En estos días, en la mitad de una tarde ociosa, sin ninguna brújula que le diera algún sentido, decidí ejercer mi derecho constitucional a la evasión, esto es, a darle la espalda a la realidad como si ella no estuviera haciendo de las suyas. Estando, así pues, en plan de haragán, me encontré en un viejo escritorio con distintas carpetas que llevaban largo tiempo engavetadas, sin que se supiera si su destino final era el basurero o pasarían algún día a la categoría de reliquia familiar. Descubrí, entonces, una pequeña libreta que recogía en cuatro o cinco frases cortas y deshilvanadas, con la letra propia de un chamito de 10 años, las “reflexiones” que nos hicimos mi hermano Francisco y yo, tras espiar por un rato, durante dos o tres días, cómo transcurría la vida de las hormigas en un pequeño jardín, ubicado al lado de nuestra casa.
Las hormigas ¿son de izquierda?
A los dos nos llamó la atención ver cómo esos animalitos eran capaces de mostrar semejante disciplina. Los veíamos formando hileras, yendo y viniendo de acuerdo con una coordinación sorprendente, muy distinta, por cierto, al desacomodo que veíamos en el colegio cada vez que se llamaba a filas para entrar al salón de clase o se intentaba comprar un helado durante el recreo. Estos insectos, en cambio, colocaban el interés individual al servicio del afán colectivo, o sea, el orden socialista, según nos enseñó después, a la altura de nuestra adolescencia, un compañero sabihondo, bastante mayor que nosotros, sentando cátedra desde la autoridad de sus lentecitos, propios de un intelectual que se cree sobrado y al que ningún asunto le resulta ajeno. De paso, más nunca lo he vuelto a ver, pero siento curiosidad por lo que diría respecto al grado en que se ha desdibujado lo que hoy en día se describe como socialismo.
Recuerdo el asombro que nos producía ver a las hormigas cargando ramas o pedacitos de quién sabe qué cosa que las triplicaban en tamaño y peso, turnándose unas a otras, hasta desaparecer por la entrada de su nido, un agujerito perfectamente bien hecho. No entendíamos bien cómo eran tan inteligentes observando que lo que pareciera ser su cerebro no alcanzaba a ser la mitad de la punta de un alfiler.
Hablan los mirmecólogos
Desde la evocación de las noticas escritas en nuestra niñez, las que daban cuenta de la sorpresa con relación a lo que habíamos visto cuando niños, la semana pasada me di a la tarea de buscar en Internet alguna información sobre estos insectos, en particular algunos trabajos de Klaus Jafée, un excelente científico de la Universidad Simón Bolívar a quien conozco desde hace tiempo y al que tenía casi una eternidad sin ver, hasta que la diosa casualidad hizo que nos encontráramos hace pocos días. Se trata de un investigador que convirtió a las hormigas en uno de los temas medulares de su vida académica, mientras a varios de sus amigos nos lucía, desde nuestra casi infinita ignorancia, que había escogido una tarea entre esotérica e inútil, por decir lo menos.
Con el Profesor Google me enteré de que partir de sus trabajos sobre los insectos, mi amigo Klaus incursionó en el estudio de las sociedades humanas, desarrollando modelos para hacer simulaciones con estas últimas, con el propósito “…de estudiar el efecto de diferentes reglas, restricciones y comportamientos sobre la evolución de la cohesión social”.
Picado por la curiosidad lancé la red para ver cuáles otras cosas podían pescarse en la pantalla de la computadora, acudiendo también a otros mirmecólogos, como son identificados los investigadores dedicados a explorar estos animalitos. Así, me fui enterando de que las hormigas llevan 120 millones de años viviendo sobre la faz del planeta, que actualmente hay alrededor de 14.000 especies distintas y que forman sociedades cuyo nivel de complejidad se puede equiparar al de las humanas, planteando cuestiones de enorme importancia para biólogos, psicólogos, sociólogos, físicos, matemáticos, en fin.
El estudio de las hormigas, así como el de otros insectos, remite, según fui aprendiendo, al análisis de los niveles de organización y de selección, esencial para comprender el funcionamiento y evolución de sistemas biológicos complejos en los que están involucrados desde los genes hasta los diversos factores socioculturales. Los exámenes realizados han ido determinando que la organización de las hormigas tiene cuatro características fundamentales: 1) división del trabajo reproductivo; 2) cooperación en el cuidado de las crías (la descendencia ayuda a los progenitores durante su vida); 3) varias generaciones de adultos que ayudan al cuidado de la descendencia y 4) altruismo.
Desde la protección mutua hasta la elección del nido, todas las decisiones que afectan a la colonia de hormigas se toman en común. Sin ser democráticas, se afirma, las colonias de hormigas tampoco son autocráticas. Las jerarquías han sido reemplazadas por redes de trabajo compartido. Cada individuo actúa de manera independiente, cargado con la empatía suficiente para buscar el bien común, que también es de él, ya que no puede vivir sin la sociedad de la que forma parte. Hablan los especialistas de una suerte de inteligencia colectiva, que ha inspirado el desarrollo de la inteligencia artificial.
En términos generales, actualmente la investigación tecnocientífica ha ampliado notablemente sus campos de interés y los encara a través de nuevos esquemas que implican la interdisciplinariedad, a fin de poder analizar sistemas complejos, resultado de múltiples y variadas causalidades, propias del mundo en el que ahora vivimos.
En este sentido, comprender cómo tienen lugar las interacciones entre los genes y el medio ambiente y entender cómo influyen en el comportamiento social es un objetivo fundamental de las investigaciones actuales. Estos temas, argumentan los expertos, son fundamentales para entender las dinámicas económico-sociales de nuestros países y el mundo.
Hagámosle caso a Aristóteles
Tomando en cuenta los resultados que vienen arrojando los estudios realizados por los mirmecólogos y observando, por otro lado, las complicaciones por las que atraviesa el planeta, cuyo origen es en buena medida una crisis política (y de civismo), evidencia de nuestra incapacidad para vivir juntos con base en ciertos esquemas de regulación, para trazar objetivos compartidos y alcanzarlos a través de distintas maneras de colaboración, para sortear pacíficamente los conflictos y las diferencias, ¿no sería bueno, me pregunto, ponerle la lupa a estos animalitos a ver si se nos pega algo, dándole la razón a Aristóteles, considerado por algunos como precursor de la sociobiologia, quien catalogó a la hormiga como un animal político, esto es, un animal que se organiza en función de la convivencia.
Harina de otro costal
Llegandito de su gira por varios países y apenas terminando de bajarse del avión, Nicolás Maduro reunió al Consejo de Vicepresidentes Sectoriales del gobierno y anunció la creación de la Vicepresidencia de Ciencia, Tecnología, Educación y Salud.
El país que avance en estas áreas, declaró, “…irá a la vanguardia y ese país será Venezuela”. Me hago eco de la noticia porque tantos años después aún no logro entender por qué el gobierno tiene como costumbre asumir que el desarrollo en los distintos escenarios y la solución de los distintos problemas que agobian al país se resuelven cambiando el organigrama que dibuja la estructura burocrática del Estado.
Con este comentario regreso a la realidad. Me gustaría saber cuál sería la opinión de las hormigas, respecto a la decisión mencionada.