OPINIÓN

La gran mentira

por Isabel Pereira Pizani Isabel Pereira Pizani

En zonas como Catia la gente no creyó el resultado anunciado por el CNE el lunes en la madrugada y salió a protestar

Cada venezolano está hoy confrontándose consigo mismo. La verdad se impone sin pudor, la gente masivamente decidió cuál camino había que tomar, de qué manera quería vivir. Algo que parece inapelable pero que se confronta con la mentira, con los falsos caminos.

Amanecemos bajo un desafío que no podemos negar, tapar u ocultar. Se nos quiere obligar a aceptar una gran mentira, continuar nuestra vida cotidiana como si la realidad fuese distinta a lo que realmente ha sido y la que hemos decidido, escogido.

Creo ser una persona decente como la inmensa mayoría de los venezolanos. Es mi definición, intento unir mi vida cotidiana con mis creencias. Trabajo en las cosas que creo, no puedo concebir vivir de una manera distinta y sé que es el privilegio más grande al cual puedo aspirar.

Sin embargo, un grupo de personas decidieron que podría marcar el rumbo de nuestra existencia por el camino que ellos quieren imponer. Salta la pregunta ¿podemos aceptar vivir bajo la mentira, silenciar, borrar aquello que creamos y creímos todos?

¿Puede una mentira gigantesca imponerse, definir nuestro futuro inmediato?

Tenemos que esforzarnos por ver claro, preguntarnos ¿qué empujó a la gran masa de venezolanos a salir de sus viviendas, empobrecidas, semivacías porque faltaban muchos que habían tenido que huir antes?, ¿qué llevó a la gente a desafiar el poder grosero que les querían imponer, a actuar contra su conciencia, obligarlos a negar lo que creían era el mejor camino?

Frente a la decisión masiva de la gente, de los venezolanos, se pretende imponer con las armas y la represión una gran mentira. El régimen ha rebuscado hasta el infinito para encontrar una salida y lo único que se le ha ocurrido es mentir, descaradamente, inventar números falsos.

Una pregunta se hace fija en mi mente: ¿Acaso ignoraban el rechazo y el hastío que sentía la gente frente a su gobierno?

¿Qué creían que pensaban los padres de familia cuando veían que sus hijos no tenían escuelas, que los maestros perecían en la miseria, al igual que ellos? ¿Qué sentía un trabajador cuando recibía poco más de 3 dólares como salario por su trabajo? ¿Qué empujaba a la gente a arriesgar su vida en la selva del Darién?

Hoy tenemos la respuesta y la gente la expresó en el momento de votar, decidieron por cada uno de ellos y por sus familias.

Una pregunta que me asaltaba muchas veces era  ¿por qué el régimen iba a participar en una contienda electoral que de antemano sabían que estaba perdida?, ¿o acaso lo ignoraban? Hoy creo saber que, en medio de su ceguera ideológica e ignorancia histórica, pensaban que el triunfo era algo que estaba ahí. Era imposible que pensaran que el país se voltearía contra ellos, que les negarían toda posibilidad, hasta de volver.

Creyeron que podían ganar y decidieron adelantar las elecciones. El discurso de Padrino cargado de contenidos ideológicos era una oda a la ceguera política, juraban que el afán por la democracia no volvería porque ellos habían mostrado el camino de la redención. Gritaba “no volverán “ y volvieron. La gente más humilde desde sus hogares, por sus familias salieron y expresaron sus más profundos sentimientos.

Resulta que recibieron la muestra, el derechazo más contundente que el pueblo venezolano haya mostrado ante quienes los han gobernado.

El grupo que controla el poder hasta ahora no ha podido articular un mensaje coherente que intente justificarlos, la postura solo ha sido negar la realidad, mentir y reprimir. Hoy intentan ensayar un camino apostando al Tribunal Supremo de Justicia, un sendero que ellos mismos han envilecido. Quieren trasladar la fabricación de pruebas a una institución que se empeñaron en pervertir. El Tribunal Supremo de Justicia fue convertido en una oficina que ejecutaba las órdenes de Miraflores, mal puede hoy convertirse en el gran Tribunal que dilucide en este drama que envuelve a todos los venezolanos. Al TSJ le corresponde la Rectoría del Poder Judicial, constituye parte del Sistema de Justicia, es el máximo órgano rector del Poder Judicial, y goza de autonomía funcional, financiera y administrativa. En su carácter de rector del Poder Judicial y su máxima representación, le corresponde la dirección, el gobierno y la administración del Poder Judicial.

La estrategia de trasladar el muerto de la mentira desde las salas de totalización del CNE a la Sala Electoral del mal nombrado Tribunal “Supremo” de Justicia es parte de la gran mentira. EL TSJ es una institución que ya fue asolada y descargada de valor institucional por el mismo gobierno que hoy pretende que lo redima. Las “actas” prefabricadas por el gobierno irán a la sede de la Sala Electoral, que las examinará y dirá que en virtud de su contenido Maduro será el próximo presidente de Venezuela.

Una farsa mal elaborada, que tiene al mundo entero como testigo, la sala electoral de un tribunal que no es supremo, ni de justicia, una institución que deja de ser garante del Estado de Derecho y que está abiertamente politizada por el régimen no puede decidir la suerte de los venezolanos en este momento histórico. Hoy este TSJ sufre los efectos de haber dejado de ser un poder independiente capaz de representar el Estado de Derecho, ser el adalid de las reglas del juego de la democracia donde prevalece el equilibrio de poderes. Maduro pretende enlodar más la suerte de este tribunal, arrastrarlo en la mentira amparado por los cañones y las armas de Padrino para obligar al pueblo a aceptar la gran mentira.

Sabemos que lo único que no podemos detener es el tiempo, incurre implacable y desnuda las mentiras, desviste las falsedades y sólo deja aquello que tiene valor en pie.

María Corina hoy somos todos nosotros, nos está representando, está luchando en nuestro nombre, librando una batalla sin cuartel para que la verdad salga a flote. Esta es una realidad inapelable, no pueden con subterfugios crear una falsa realidad y poner a unos jueces sin mérito alguno a decidir la suerte del país.

Todavía tendría Maduro la posibilidad de aceptar la invitación de Edmundo González de sentarse y lograr acuerdos que detengan la represión contra el pueblo que está revuelto contra el intento de ser sometido por una gran mentira. El reloj corre, el mundo entero está mirando, los venezolanos están furiosos por el engaño y no valdrán excusas para ocultar lo que es una gran verdad.

El mundo entero sabe y conoce la verdad, es imposible que un esperpento de Sala Electoral se convierta en el gran juez que va a arrebatar la libertad a los venezolanos y nos hundirá en un proceso amargo de empobrecimiento y dolor.  Los venezolanos queremos ser libres, trabajar con dignidad y lograr que los millones de venezolanos que han partido regresen a sus hogares.

Hoy nos toca a cada uno resistir ante la ignominia y la destrucción de nuestro país.