El recuento-análisis de la sucesión de eventos ocurridos en la última semana comienza con el reconocimiento de Maduro en su responsabilidad por la crisis que afronta el país. “No permitamos que nadie nos caiga a coba (mentiras)”, dice Maduro, «no nos autoengañemos, hay cosas que están mal y no es por culpa de Donald Trump, es por culpa de nosotros. Debemos cambiar todo lo que está mal”.
Esta confesión fue precedida por una petición de encuentro con el presidente de Estados Unidos. “Le he dicho al gobierno de Donald Trump y lo he hecho: cuando quiera, donde quiera y como quiera, estamos listos para el diálogo con respeto, con altura, con dignidad, para atender los asuntos bilaterales y establecer nuevas bases de relacionamiento”. Solicitud realizada el 2 de enero, informa el medio de comunicación Cubanet, su medio favorito.
En el texto se pueden señalar dos cosas: la primera, el reconocimiento de Trump como imprescindible; y la segunda, si ejerces una presidencia ilegítima, cómo te atreves a hablar a un legítimo líder americano como un igual, y encima pides respeto y altura, condiciones que tú violas persistentemente.
Las respuestas no tardaron en llegar. Las declaraciones ocurrían al mismo tiempo que se efectuaba la gira de Juan Guaidó, en cuyos momentos finales recibió el reconocimiento de Pedro Sánchez como presidente legítimo, el apoyo explícito de Trump al “presidente legítimo” y el aplauso cerrado del Congreso americano en respaldo a su valor y legitimidad.
Estos dos eventos trascendentales, negativos para el régimen, se ven reforzados por la decisión de Maduro de cerrarle las puertas a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, impidiendo su entrada, sin ninguna explicación y a través de una orden a la línea aérea que los transportaba.
Haciendo un balance de estos eventos hemos encontrado un momento excepcional para lograr la unidad de la alternativa democrática. Partiendo de la valoración de las fuerzas que tenemos puertas adentro, de su empeño en lograr las condiciones que permitan entrar en los procesos electorales requeridos para lograr el cambio político. Hay que apreciar el apoyo externo, pero al mismo tiempo reconcentrarse en el dolor, el sufrimiento que marca la vida de la mayoría de los venezolanos que mueren por falta de medicinas, en la población infantil que presentará huellas de deterioro imborrables en su futuro si no logra superar en lo inmediato la desnutrición que los aqueja y la falta de medicamentos para sus males.
Al igual que la pesadumbre atroz de los hogares que tienen familiares presos, torturados solo por el hecho de expresar su descontento. La tristeza de las familias rotas, donde algunos de sus miembros, y con frecuencia, el jefe de hogares es forzado a emigrar desesperado por encontrar soluciones en países donde muy difícilmente puedan dar apoyo debido a sus propias dificultades internas. Estas razones valen para deponer las posiciones cerradas, para seguir insistiendo en una solución extraordinaria, fuera de nuestro dominio.
La lucha importante es adentro creando conciencia, lo cual estoy convencida de que no es imposible, a los miembros de la Fuerza Armada sobre este proceso autodestructivo que la carcome, la iguala con grupos irregulares de milicianos, integrados por gente en estado de pobreza, desnutrida, carente de disciplina, conocimientos y ninguna base moral para distinguir el legítimo rol de la Fuerza Armada como garante de la seguridad y protección de todos los venezolanos.
A diario ocurren manifestaciones interminables, paros de educadores, universidades, personal de salud, médicos y enfermeras, trabajadores públicos, todos protestando por la frustración de no poder cumplir con sus deberes y por la miseria que viven bajo este régimen. Las comunidades se rebelan ante la crisis de servicios y seguridad, porque las policías están igualmente en crisis.
Esta suma de factores internos reforzada por el apoyo internacional a Juan Guaidó debe constituirse en razones poderosas para repensar las condiciones que nos separan, que impiden la unidad. Un solo niño que muera por desnutrición o falta de medicamentos debe revolver nuestra conciencia porque pudo ser evitado. La pizza nunca llegará, o llegará cuando pongamos el ingrediente principal, nuestra invencible barrera humana construida en unidad. Por supuesto que jamás una dictadura como la de Maduro-Cabello-Padrino-Cuba creará condiciones ideales para votar, eso está claro, pero sí es posible que dejen de actuar como un bloque y cada uno trate de salvarse hundiendo al otro.
La obstrucción a la unidad es mucho menor que la aspiración a lograrla y sobre todo el acuerdo para llegar a elecciones liberadoras es muy posible, como lo pide más de 70% de los ciudadanos.