Existen numerosas historias de la incidencia de las ciudades en el progreso de la humanidad; de cómo las antiguas ágoras sentaron las bases de la democracia, de cómo en el bullicio de sus bazares se plantaron las semillas del comercio global, de cómo albergaron ideas revolucionarias y protegieron culturas clásicas, o de cómo estimularon el conocimiento, la educación o el progreso científico, económico y social.
La Alejandría del siglo III a.C, por ejemplo, demostró con su famosa biblioteca que la cultura y el conocimiento son imanes para el comercio, y que el cosmopolitismo, la educación y la innovación son la seña distintiva de las ciudades más prósperas y pujantes. La Roma clásica, por su lado, desarrolló unos acueductos, puentes y carreteras que por siglos se replicaron en miles de ciudades y que, al día de hoy, siguen asombrando a arquitectos y urbanistas. También en América Latina y el Caribe tenemos ciudades que dejaron una huella histórica, gracias a los sistemas de irrigación de Tenochtitlán, Nazca o Tula, por ejemplo, o a la cuidadosa planificación urbana de Teotihuacán o el Cuzco.
En las últimas décadas hemos asistido a un cambio de tendencia histórica. Un vertiginoso proceso de urbanización llevó al 56% de la humanidad a las ciudades (en 1960 solo 36% de la población vivía en centros urbanos), lo que trajo desafíos complejos, pero también evidenció que las ciudades, hoy más que nunca, son los principales motores de crecimiento, bienestar y prosperidad. Esta realidad supone una gran oportunidad para América Latina y el Caribe, donde más de 80% de sus habitantes vive en centros urbanos.
El potencial de las ciudades latinoamericanas es inmenso, pero es imprescindible que lo activemos haciendo de ellas el centro de la conversación. Con ese ánimo, CAF -banco de desarrollo de América Latina, el Diálogo Interamericano y la Alcaldía de los Ángeles promovieron durante la IX Cumbre de las Américas de los Ángeles en 2022, el primer encuentro entre alcaldes latinoamericanos y estadounidenses, donde se desarrolló una rica discusión e intercambio de experiencias sobre acción climática, seguridad, flujos migratorios, entre otros.
Esta reunión inicial sirvió de germen para visibilizar la necesidad de un espacio de encuentro que potencie en nuestras ciudades las palancas y capacidades para generar crecimiento económico sostenible con el medio ambiente, empleo productivo e incluyente, soluciones basadas en la naturaleza y mecanismos para protección de la biodiversidad, oportunidades para enfrentar la movilidad humana con una visión de inclusión social y mecanismos para asegurar la seguridad de sus habitantes.
La semilla que se sembró en Los Ángeles pavimentó el camino para la celebración en Denver, Colorado, de la primera Cumbre de Ciudades de las Américas que se llevará a cabo del 24 al 30 de abril. En este gran encuentro, promovido por el Departamento de Estado de Estados Unidos, organismos multilaterales y ciudades del hemisferio, participarán alrededor de 150 alcaldes de América Latina y el Caribe, quienes tendrán la oportunidad de interactuar y generar espacios de discusión y conversación con sus pares.
La Cumbre de Ciudades de las Américas creará un frente común en las Américas para abordar articuladamente retos como el cambio climático, los flujos migratorios, la transformación digital, la seguridad alimentaria, el acceso a la vivienda o la movilidad sostenible. Y en este frente común, la región tiene mucho que aportar, y también mucho que aprender, para impulsar desde lo local el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y de las Contribuciones Nacionales Determinadas para reducción de emisiones de gases efecto invernadero.
Para este propósito, encontramos en el camino algunas contradicciones: contamos con unos activos en biodiversidad y recursos naturales importantes, no obstante, las superficies verdes por habitante son de 9 metros cuadrados, por debajo de lo recomendado por la OMS. Tenemos pocos automóviles (alrededor de 83 millones, en contraste con los 405 millones de Europa o los cerca de 300 millones en Estados Unidos), pero en promedio perdemos 90 minutos al día en desplazarnos (más del doble que en España). Somos una región muy urbanizada, pero una cuarta parte de los ciudadanos vive en asentamientos informales.
Existen algunas iniciativas que están contribuyendo a revertir la situación. Por ejemplo, la Red de Biodiverciudades, impulsada por CAF, suscrita ya por 119 autoridades locales de Argentina, Ecuador, Colombia, Brasil, Panamá, Perú, Uruguay, Honduras, Costa Rica, El Salvador y República Dominicana; promueve que la conservación de la biodiversidad sea una parte central de la planificación, el ordenamiento del territorio y el desarrollo socioeconómico de las ciudades. En lo referente a transporte limpio también existen proyectos relevantes que están impulsando el despliegue masivo de vehículos eléctricos; algo imprescindible para reducir las emisiones del sector transporte en la región, responsable del 30% de los gases de efecto invernadero.
Las ciudades latinoamericanas son jóvenes y vibrantes, rebosan talento, vitalidad, cultura, arte y creatividad, tienen un asombroso empuje económico y cada vez apuestan más por la sostenibilidad como forma de progreso social. Por eso, si logramos articular un trabajo conjunto, podrían dejar una nueva huella histórica. Espacios como la Cumbre de Ciudades de las Américas resultan ser entonces relevantes para este propósito.
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