OPINIÓN

La hegemonía del poscine versus la caída del cine venezolano

por Sergio Monsalve Sergio Monsalve

Dirección opuesta de Alejandro Bellame Palacios

Recientemente el equipo de Zoom F7 publicó un video sobre el poscine, a propósito de fenómeno viral de Spider Man, el cual atribuyen a un diseño de la ingeniería social en respuesta a los algoritmos de la red, los foros polarizantes de Twitter, Youtube y Facebook.

Los números le dan la razón a la teoría, al exponer la actual planificación de la industria de Hollywood, bajo la influencia de la big data, la minería digital y la gratificación absoluta de la nueva audiencia, dando a luz a la preocupante tendencia de la fan fiction, cuyos mejores ejemplos son los de La Liga de la Justicia y Hombre Araña sin camino a casa, elaborados conceptualmente para complacer los designios, los caprichos, los gustos, los deseos y las expectativas del gran público.

Por lo demás, la estética populista fue siempre un poco así, solo que antes no se contaba con herramientas predictivas y mercadotécnicas tan asertivas como las que tenemos en el milenio del valle del silicón, auténtico dueño y señor de la última meca.

De modo que el problema se ha agudizado y complejizado, al precio de matar el ingenio y la creatividad de los productores, quienes se vuelcan sobre la explotación del yacimiento de las propiedades intelectuales y las agendas woke, debido a su poder comercial de enganche y seducción de un cliente que asiste a la sala para verificar sus teorías, datos, sospechas y prejuicios nostálgicos, castigando cualquier transgresión a la norma o ruptura del canon estricto.

De ahí que ligeras desviaciones del sistema, como las de Star Wars y Matrix, se paguen caro en el box office y en la línea más radicalizada de Instagram.

A grandes rasgos, así podemos explicar la lectura del poscine, hecha por el team de Zoom F7, acerca del destino mediático que ya nos alcanzó. Positivo que el colectivo de críticos mexicanos propongan el debate y lo inserten con las herramientas que cuestionan, las de la gamificación y los videos virales de la web.

Cabría agregar que la tesis no se cumple a rajatabla, o es un dogma monolítico que permite anticipar un no futuro para el universo de las franquicias y el llamado poscine, que tampoco es nuevo y que lleva años cultivándose como argumento en otros ámbitos del desarrollo analítico.

Se olvida de que la idea del poscine circula en libros de referencia y en la voz de intelectuales disidentes de Occidente, donde ha nacido realmente la propuesta.

De hecho, por citar dos casos previos, menciono el texto capital de Mutaciones del cine, cuyo prólogo de Pere Portabella habla ya de un poscine en el año 2010.

Capaz a Zoom F7 se le pasó por alto dicho antecedente, prefiriendo ahondar en una fuente innecesaria en su extensión, como la del autor del inicio del video que analiza al posfútbol.

Mejor hubiese sido incluir a Portabella, por no destacar a otro de los padres fundantes de la idea del poscine que es Gilles Lipovetsky en el libro La pantalla global, publicado en 2009 por la editorial Anagrama.

Desde entonces se han encendido las alarmas de la crítica ante el futuro incierto del cine, condicionado por la inclusión y la instrumentación en el mundo complejo de los contenedores, los servicios de streaming, las generaciones de contenido y las cancelaciones de la censura de la corrección.

De repente, Zoom F7 peca de atribuirse el descubrimiento de un hallazgo de hace más de una década, incurriendo en un defecto mesiánico de la era del milenio.

A pesar de las omisiones del caso, se les agradece implantar la semilla del debate, invitarnos a reflexionar y a escribir, sacarnos de nuestra zona de confort.

Como docente inicié una conversación con los alumnos de la materia cine en la Universidad Monteávila, donde estudiamos los alcances y los límites de la teoría del poscine.

Por un lado, compartimos la visión crítica de Zoom F7, al señalar la manipulación preocupante que significa monopolizar la oferta y encadenar al arte, en función de los resultados y los likes de una aplicación.

El cine likeable nos encierra en una burbuja, en un simulacro como de Loki, en un método Ludovico, que nos priva del libre albedrío de pensar por nuestra cuenta, o incluso de que los propios creadores lo hagan, divorciados de las tendencias del algoritmo.

Es el caso de los cines nacionales, hoy en dilema y en estado de pánico, porque los mercados han establecido un cuello de botella, que impide humanamente que cintas alternativas, con una mirada menos previsible y condescendiente, puedan competir como antes.

Si a ello agregamos la pandemia y la crisis bursátil de 2022, tenemos un escenario de espanto y brinco, que sume a la audiencia en el conservadurismo de su consumo, eligiendo lo seguro y lo que garantiza una gratificación inmediata, instantánea.

Por ende, sufren los productos venezolanos, de calidad, como Dirección opuesta y La fortaleza, que proponen unas rutas distintas y hasta divergentes, que admiten otras condiciones “espectatoriales” que se han difuminado por el efecto de la fan fiction.

¿Qué hacer al respecto?

Estimo que en lugar de pedir más controles y supervisiones de Estados fallidos con un historial peligroso a cuestas, debemos concentrarnos en repensar nuestro trabajo y nuestros canales de distribución, en cambiar paradigmas sin renunciar a la reafirmación de la identidad, en estimular debates abiertos y no cerrados en guetos de expertos arrogantes que han sido sobrepasados por el problema.

Lejos de buscar los mismos chivos expiatorios en las empresas, como suele hacer el socialismo cuando se le agotan las excusas, procuremos instalar una conversación que active la conciencia del espectador, proyectando una nueva campaña que es indispensable.

La orientación, la opinión y la información son la mejor arma intelectual, para despertarnos y crear el mindset que nos devuelva a la última edad dorada, que no está tan lejos, porque fue entre 2005 y 2015, pero que luce distante, habida cuenta de las cifras rojas que acumula el cine nacional ante el poscine que domina la taquilla.

La cuestión es ofrecer una digna resistencia, no pelearse con fantasmas y enemigos imaginarios que en realidad también forman parte de la plataforma y sufren como nosotros para sobrevivir.