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La historia se repite

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La humanidad creía que las pandemias eran cosa del pasado, antes de la COVID-19.

“Aquel que no conoce su historia está condenado a repetirla”. Esta famosa frase se atribuye Napoleón Bonaparte y años más tarde al filósofo español Jorge Ruiz de Santayana. Si bien comprendemos que los  fenómenos históricos eran y son únicos e irrepetibles, el presente está hecho también de pasado y para comprender dónde estamos es necesario conocer cómo hemos llegado hasta aquí e indagar algo de historia y usarla en el análisis actual.

A la llegada de Colón y sus hombres a América en 1492, de los 250.000 habitantes nativos estimados en La Española, que acoge hoy a República Dominicana y Haití, las nuevas enfermedades infecciosas acabaron con la asombrosa cifra de 236.000 indígenas en 1517, casi 95% de su población. La viruela y el sarampión fueron los perfectos aliados del éxito de conquista española en América. Las armas mataron menos indígenas que las casi 30 enfermedades infecciosas que fueron introducidas al nuevo continente o exacerbadas por la Conquista. Los europeos, para su suerte, disponían de inmunidad natural protectora  frente a estas enfermedades. Rebecca Nagle, periodista de la tribu indígena cherokee, tuiteó en marzo pasado: “Apoyo totalmente la prohibición de viajar a Estados Unidos desde Europa, para prevenir la propagación de enfermedades infecciosas. Solo creo que llegó 528 años demasiado tarde”.

En 1824, Kamāmalu, la reina consorte de Hawái, y su esposo iniciaron una visita de Estado al Reino Unido, invitados por el rey Jorge IV. Por desventura, contrajeron el sarampión, frente al que no estaban inmunizados. Ambos fallecieron en Londres a causa de dicha enfermedad. Ella unos días antes que él. Esto es uno de los ejemplos del contagio de infecciones emergentes y pandemias, durante viajes de un lugar del mundo a otro lejano, sin llevar, en el equipaje, la inmunidad protectora.

En medio de la pandemia de la gripe española de 1918 se celebraron desfiles en varias ciudades de Estados Unidos con el propósito de recaudar fondos para la Primera Guerra Mundial. La ciudad de San Luis (Misuri) canceló la concentración para evitar la propagación del virus, mientras que el de Filadelfia sí se llevó a cabo. La decisión tomada en San Luis hizo que no se registraran más de 700 muertos a causa de la gripe, pero en Filadelfia hubo más de 10.000 fallecidos en el mes posterior al desfile. Esto puede servirnos ahora de enseñanza, acerca del beneficio de implementar adecuadamente medidas de salud pública, como la cuarentena y el distanciamiento físico.

«Suecia ha sido pionera en una alternativa al confinamiento, y funciona», se leía apenas hace 15 días en las redes sociales suecas. Este país ha tenido el mayor número de muertes per cápita en el mundo, casi cuatro veces más que las naciones vecinas: Noruega, Finlandia y Dinamarca juntas. El consejo oficial en Suecia solo recomienda máscaras faciales en la atención de un paciente enfermo, dándole poca importancia a la posibilidad de propagación pre-sintomática, detalle que ha cobrado valor, a medida que avanza el conocimiento del comportamiento del virus. El epidemiólogo responsable de esta estrategia, Anders Tegnell, aunque llamado por sus críticos “Dr. Muerte”, se ha convertido en una figura de culto en Suecia y algunos han ido más allá, tatuándose  la cara del médico infectólogo. Un funcionario sueco comentó: “A Suecia le irá algo mejor, pero la diferencia es marginal”, «creo que la inmunidad del rebaño está muy lejos, si alguna vez lo alcanzamos”. En la actual coyuntura, la reapertura prematura, como un intento de salvar la economía, pudiera ser una receta para una situación de perder-perder.

Investigadores  de la Reserva Federal de Estados Unidos y el MIT estudiaron los efectos económicos de la gripe española de 1918, buscando similitudes con la epidemia del coronavirus. Sus conclusiones sugieren que los daños a la economía, no son solo por las medidas de contención de la salud pública aplicadas, sino por la pandemia misma. “En presencia de una crisis, el gasto se desploma. Esto conduce a una reducción de la productividad y la oferta de mano de obra”. Hace un siglo, las ciudades que intervinieron antes y de manera más agresiva, no tuvieron un peor desempeño económico y, en todo caso, crecieron más rápido, después de que la pandemia disminuyó. Por supuesto, la gripe española de 1918 no es un modelo perfecto de comparación, porque la tasa de mortalidad de COVID-19 es más baja, y ahora vivimos en un mundo más complejo. Sin embargo, la contención del virus parece no solo reducir la mortalidad, sino también puede mitigar las consecuencias económicas adversas de esta crisis.

Después de estas reflexiones sobre datos históricos de las epidemias y la presente situación, me gustaría llamar la atención sobre dos aspectos relativos al acontecer noticioso de esta pandemia.

En noticias recientes nos enteramos de un enfrentamiento que puede entorpecer la cooperación internacional necesaria para afrontar el desafío global del coronavirus. Me refiero a la suspensión de la ayuda estadounidense a la Organización Mundial de la Salud, por el supuesto “mal manejo» que le ha dado al coronavirus, cuando este surgió en China a finales del año pasado. La OMS coordina las labores internacionales, con la misión de evitar el colapso de sistemas de salud frágiles en todo el mundo. Esta decisión podría resultar en la retirada de muchos asesores en América Latina, poniendo en peligro no solamente el buen manejo de la COVID-19, sino de otras enfermedades como la tuberculosis o la malaria. Si bien hay claras diferencias políticas, y la OMS y China han cometido errores, es el momento de la solidaridad internacional. En plena guerra fría, Estados Unidos y la Unión Soviética pudieron ponerse de acuerdo para erradicar la viruela.

En relación con la realidad venezolana, salta a la vista el énfasis que las autoridades le han dado a los casos importados de SRAS-CoV-2 desde países vecinos, como principal contribuyente a las métricas del virus.  Si bien es un hecho cierto y esperado que Venezuela sobrelleva una creciente presión frente a los casos importados, debemos pasar a insistir en el estudio de la transmisión comunitaria con más pruebas de PCR-RT y un eficiente rastreo de contactos, porque es en este terreno donde las epidemias inician su difusión descontrolada tanto en enfermos sintomáticos como en portadores asintomáticos, cual incendio desatado en una pradera seca. Dejemos estos temas a profesionales con experiencia en estas lides.

@santiagobacci

 

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