OPINIÓN

La guerra de los chips

por Beatriz De Majo Beatriz De Majo

Sin una explicación razonable, China lanzó la semana pasada un bloqueo a la empresa norteamericana Micron al recomendar a las sociedades que operan dentro del ámbito chino dejar de adquirir sus productos. Micron es una sociedad norteamericana ranqueada como la primera productora de componentes electrónicos- particularmente chips de memoria- de Norteamérica y la tercera a escala planetaria con ventas globales de 32.000 millones de dólares.

El golpe fue cuidadosamente calibrado. La empresa basada en Idaho y establecida en Xi’an desde 2007 llevaba un buen tiempo expandiéndose a un ritmo de más de dos dígitos anuales y, en el último ejercicio, había reportado allí ingresos directos por 25% de sus ventas globales. La medida va orientada a golpear donde más duele: lo que el gobierno considera entes de “infraestructura crítica”, es decir, los clientes en los terrenos críticos de la banca, energía, telecomunicaciones, transporte y manejo de data.

La administración del ciberespacio de China no dejó dudas: «Los productos de Micron tienen problemas potenciales de seguridad de red relativamente serios, lo que representa un riesgo de seguridad importante para la cadena de suministro de infraestructura de información crítica del país».

El único detonador de esta medida, sin embargo, parece ser político. Podría decirse que configura la retaliación del régimen chino a acciones norteamericana en el terreno de la tecnología que afectan severamente la producción de semiconductores. Es la primera vez que Pekín se anima a agredir oficialmente a una empresa americana, ya que lo usual era que los americanos fueran los que regularmente trajeran a la palestra de la seguridad nacional sus medidas de bloqueo al comercio de productos de origen tecnológico. No solo la Casa Blanca ha prohibido a sus empresas del sector electrónico vender material sensible susceptible de reforzar el arsenal militar chino, sino ha ido tan lejos como convencer a japoneses y holandeses de dejar de exportar con ese destino material sofisticado.

Una precisión debe ser hecha. La medida que sí tomó por sorpresa a los clientes Micron en suelo chino, no está orientada a generar un cisma dentro del sector, por ahora, sino a servir de respuesta a las agresiones de Washington. La realidad es que los suministros de esta empresa pueden ser reemplazados por las producciones de las empresas surcoreanas Samsung y Hyundai Electronics, establecidas en Xian y Wuxi, en territorio chino.   Pero ocurre que ambas son recipientes de importantes subsidios norteamericanos que contribuyen a mejorar su competitividad. Si la escalada de tensiones entre Pekín y Washington continuara, como seguramente será el caso en el futuro cercano, también las producciones de estas grandes industrias de semiconductores pueden ser objeto de retaliación.  Los daños ocasionados a estas empresas privadas con facilidades industriales que atienden la demanda china y clientes globales pudieran ser enormes. Así lo señalan expertos que aseguran que “están tratando de comprar tiempo esperando que ocurra lo mejor, pero preparándose para lo peor”.

El efecto multiplicador que se trasladaría a toda la industria de semiconductores será de gran alcance. Terceros países e industrias privadas por doquier en el planeta no asistirán a la batalla por la primacía y el liderazgo entre los dos titanes como meros espectadores. La búsqueda de autonomía tecnológica de China y su agresividad frente a Estados Unidos comportará un costo para todos en el planeta.