, independiente y funcional, el enfoque socialista no es más práctico, ni moralmente superior al capitalismo.

Es conocido que un sector de la población venezolana sobrevive sin trabajar, estas personas desconocen que el capitalismo, a diferencia del socialismo, ofrece un sistema económico basado en la propiedad privada y la competencia, permitiendo a los individuos adquirir bienestar a través de la producción (individual o colectiva) con el intercambio voluntario de bienes y servicios.

También existe otro sector de la población que trabaja amargamente por un salario miserable, desfasado de acuerdo a su profesión, rango u oficio. A este grupo, se pueden sumar los desplazados a otros países en busca de un sustento más digno y los trabajadores en la economía informal.

Ambos grupos, de forma voluntaria e involuntaria, están sujetos y condicionados a la improductiva gestión gubernamental. Los venezolanos que simpatizan o defienden el socialismo como sistema de gobierno desconocen que, para recibir, es necesario dar primero, lo que implica considerar las necesidades de los demás. Un socialista no comprende que el libre mercado fomenta la competencia y la innovación, lo que lleva a una mayor eficiencia y creación de bienestar; menos aún pueden aceptar que la crisis económica del país se ha prolongado debido a que los medios de producción son controlados por el Estado y la toma de decisiones está centralizada en beneficio de quienes están en el poder.

Es importante tener en cuenta que el capitalismo no es perfecto y enfrenta desafíos, como la desigualdad económica y también el abuso de poder por parte de algunas empresas. Sin embargo, los países que han adoptado políticas de libre mercado han experimentado un progreso significativo en términos de bienestar general y libertades individuales, cuando el Estado asume un rol fiscalizador y regulador.

Sin embargo, los intentos de implementar el socialismo en gran escala han llevado a la concentración del poder en manos del Estado, la supresión de las libertades individuales y la falta de responsabilidad y rendición de cuentas. Los casos de países que han seguido el camino socialista, como la Unión Soviética, Corea del Norte o Venezuela, dejan en evidencia los graves problemas que surgen cuando se limita la libertad económica y se centraliza el poder.

Es importante destacar que el debate entre capitalismo y socialismo no es exclusivamente moral, pero comprender la preferencia de un número significativo de personas por un sistema de gobierno disfuncional en todos los aspectos y niveles de expresión sí lo es, porque la moral es la forma de actuación, la coherencia entre lo que decimos y hacemos, el resultado digno de nuestras acciones, la certeza de hacer lo mejor que se puede con lo que se tiene para el bien común.

En conclusión, la persistencia de simpatizantes y activistas del socialismo en Venezuela a pesar de la crisis que éste ha generado, se debe a diversos factores, entre ellos, la manipulación mediática, la dependencia social generada por el reparto de bienes y servicios de baja calidad, y la falta de comprensión sobre los beneficios del capitalismo en términos de libertad económica y progreso. A pesar de sus deficiencias, el capitalismo ha demostrado ser un sistema más productivo y propenso al desarrollo económico y social. Es necesario analizar estas preferencias desde una perspectiva moral para comprender las acciones y creencias de quienes defienden un sistema que ha demostrado ser improductivo y perjudicial para el país.

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