Haciendo un reporte sencillo de entender para los lectores, sin caer en profundidades ideológicas, políticas y económicas, que dificulten su lectura, es necesario comenzar por una suposición común a la inmensa mayoría del público un año atrás, como era la deducción simplista de que Rusia aplastaría a Ucrania en una semana de guerra, especialmente cuando recordamos la caravana de más de 60 kilómetros de vehículos militares camino a la capital ucraniana, así como la inmensa superioridad cuantitativa y cualitativa en tanques, cañones, misiles, aviones, helicópteros y otros ítems militares.
La derrota del ejército ruso en lo que sería conocido como la batalla de Kiev (24 de febrero al 2 abril de 2022) no solo fue una sorpresa mundial que ha permitido que la guerra se extendiera hasta el día de hoy, un año después de comenzar, cuando sale este artículo, sino que ha puesto en evidencia la relación inmensa que existe entre el sistema político y la economía, que derivan inevitablemente en el apresto operacional de las Fuerzas Armadas de los países.
Desde el punto de vista político, el canciller Lavrov y su personal directivo cometieron inexcusables errores de cálculo político si aconsejaron a Vladimir Putin que se podía manejar el rechazo político inicial de la Unión Europea y que Estados Unidos no usaría la oportunidad planteada para sus fines geopolíticos propios.
Como consecuencia de ello, la OTAN es hoy en día una organización mucho más fuerte que nunca, con 2 nuevos aliados de gran fortaleza económica y militar (Suecia y Finlandia), que ha reactivado por completo su industria militar, que ha convertido a Alemania en el país con el presupuesto militar más grande de Europa en camino a la recuperación de su antiguo prestigio militar, a la vez que no pudieron imaginar una alianza militar mundial de muchos países, que funciona desde la base militar estadounidense de Ramstein en Alemania, que podemos referir del siguiente modo:
“El principal aliado de Ucrania es Estados Unidos, pero también tiene el apoyo de los 27 miembros de la Unión Europea, Gran Bretaña y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que cuenta con 21 países de la UE. De hecho, varios países han prometido ayuda militar por el ataque ruso que ha impactado en las principales ciudades ucranianas”.
Barcelona. Los ministros de Defensa de 50 países que dan apoyo militar a Ucrania ante la invasión rusa se reúnen este viernes en Ramstein (Alemania), la base estadounidense más grande de Europa, para abordar el suministro de más armamento a Kiev, incluidos los polémicos tanques Leopard. En la reunión participan el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg; el secretario de Defensa de Estados Unidos, Lloyd Austin, y el ministro de Defensa ucraniano, Oleksii Réznikov, así como sus homólogos de Alemania, Reino Unido y Polonia, entre otros”.
Esta situación política sin duda que es un fracaso evidente de la diplomacia rusa, cuyo mayor éxito ha sido lograr el apoyo de los gobiernos de muchos países africanos y latinoamericanos, que apuntan al cuidado de su discurso político antioccidental, antiglobalización y antiimperialista, que no permite en ninguna forma cualquier tipo de alianza con Estados Unidos, para mantener una ficción de rebeldía y conflicto, que choca en casi todos los casos con los intereses económicos de sus élites políticas que tienen sus fortunas foráneas en cuentas en dólares estadounidenses y euros, así como propiedades inmobiliarias en países desarrollados, que apoyan a Ucrania.
En este sentido, se puede referir lo siguiente:
“En el bando contrario, los países que apoyan a Rusia son los que forman la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), una alianza militar que fue creada tras la caída de la Unión Soviética y a la que pertenecen, además de Rusia, Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán… Hay otros países que se postulan en favor de la ofensiva militar rusa, bien por tener en Estados Unidos un enemigo común o por otras razones de índole política. Así, entre los gobiernos que respaldan a Putin tras su decisión de reconocer la independencia de las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk y agravar el conflicto armado en la zona se encuentran los de Cuba, Venezuela, Nicaragua, Irán y Siria”.
Mas, el verdadero desafío político diplomático es involucrar al gobierno de la República Popular China, cuyo peso económico equilibra el peso de la OTAN y arrastra políticamente, mas no militarmente, a casi todas las naciones del grupo de los No Alineados (120 naciones), por el peso de las relaciones comerciales y financieras que tiene China con dichas naciones.
No es exagerado decir que la guerra de Ucrania “resucitó” a la OTAN y aisló a la Federación Rusa, de muchos países importantes desde un punto de vista económico y tecnológicamente.
Desde el punto de vista económico, la situación no es menos grave, aunque en el discurso a la nación el mismo presidente Putin tenga el atrevimiento de culpar a los empresarios rusos de ser los únicos responsables de las confiscaciones de sus cuentas, empresas, yates y casas, debido a que según él, estos recursos deberían estar invertidos dentro de Rusia y no en el exterior. Quiero recomendar al lector la excelente transmisión de este discurso en español, hecha por Telesur -se dará cuenta de lo increíblemente parecido en forma y fondo que son los gobiernos de Venezuela y Rusia, desde el estilo político del lenguaje hasta la cultura política centralista, que debe resolver todos los detalles sociales de sus gobernados-, en el que se hace hincapié en un tema que los venezolanos conocemos demasiado bien: las sanciones económicas.
Yo recuerdo haber escuchado a un presidente de Venezuela decir que las sanciones no afectarían a la economía de Venezuela, aunque hoy en día, todos los problemas del país (macros y micros), incluyendo el aumento de los sueldos de los docentes, pasan según el gobierno por el levantamiento de las sanciones para realizar cualquier política pública.
Así, de la misma manera, va a terminar la economía rusa, cuando las sanciones tengan sus efectos devastadores a mediano y largo plazo y los países que compran productos rusos se vean obligados a cambiar sus orientaciones comerciales, bajo las amenazas comerciales y financieras, que sí entienden muy bien los gobiernos de los países menos desarrollados económicamente.
Entendamos que si tienen la capacidad y disposición de amenazar a China con “bajarle la cuchilla” si acude en auxilio logístico e industrial de Rusia, qué pueden esperar los demás países, qué les va a pasar, de seguir con el discurso y las conductas contra Estados Unidos y sus aliados, de forma que muchos gobiernos están más preocupados por ser “amigos” que adversarios de las potencias tradicionales y no consiguen cómo decírselo a sus bases políticas (seguro que el lector pensará en esos políticos oficialistas que dicen que aman al pueblo estadounidense, pero que el problema es el gobierno “maquiavélico” de Biden, que no los comprende o acepta, por razones “malvadas”).
No tocaremos los aspectos militares, de inteligencia y tecnológicos, porque este artículo, pasaría de 1.200 a unas 7.000 palabras para describir las diferencias exponenciales de lo ocurrido este año de guerra y que es mejor dejar para el final del conflictoi, cuyo final dependerá sin duda del aguante logístico y humano de ambos bandos en la próxima ofensiva de primavera.
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