En el principio fue la pandemia, luego la guerra. Ni una ni otra habían podido predecirse, aunque algún admirador de Nostradamus pueda buscar un hilo argumental que nos lleve al pensador francés del siglo XVI, como ha sucedido en relación con otros hechos relevantes. Es de suponer que en los Estados mayores de Estados Unidos y la OTAN tal contingencia estuviera prevista, pero desde luego el ciudadano ha asistido con estupor a un acontecimiento bélico que estaba lejos de su imaginación y que consideraba definitivamente expulsado del continente europeo.
La guerra es destrucción: de vidas humanas, de infraestructuras, de campos de cultivo, de comunicaciones, de suministros de energía. Pocos salen ganando a excepción de los vendedores de armas y los liderazgos autocráticos, de aquellos que, convencidos de su razón, lanzan a otros. Consiguen exacerbar los sentimientos nacionalistas, tanto los de un bando como los de otro.
De aquí la pregunta de si de este conflicto desencadenado por el gobierno ruso puede derivarse cualquier aspecto positivo. Nadie lo sabe aún, pero sí puede ser el origen de nuevas fórmulas en el futuro de negociación o de establecimiento de reglas, como la Primera Guerra Mundial fue el origen de la Sociedad de Naciones y la Segunda Guerra Mundial, el comienzo de la Organización de las Naciones Unidas
Tradicionalmente, en la investigación de los países desarrollados en materia de Defensa (ahora se llaman así los departamentos encargados del Ejército, la Aviación y la Marina, hace no mucho tiempo se llamaban Ministerio de Guerra) buena parte del destino de los cuantiosos recursos se encaminaba hacia la invención de nuevas armas mortíferas o comunicaciones más veloces y seguras. Este es precisamente el origen de Internet, inicialmente el sistema de comunicación del Pentágono norteamericano.
El otro aspecto se refiere a la responsabilidad en el cambio climático de la población, que es mucho mayor en las capas altas de la sociedad y que quizás con la parálisis obligatoria de aviones y yates de oligarcas rusos puede traer algún beneficio, pues estos son los grandes contaminadores: el 10% más rico es responsable del 50% de las emisiones globales. (Ann Pettifor, 2022).
Aquello que interesa ahora es poner de manifiesto que, en materia de cumplimiento de los ODS y la Agenda 2030, ya estaba el mundo atrasado a causa de la pandemia, que restó cuantiosos recursos al logro de las metas esenciales, bien por la aparición de nuevas prioridades de las políticas públicas, bien por el abandono físico de determinadas políticas que la pandemia impedía, como el normal desarrollo de la educación o el casi total abandono de las políticas sociales, que incrementó la pobreza extrema.
Imagínense cómo cumplir más metas de los ODS cuando las preocupaciones y los recursos van destinados cada vez más a políticas de Defensa, como acaba de demostrar el gobierno alemán, abandonando una tendencia en esta materia de menor intensidad y que acaba de dar un vuelco trascendente. No sería extraño que otros países hicieran una modificación sustantiva de sus políticas de asignación de recursos, destinando menos a políticas sociales, educación, salud, sanidad, pensiones y dedicando mucho más a gastos relacionados con la Defensa. ¿A la construcción de refugios nucleares, como hizo Suiza durante la Guerra Fría?
Desde el punto de vista de la política pública de emigración, en Europa, sin embargo, se ha producido otro salto cualitativo, pues la posibilidad de que en los próximos meses haya 5 millones de desplazados ha hecho que la Unión Europea realice un protocolo específico y veloz de admisión de los refugiados de Ucrania, cuya llegada por cierto puede verse complicada por la inexistencia de acuerdos estables en materia de corredores humanitarios entre Ucrania y Rusia.
En 1795, Immanuel Kant escribió La paz perpetua, cuyos axiomas esenciales siguen estando vigentes 227 años después y que viene al caso recordar que sobre la hospitalidad señala que significa el derecho de un extranjero a no recibir trato hostil por el mero hecho de ser llegado al territorio de otro. En este caso, la política pública migratoria europea ha de ser bienvenida, aunque se trate solo de una decisión motivada por la guerra de Ucrania.
Después de la guerra, que esperemos termine pronto con un acuerdo aceptado por ambas partes, queda claro que habrá un nuevo Plan Marshall como el que contribuyó de forma decisiva al desarrollo europeo después de la Segunda Guerra Mundial. El plan, que tomó su nombre del secretario de Estado de Estados Unidos, George Marshall, fue ideado para detener el avance del comunismo y aunque estaba diseñado para realizar préstamos, en realidad otorgó donaciones en 90% y se extendió también a Asia y Oceanía. Desde luego es un planteamiento que ya está en las oficinas de los eurócratas de Bruselas, dado que si la paz llega a Ucrania será necesario restaurar su economía.
De las guerras la humanidad ha aprovechado adelantos técnicos, pero el sufrimiento es atroz. De este sueño terrorífico debemos despertar ya. Las negociaciones tienen que imponerse. Todos lo esperamos con impaciencia.
@sgeneralClad
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