OPINIÓN

La guerra y el medio ambiente 

por William Santana William Santana

guerra larga Ucrania

A cien días de la invasión rusa a Ucrania, observamos que las consecuencias a nivel mundial se están haciendo cada vez más visibles y con posibles efectos duraderos negativos para la humanidad. Como si no fuera poco la matanza de miles de civiles y combatientes y la destrucción material de un país, diversos organismos anticipan una posible hambruna mundial -lo cual reseñé en un artículo anterior en este mismo diario-, y consecuencias notables para el medio ambiente, además de otras que conoceremos en su momento igualmente indeseables como pudiera ser la extensión del conflicto a otros países y lo que algunos anticipan como una posible guerra mundial. Por ahora me refiero al ambiente.

La última cumbre sobre el tema se realizó en Glasgow, Escocia, en octubre del año pasado (COP-26), solo cuatro meses antes de la invasión rusa a Ucrania. En la misma se planteo nuevamente la reducción urgente del uso de combustibles fósiles y la eliminación total del uso del carbón para evitar una catástrofe mundial. A pesar de las diversas críticas, se consideró que estos compromisos ecológicos estaban bien encaminados y lamentablemente la guerra esta avizorando un escenario energético que nadie había previsto en ese momento, con impacto en el cambio climático.

En efecto, la reacción de la Unión Europea y Estados Unidos de imponer sanciones a Rusia por la invasión y consecutivamente por violaciones al derecho humanitario y otras que continúan hasta hoy, planteó desde un principio severas consecuencias para la seguridad energética europea, dependiente en más de 40% del gas ruso, así como del petróleo. Las consecuencias de las acciones de la UE y las retaliaciones rusas al continente (Finlandia, Polonia, Estonia, Lituania, Letonia, Dinamarca y Países Bajos hasta ahora) en materia energética recordando que todo  comenzó con la paralización del multimillonario proyecto del gasoducto Nord Stream 2, han planteado diversas opciones en favor de la seguridad energética que afectarían negativamente las medidas convenidas en cuanto a la protección del medio ambiente.

Entre las opciones que se han manejado se encuentra reactivar las minas de carbón, el fósil más contaminante por la cantidad de dióxido de carbono que emite hacia la atmósfera; la explotación del gas, que en un continente densamente poblado como el europeo, afectaría negativamente las poblaciones aledañas agrietando las edificaciones y destruyendo tuberías, entre otros; la reactivación de plantas nucleares, cuyo cierre definitivo está previsto para este año en Alemania (Fukushima y Chernóbil siguen presentes en la memoria de los europeos) y el uso de combustible producto del fracking, que resucita cuando el petróleo aumenta, el cual causa explosiones, contaminación de acuíferos, sequía y rupturas de las capas de suelo subterráneas, todo ello en un avance  lento y costoso de las energías verdes con las cuales se pretende sustituir los contaminantes.

Los difíciles acuerdos negociados, especialmente desde París 2015, de reducir las emisiones contaminantes para garantizar el calentamiento global, a menos de 1,5 grados centígrados, fueron una esperanza cuando apareció el covid, que tuvo el efecto de ralentizar el aparato industrial mundial. Sin embargo, atenuada la pandemia y con el panorama anteriormente descrito el tema del medio ambiente volverá a ser motivo de discusiones a todo nivel, por las consecuencias gravísimas para nuestras futuras generaciones, así como a corto plazo por los reacomodos políticos, entre ellos la relación OPEP+Rusia, los acercamientos de occidente a productores violadores de derechos humanos como Emiratos Árabes o Irán y las posiciones que puedan llevar a posibles negociaciones entre productores y consumidores (OPEP-AIE) en favor de un bien común de más alto valor que el de la supervivencia de la especie humana.

Nuevamente rogamos porque cese el conflicto de manera inmediata y se restituyan los precarios equilibrios en la comunidad internacional, que ya está siendo suficientemente afectada con los retrocesos democráticos para tener que adicionalmente sufrir las consecuencias de las acciones de un antilíder, como ha sido calificado Putin por otros autores.