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La huelga del voto

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El discurso político interesa muy poco. Vivimos en tiempos en los que las etiquetas ideológicas perdieron el vigor del adhesivo, rasgarse las vestiduras por las viejas elaboraciones programáticas va en franco declive. La realidad venezolana se apuntala en una crisis sin precedentes en la historia nacional.

El descontento es un gigantesco espécimen que no tiene quien lo ate, responde a décadas de engaños, mentiras multiplicadas, en la cruel jugarreta de burlarse de la gente.

Las promesas gubernamentales son un puñal certero en el costado. Años de los mismos mecanismos de control. La asfixiante presión de llevarlos como corderos al matadero. Una demostración de lo aquí expuesto lo refleja la espeluznante abstención del pasado 6 de diciembre.

Millones de venezolanos se quedaron en sus casas. Muchísimas de ellos con grandes necesidades, pero con dignidad de mantenerse en rebeldía ante tanto chamuyo. Una rebelión inmensa de personas que se enfrentaron al sistema coercitivo del régimen desesperado. Obligándolos de manera infamante, luego hasta el ruego para tratar de manipular a quienes conocen sus tretas, ante la falta de votantes aparecieron las amenazas.

La abstención no es potro con dueño, es cierto que varios factores llamaron a quedarse en sus casas, pero la inspiración mayor para hacerlo fue el desencanto. Esa frustración comprimida es la verdadera causa de la huelga del voto.

Existe una amargura creciente en el venezolano, son tantos los sinsabores de una realidad tan cruel que no es extraño que reaccione guardando distancia. Hace algunas décadas una elección significaba una fiesta electoral. La gente cumplía con su deber actuando con el instrumento de mayor envergadura: el sufragio. El deterioro del sistema hizo que el embrujo de participación fuera reduciéndose.

La actual abstención es un monstruo que se alimenta de las contradicciones. Caer en la discusión filosófica de buscar ángeles y demonios en la decisión manifiesta de la gente es errar el tiro. Acá la falta de electores es el resultado de un inmenso dolor, la patria se muere de hambre, alguien que no tenga para alimentar a sus hijos, sin electricidad, empleo, ni medicinas, poco le importará asistir a unos comicios para elegir más de lo mismo.

[email protected]

@alecambero

 

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