OPINIÓN

La historia no contada

por Rodolfo Izaguirre Rodolfo Izaguirre

Foto Letralia.com

Obligados por el terror, Caracas y con ella el general Bolívar huyeron en agónico éxodo hacia el oriente del país cuando en 1814 Boves, un feroz asturiano enemigo de una República que iniciaba su propia vida, decidió degollar a todo aquel que encontrara a su paso al entrar a Caracas con sus crueles seguidores. Marchar a pie desde Caracas hasta el hato de Las Araguatas, en las vecindades de Clarines, ha sido la mayor tragedia vivida por el país venezolano en toda su historia. El pánico se apoderó de más de 20.000 almas en agonía y la historia, avergonzada, prefirió llamar «emigración» a aquella trágica y desventurada huida convertida hoy en una admirable novela histórica que bajo el título de La historia no contada, 2022, prestigia el nombre de Inés Muñoz Aguirre, dramaturga, periodista caraqueña y autora de varias novelas como Anclados o Nada es lo que parece que la acreditan con esmero en el ámbito literario.

Fueron diecinueve días de muertes terribles y desolación; gente de cierto nivel social y económico en carretas tiradas por mulas o caballos poco acostumbrados a trajinar por selvas y pantanos llenos de fieras y culebras y, peor aún, de bandoleros sin piedad alguna que descuartizan a sus víctimas después de violarlas y despojarlas de sus pertenencias;  ancianos que se derrumban y mueren sin conocer una muerte digna agotados por el cansancio y sufrimiento de caminar días enteros sin tomar agua o masticar algún trozo de pan; mujeres y niños que quedan tirados allí donde caen porque no hay tiempo para darles cristiana sepultura sabiendo que José Tomás Boves se va acercando cada vez más a Caracas con sus cuchillos y espadas enrojecidas de sangre republicana. Significaba defenderse de las densas nubes de jejenes y de las serpientes que causaban la agonía de sus picaduras, las enfermedades contagiosas y la carencia de médicos y auxilios clínicos sin contar los pumas, tigres y babas que emergían estas últimas de los ocasionales manglares causando estragos entre los caminantes.

Inés Muñoz Aguirre al escribir su novela se asume como una de aquellas víctimas de la emigración y gracias a la ficción en que ella misma se convierte, marcha y forma parte del atroz y trágico desastre de aquella estampida humana, pero transformada en Matías Almeida, periodista heredero de la imprenta y todos los enseres del periódico El Informador, propiedad de don Nepomuceno Heredia. Otros personajes de importancia son el zambo Melcocha, sagaz y sabio ayudante en el diario El Informador y, particularmente don Feliciano Ancheta del Castillo, dueño del hato Las Araguatas, en las cercanías de Clarines, donde van a terminar los sobrevivientes del trágico éxodo; doña Ana Paula, su mujer, y Pilar, una mujer que surge inesperadamente y acompañará con fidelidad al periodista. Están también las hijas de don Feliciano, Úrsula entre ellas, la niña que no vemos, pero desaparece misteriosamente y nunca más se la vuelve a ver.

Este es el punto culminante de La historia no contada y Úrsula se ha convertido para mí en el personaje más fascinante que me ha tocado conocer en las innumerables novelas que he leído. No se la ve en el intenso relato de Inés y apenas se la nombra, pero permanece viva en la emoción de mi afligida memoria. Quedé petrificado y atónito y lo escribí al enterarme de su desaparición porque creí ver de nuevo a Magdalena, mi vecina de ocho daños que murió teniendo yo la misma edad y me perturbó descubrir que también morían los niños. Pero no era Magdalena la niña que para sorpresa mía miraba sin mirar a Inés Muñoz Aguirre mientras la autora presentaba su libro en el Trasnocho Cultural de Caracas. Era Úrsula, la que desconcertada observaba aquella trágica huída a oriente plagada de muerte y devastación que Inés narra sin alardes literarios sino más bien con un lenguaje sobrio, mesurado, como si fuéramos nosotros quienes estuviésemos contando una historia que Inés asegura que hasta la fecha nadie ha contado.

¿Y Bolívar, se pregunta el lector? Sí, altivo y desdeñoso, a caballo, allí va el general Bolívar, dando órdenes, argumentando a favor de la independencia, pero buscando el camino hacia Cumaná con el propósito desleal de embarcarse dejando a la deriva a los más desamparados. En medio del éxodo y la desesperación, Bolívar es objeto de ásperas reclamaciones, pero también de agradecidos elogios.

En un determinado momento de gran dificultad para los fugitivos una mujer grita: «¿Dónde está Bolívar y sus hombres en esta situación? ¿Dónde está? Él nos condujo a esto, luego se lavó las manos y se fue tan tranquilo dejándonos en total desamparo. Les aseguro que está montado en un barco rumbo a Cumaná, que a él las plagas no lo azotan, ni es víctima de la enfermedad. Maldito hombre, tendrá que pagar todo el daño que nos ha hecho. Algún día, alguien en su nombre cometerá las peores atrocidades, igual que él, como castigo a su memoria, jamás podrá descansar en paz». Pero en otras ocasiones se escuchan aplausos que respaldan las opiniones del general porque si por desgracia sucumbe al pánico no habría protagonizado nuestra independencia.

Mientras duró la estampida humana, los soldados estaban bajo la guía de Bolívar. Esto significaba que tenían el poder para ordenar y maltratar al pueblo, lo que impulsó a Matías Almeida a escribir en sus cuadernos: «No sé por qué, pero lo que sucede a mi alrededor me hace pensar que siempre estaremos en manos de los militares. Las guerras en las que nos hemos sumido desde hace tanto tiempo comienzan a determinar nuestro futuro, ¿de dónde han surgido estos hombres armados? ¿De dónde vienen? ¿Cuál es el criterio de selección que emplea Bolívar para conformar su tropa? Me hago estas preguntas en silencio, mientras los veo ir de un lado otro».

Nunca he visto tratar al terror y a la devastación causada por el pánico y la muerte con un lenguaje tan sereno y en apariencia distante como el que emplea Inés Muñoz Aguirre para remover un agónico trozo de nuestra historia, testigo además de la desaparición de una niña que perturba mis sueños.

¡Inés Muñoz Aguirre alcanza su propia gloria porque maneja y es dueña de la mejor literatura!