Desde el mismo momento en que nicolás maduro llegó al poder, hace ya 11 largos años, comenzó a desarrollar un plan de poder propio, que se fraguó desde el mismo momento en que se supo de la enfermedad del comandante Chávez, de la cual sólo ellos tuvieron información privilegiada, lo que les permitió anticipar el desenlace más probable.
Los que se conocían hasta entonces como el “chavismo sin Chávez”, “la derecha endógena” y el “nido de alacranes” del que hablaba el general Müller Rojas, se nuclearon en torno a maduro y asaltaron el poder, constituyéndose en lo que ahora se identifica como “el madurismo”: una expresión política de derecha, intolerante, muy violenta, movida por intereses grupales y económicos, que no tiene nada que ver con Chávez, ni sus políticas; y mucho menos con el socialismo.
Pero para barrer con el legado y las políticas de Chávez, la prioridad del madurismo fue desmantelar y golpear al chavismo de Chávez. Esto sucedió temprano, en 2014, cuando aún no había sanciones, ni excusas de ningún tipo; se había derrotado el embate violento de la oposición, conocido como “la Salida”, lo cual hizo que maduro se sintiera más fuerte, para entonces golpear al chavismo y asaltar las instituciones del Estado.
Los ministros de Chávez en el gobierno en ese momento, empeñados –como estábamos– en sostener el país y las políticas del presidente Chávez, no nos dimos cuenta de que, desde el círculo más cercano de maduro, bajo el chantaje de “unidad” y “lealtad”, se desplegaba una política para desplazar del mismo a los chavistas, fueran estos civiles o militares, y golpear con fuerza a quien se opusiera al “nuevo modelo” impulsado por maduro, su “golpe de timón”, pero a la derecha, cuyos efectos inmediatos se sintieron en el país a partir del mismo 2015.
Para el madurismo, con hambre de poder, resentimientos acumulados y una larga lista de intereses económicos que los impulsaron, había llegado el momento de truncar el camino de Chávez al socialismo, el Plan de la Patria, posponer todo indefinidamente; y para ello, era necesario deshacerse del chavismo de Chávez, de sus ministros y sus líderes políticos, militares y populares, para poder copar todo el escenario político y conducir al gobierno al desarrollo de políticas que, si bien satisficieron sus intereses, condujeron al país al abismo.
Desde el círculo íntimo del nuevo presidente, sostenían que “a nico nadie le puede hacer sombra”, por lo cual tenían que fracturar y desmantelar a los distintos equipos de gobierno del presidente Chávez.
El madurismo se rodeó de todo tipo de oportunistas o personas que el mismo presidente Chávez había hecho a un lado. El gobierno se fue llenando de antichavistas, civiles y militares, resentidos con Chávez, francamente contrarrevolucionarios, dispuestos a pasar factura. Por primera vez, desde el “miquilenismo”, los sectores y operadores privados volvieron a entrar y tener influencia en las decisiones del gobierno, era el germen de la nueva “burguesía revolucionaria”.
Desde el alto gobierno, se comenzó a desmantelar al chavismo. Se enfocaron en controlar la economía, Pdvsa y el petróleo. En cuestión de un año, desalojaron del gobierno a todo el equipo económico de Chávez: del Ministerio de Economía y Finanzas, del Ministerio de Petróleo y Pdvsa, y del Banco Central. Tomaron el control de todos los Fondos que habíamos construido con Chávez para administrar los recursos del petróleo, del pueblo, colocando en la administración de los mismos, Fonden, Fondo Chino, Bandes, Cencoex, etc., a personas sin preparación ni probidad en el manejo de la cosa pública, sin ningún tipo de conciencia política y, mucho menos, revolucionaria.
Con el control de Pdvsa y los Fondos del Estado, del Pueblo, el gobierno de maduro priorizó el pago de deuda, de hasta 70.000 millones de dólares, a los privados seleccionados por ellos, en vez de satisfacer las necesidades del pueblo; una deuda que, por cierto, nunca fue verificada. Se entregaron dólares preferenciales desde el Cencoex para construir fortunas con el cambio paralelo y comenzó el saqueo y destrucción de Pdvsa; se llevaron todos sus Fondos, incluso, el Fondo de Pensionados y Jubilados, los presupuestos operativos. Se suspendieron los controles, se abandonaron los proyectos y planes de la industria y se comenzaron a otorgar los contratos a sus operadores económicos, civiles y militares. En 2018, luego de arrasar y militarizar la empresa, les entregaron el manejo del petróleo, en una privatización de facto de Pdvsa.
Con el gobierno de maduro se entregó la soberanía petrolera y económica, se acabaron las Misiones, las Comunas, el Poder Popular. Se acabó el contenido popular y revolucionario del gobierno, así como las políticas de transformación económica y social de Chávez estipuladas en el Plan de la Patria. Se inició, de manera acelerada, la restauración del capitalismo, que se impuso con una cruenta violencia en contra de los sectores populares y del chavismo.
Desde 2014, se inició una guerra sucia del madurismo en contra del chavismo para desplazarlo del poder. maduro recurrió a la persecución y la violencia, para neutralizar a los líderes y exponentes del chavismo en el gobierno y en las estructuras de dirección del país. En todos los ministerios, empresas e instituciones del Estado, se inició una razzia en contra de aquellos chavistas que comenzamos a manifestar nuestra postura en contra de lo que estaba sucediendo, o que fueran “sospechosos” de no ser incondicionales de los nuevos grupos que asaltaban el poder. Ese mismo año, los maduristas entraron a “saco roto” a todas las instancias de gobierno y luego, del Estado. El gobierno se inventó para ello mil artilugios, como el llamado “sacudón”, cuando en realidad se estaban sacudiendo a Chávez del gobierno.
Todos los puestos y posiciones de control de las instituciones y del alto gobierno, a todos los niveles, se comenzaron a asignar a los del madurismo. Llegó al poder un grupo extraño al gobierno de Chávez, a quienes el mismo Comandante siempre tuvo lejos. El gobierno de Chávez fue derrocado por el madurismo, y las consecuencias de ello lo vemos en lo que ha sucedido en el país desde entonces.
Igual sucedió en el PSUV, cuya dirección nacional y organismos regionales fueron controlados por el madurismo, sus líderes naturales desplazados y –muchas veces– perseguidos. El otrora partido de la revolución fue copado por la burocracia política incondicional del gobierno. Lo mismo pasó con los órganos de elección popular, las comunas y el Poder Popular, los cuales fueron sustituidos por los mecanismos de control social que administran las dádivas del gobierno. La dirección de la revolución, ya no estaba más en manos de las figuras de Chávez, revolucionarios, líderes eminentemente populares; ahora estaba en manos de los incondicionales de maduro.
Algunos líderes chavistas aceptaron el silencio, la comodidad de una embajada o de un cargo. Otros, que esperamos hasta lo imposible por una rectificación, nos opusimos a lo que sucedía, levantamos nuestra voz, expresamos nuestras preocupaciones y alertas; así lo hicimos –lo hacemos– en defensa de Chávez, desde una postura revolucionaria, sin hacerle concesiones al pragmatismo de derecha que envolvió al gobierno; en todos nuestros planteamientos y críticas, hemos manteniendo siempre una postura revolucionaria que, sin embargo, nos ha costado todo tipo de persecución, acusaciones y la más feroz campaña de desprestigio y mentiras, en un linchamiento que no tiene antecedentes en el país.
Pero no es sólo mi caso, son cientos los líderes o exfuncionarios del gobierno de Chávez que estamos exiliados, perseguidos, acusados por el fiscal sicario o el Poder Judicial subordinado al gobierno, mientras que nuestros familiares han sido encarcelados y reprimidos; han ocupado nuestras viviendas, nos han despojado de todo y pretenden borrarnos de la historia. Otros exministros han sufrido prisión, tortura y tratos crueles y degradantes.
Al madurismo no le importa nada, ni la trayectoria al servicio del Estado, del pueblo, ni la confianza depositada en nosotros por el presidente Chávez. Este gobierno ha convertido a los dirigentes y ministros chavistas en delincuentes, mientras, a sus empresarios y operadores corruptos, en “héroes” y altos funcionarios del Estado.
Cientos de trabajadores, muchos de los cuales son de Pdvsa, están encarcelados, sin juicios, sin derechos de ningún tipo, víctimas de la razzia del madurismo en Pdvsa, para repartirse y destruir la empresa. Igual sucede con trabajadores de otras empresas e instituciones del Estado, presos por exigir sus derechos, salarios justos, por hacer lo que normalmente se hacía en el gobierno de Chávez, cuando había plenas libertades políticas.
Decenas de líderes militares chavistas e institucionales, están encarcelados, han sido torturados, sometidos a tratos crueles, degradados, expulsados de la institución militar a la cual entregaron su vida.
Miles de líderes políticos y luchadores sociales chavistas en todo el país, han sido inhabilitados políticamente; sobre ellos pesan medidas cautelares, una permanente vigilancia y amenazas de todo tipo; muchos han sido detenidos arbitrariamente, botados de sus trabajos y colocados en el ostracismo, bajo la sospecha de ser chavistas o, sencillamente, por estar en desacuerdo con “lo que maduro diga”.
El gobierno, valiéndose del control del Poder Judicial y de la Fiscalía General de la República, ha levantado todo tipo de acusaciones en contra de los chavistas presos o perseguidos; nos acusan y condenan de cualquier cosa: “traición a la patria”, “agentes de la Exxon”, “corrupción”, “concierto para delinquir”, “terrorismo”, sin siquiera mostrar una sola prueba. Nos acusan de cualquier delito, para tratar de ocultar el indudable carácter de perseguidos y detenidos políticos. A los que detienen, los pretenden convertir en presos comunes, delincuentes. Todavía, desde 2015, hay trabajadores presos de Pdvsa, encerrados sin juicio, sepultados en Tocorón, DGCIM, el Helicoide u otras cárceles del país, sin que a nadie le importe.
Son seres humanos, venezolanos que trabajaron y lucharon por el país y hoy son víctimas de la infamia, la injusticia, a algunos, incluso, les ha costado la vida, como los casos del exministro Nelson Martínez y del general Raúl Isaias Baduel.
El gobierno ha convertido a los chavistas de Chávez en enemigos públicos, los invisibiliza. Peor aún, con sus campañas mediáticas y sus linchamientos morales, los deshumaniza, tal como hace Israel con los palestinos, para justificar cualquier barbaridad en su contra.
Lo paradójico, es que los verdugos de los chavistas, son los verdaderos delincuentes. Sus escándalos y tropelías en el país, como el robo de 21.000 millones de dólares de PDVSA durante la gestión de Tareck el-Aissami, no tienen precedente en Venezuela, ni en el mundo.
El gobierno ha desarrollado una guerra sucia, cruel, violenta al extremo, en contra del chavismo, de los que nos hemos mantenido en el camino de Chávez y sus políticas, al lado del pueblo, luchando por lograr un cambio político en el país, que nos permita volver al cauce de la Constitución y las leyes, la soberanía política y popular de la patria.
En esta guerra sórdida, silenciosa y cruel, los chavistas somos tratados con desprecio y violencia por los órganos represivos del Estado, la Fiscalía y el Poder Judicial, así como, por la dirigencia del gobierno. Todos actúan violando los derechos humanos y estimulando el fascismo, la violencia en contra de sus enemigos políticos.
El desmantelamiento del chavismo y el desarrollo de la política económica del madurismo, si bien ha tenido trágicas consecuencias para el país y para las posibilidades de vida de nuestro pueblo, también tiene su expresión política. Lo hemos dicho, una y otra vez, la conducta violenta e intolerante del gobierno, tal como en el filme de Ingmar Bergman El huevo de la serpiente, es el germen del desarrollo del fascismo como conducta política en el país.
En nuestro país, a poca gente le importan los presos políticos y los que están sepultados en vida en los centros de detención, o los que somos perseguidos de manera cruenta y permanente por el gobierno y sus órganos represivos, incluyendo, la Fiscalía y el Poder Judicial. El silencio del miedo y la indiferencia, se imponen en un país signado por el individualismo y la desesperanza. Esto sucede en general con todo el espectro político del país, pero es particularmente grave, en relación con los perseguidos y presos del chavismo.
La mayoría de las veces, los chavistas presos, perseguidos y acusados, somos invisibles para la oposición y sus líderes o las pocas ONG que se encargan de estos asuntos en el país. Igual sucede con la mayoría de los sectores y líderes de izquierda, con la honrosas excepciones de siempre; pareciera que, para algunos de ellos, la tortura, detenciones arbitrarias y represión, tienen dos categorías: “las buenas”, cometidas por el gobierno de maduro; y las malas, las que se critican, cometidos por gobiernos enemigos. Ésta es una doble moral que deja muy mal parado a la izquierda enajenada y es una de las razones por las cuales el madurismo hace lo que le da la gana: mata, reprime, tortura y encarcela en nombre de Chávez. Si Chávez estuviese vivo, probablemente estaría preso, acusado de “corrupción” en su gobierno.
Esta conducta deleznable de guardar silencio o mostrarse indiferente ante la tragedia de las víctimas de la represión, especialmente con las víctimas chavistas, tiene su origen en posturas marcadas por el odio o la intolerancia política; algunos llegan a argumentar que los chavistas perseguidos o presos “se lo merecen”, por ser chavistas o ser supuestos “traidores”, según el madurismo. A otros, sencillamente, no les importa, sin entender que mañana pueden ser ellos, como decía el famoso poema de Martin Niemöller, también atribuido a Bertolt Brecht.
Lo que no se entiende, es que todos somos venezolanos, a todos se nos han violado nuestros derechos humanos, todos hemos sido víctimas de la represión del gobierno y que nuestros familiares han sido encarcelados y perseguidos. Todos queremos un cambio político, que nos permita a todos recuperar nuestra libertad, nuestros derechos y posibilidades de volver al país, a luchar por nuestras ideas, nuestro proyecto y reconstruir la patria, en el ejercicio pleno de la democracia participativa y protagónica consagrada en el texto constitucional.
Por eso, si de verdad queremos ser honestos en el discurso y la acción, si pensamos con grandeza política y humana, cuando se hable de presos políticos, perseguidos políticos, víctimas de la represión selectiva, de familiares secuestrados, de personas que han sufrido la más feroz represión, entonces, debe hablarse de todos, sean chavistas o de oposición, civiles, militares, trabajadores y familiares de los perseguidos políticos.
La calle indica que habrá un cambio político, la soledad y el rechazo del pueblo hacía maduro y el madurismo es inocultable, nadie quiere que continúe al frente de Miraflores. Debemos prepararnos para cualquier escenario del desenlace de esta situación, que se producirá, así el gobierno cometa fraude y desconozca su derrota.
Lo que debe estar claro para todos los sectores políticos, es que el chavismo, óigase bien: el chavismo, no el madurismo, será fundamental para garantizar y sostener el cambio político en el país.
Necesitamos trabajar para conquistar las libertades y derechos de todos los actores políticos y sociales del país, sin distinción de ningún tipo. Nadie quiere dar un salto a otro abismo, a un retroceso peor que el que hemos sufrido con maduro; la garantía de que esto no sea así, es el pueblo y el apego a la Constitución. En este sentido, la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, con un fuerte contenido chavista, tendrá que asumir finalmente su deber y responsabilidad en apegarse a la Constitución y las leyes.
Ésta es una condición básica para conquistar en el futuro inmediato y garantizar la gobernabilidad del país, el apoyo y la unidad de todos. Que todos tengamos la garantía de que cesará la persecución política en el país, de que se liberarán a todos los presos políticos, de que volveremos al hilo constitucional y al imperio de la leyes. Es el momento de que todos los sectores políticos del país se pronuncien al respecto.