Entramos a la cuarta semana de la invasión rusa a Ucrania y a una nueva fase de la guerra en la que el gobierno de Xi Jinping (China) habría mostrado su disposición a proporcionar “ayuda militar y económica –drones y raciones de combate–” a Vladimir Putin (Rusia), según una comunicación entregada por la administración Biden a sus aliados el pasado lunes y a la que tuvo acceso The Financial Times.
China ayudaría a Rusia a mitigar el choque económico, comprándole el petróleo de la misma manera que lo ha venido haciendo con Irán y Venezuela para permitirles eludir las sanciones estadounidenses durante años.
Asimismo, el gobierno de Narendra Modi (India) estaría considerando la oferta rusa para comprar petróleo –importó 4,2 millones barriles/día en 2021, de los cuales 3% era de Rusia– y otras materias primas con descuento, indicaron dos funcionarios indios. Una señal de que Modi quiere ayudar a su socio comercial clave en el área militar (60%), a pesar de los esfuerzos de los gobiernos democráticos de Occidente de aislar a Moscú a través de las sanciones económicas.
Washington no consiguió el apoyo de Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos –dos países que han dependido de la Casa Blanca para su seguridad durante décadas– para incrementar el bombeo de crudo árabe hasta 2.000.000 de barriles diarios. Su intención era imponer un embargo total sobre la importación de petróleo y gas rusos, crucial para cortar la principal fuente de ingresos de Putin y también para compensar el déficit del suministro energético que esa medida causaría.
Tanto el príncipe heredero saudí como el sheikh de los emiratos se negaron a recibir las llamadas telefónicas del presidente de Estados Unidos, según el The Wall Street Journal. Le comunicaron a la administración estadounidense que mantienen el plan de producción aprobado por la Organización de Países Exportadores de Petróleo, y los productores liderados por Rusia, conocido como OPEP+, en febrero, aumentando la producción de petróleo en 400.000 barriles diarios.
También, las conversaciones sobre el programa nuclear iraní con el régimen de los ayatolás se interrumpieron la semana pasada después de que Rusia –uno de los países intermediarios– pidió garantías a Estados Unidos de que las sanciones relacionadas con Ucrania no afectarían su cooperación económica con Teherán.
El gobierno de Biden aceptó la exigencia de Moscú porque quiere reactivar el acuerdo nuclear lo más pronto posible para permitir la afluencia de petróleo iraní –entre 1,3 y 1,5 millones de barriles diarios– al mercado mundial.
El ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov, ayer dijo que el Kremlin había recibido garantías por escrito de Estados Unidos sobre su capacidad de comerciar con Teherán. Un anuncio que da una señal más de debilidad estadounidense, de que estamos en una nueva era en la que la Pax Americana de las últimas tres décadas estaría terminando.
Putin siempre ha dicho que la invasión de Ucrania es una causa justa y necesaria para la dignidad de la civilización rusa, que considera genética e históricamente superior a otras identidades de Europa del Este. Por ello, proteger a los rusoparlantes en Eurasia ha sido una parte clave de la visión del «Russkiy Mir» (Mundo Ruso) de Putin y de la identidad rusa del siglo XXI. Bajo esta visión el exagente de la KGB promueve la idea de que Rusia no es un mero Estado nación, sino un Estado civilización que tiene un importante papel que desempeñar en la historia del mundo.
China, la India, Turquía e Irán también aspiran a representar no solo un territorio histórico o una lengua o grupo étnico en particular, sino una civilización distintiva. Buscan socavar el orden liberal –el respeto a la igualdad de derechos y a la dignidad de las personas mediante un Estado de Derecho (derecho a la propiedad y a realizar transacciones libremente) y un gobierno constitucional con poderes independientes– en la forma de la Unión Europea, y el orden global más amplio de apertura comercial y de inversión creado por el poder de Estados Unidos. Recibió un gran impulso entre 1989 y 1991, cuando el comunismo se derrumbó y los pueblos que vivían bajo él fueron liberados para forjar su propio futuro.
Sin embargo, desde 2006 la libertad global–valor fundamental de las democracias liberales– ha caído durante 16 años consecutivos, según Freedom House, en su encuesta Freedom in the World de 2022.
Por ello, el coraje del pueblo ucraniano ha revivido el espíritu de 1989, cuando cayó el muro de Berlín a manos de los que luchaban por los valores de la civilización occidental: individualismo, liberalismo, constitucionalismo, derechos humanos, igualdad, libertad, imperio de la ley, democracia, libre mercado, separación de poderes.
Sin embargo, Occidente no parece tener la intención de enfrentar directamente a Putin.
La falta del apoyo solicitado a la OTAN por parte del presidente Zelenski para enfrentar los ataques aéreos rusos, lo obligó ayer a afirmar que Ucrania se dio cuenta de que no se convertiría en miembro de esa organización. “Lo entendemos… Durante años hemos escuchado lo contrario: puertas abiertas. Sin embargo, no es así”.
Todo indica que Putin se saldrá con la suya en la guerra contra el pueblo ucraniano, cometiendo crímenes de guerra.
Si la civilización occidental no lucha de una vez por todas contra el Estado civilización, con la posible consecuencia de una Tercera Guerra Mundial –no creo que esté planteado porque perdemos todos–, veremos la caída del orden liberal y el fin de la Pax Americana. Hay que detenerlo. Ese es el mayor desafío.