Por Alex Fergusson*

A partir de 1972 cuando tuvo lugar la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente, en Estocolmo, y luego con el Informe Brundtland (1987) y las Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente en Río de Janeiro (1992); Johannesburgo (2001), y Río de Janeiro (2012), se inserta definitivamente la variable ambiente en el tratamiento de los grandes problemas socioambientales; este proceso concluyó con la formulación de un nuevo paradigma como el desarrollo sustentable.

No obstante, a pesar de importantes principios establecidos en los acuerdos internacionales sobre el ambiente, algunos derechos, necesidades y normas de convivencia global que afectan a los países, no encontraron espacio de discusión en los diferentes escenarios, y tampoco se ha logrado el pleno cumplimiento de los acuerdos a favor de la sustentabilidad. Este es quizás el principal dilema a enfrentar.

La índole indivisible del medio ambiente y sus vínculos inextricables con las dimensiones política, social y económica del desarrollo sostenible, dependen de buenos procesos de adopción de decisiones de gobernanza basadas en conocimientos, instituciones eficaces, políticas públicas, leyes, reglas y normas que, a su vez, requieren:

  • Coherencia de los procesos internacionales de adopción de decisiones;
  • Capacidades adecuadas para alcanzar los objetivos convenidos y atender las prioridades ambientales nacionales mediante la adopción de prácticas institucionales adecuadas;
  • Integración de la sostenibilidad ambiental en el desarrollo a nivel regional, subregional y nacional.

Al respecto, parece haber un consenso alrededor de cinco elementos principales relacionados con la gobernanza ambiental mundial (GAM), entendida como “el gobierno y la administración del medio ambiente y los recursos naturales desde su consideración como un bien común mundial”:  a) el liderazgo por instituciones excelentes y competentes, respetadas y apoyadas por líderes mundiales de primer orden; b) los conocimientos; c) la coherencia, a través de una visión ambiental mundial compartida; d) el rendimiento, con instituciones bien gestionadas, que tengan los recursos necesarios y los usen de manera eficaz; e) la integración a otros espacios de política internacional y a instituciones no ambientales, lo cual requiere:

  1. Coherencia de los procesos internacionales de adopción de decisiones;
  2. Capacidades adecuadas para alcanzar los objetivos convenidos y atender las prioridades ambientales nacionales mediante la adopción de medidas jurídicas e institucionales adecuadas;
  3. Integración de la sostenibilidad ambiental en el desarrollo a nivel regional, subregional y nacional.

Pero el estado de cosas actual en la GAM, dista de cumplir cualquiera de estos imperativos. Frente a la necesidad de responder al carácter complejo de la problemática ambiental se necesita una gestión multilateral coherente entre los más diversos actores implicados, pero la comunidad mundial ha sido incapaz de responder a este desafío y la gobernanza actual adolece de una serie de deficiencias.

En particular, porque la toma de conciencia sobre la importancia del componente ambiental no parece haber sido suficiente para producir los cambios paradigmáticos en la cultura de la producción y el consumo a nivel planetario, requeridos para garantizar un bienestar colectivo que pueda mantenerse en el tiempo, mientras los procesos de “globalización de la economía” y el deterioro ambiental que los acompaña, han avanzado más rápidamente que el proceso de comprensión del alcance y significado y la aplicación del concepto de desarrollo sustentable.

Así que, después de más de 30 años de la Cumbre de Río, el reto sigue siendo asegurar un renovado compromiso político con el desarrollo sustentable, evaluando los avances logrados hasta el momento y las deficiencias que aún persisten en la aplicación de la Agenda 21 y en el logro de los Objetivos del Desarrollo Sustentable, así como el riesgo de los nuevos desafíos ambientales que emergen.

En la actualidad, lo cierto es que, a pesar de la conciencia creciente en torno de las cuestiones ambientales en los países desarrollados y en vías de desarrollo, la degradación del ambiente continúa y nuevos problemas ambientales aparecen. Todo ello se debe al estado crítico de la gobernanza ambiental mundial, el cual todavía es incapaz de tratar adecuadamente los problemas ambientales, por causa de varios factores: a) la gobernanza fragmentada en el seno de las Naciones Unidas, b) la falta de implicación de las instituciones financieras, c) la proliferación de acuerdos ambientales que entran a menudo en conflicto con medidas comerciales, además, de la división entre los países del norte y el abismo persistente entre los países desarrollados y los países en vías de desarrollo.

Así pues, la comunidad mundial ha sido incapaz de responder a este desafío y la gobernanza actual adolece de una serie de deficiencias, pues la crisis es causada por el carácter acelerado y probablemente irrevocable del impacto de las acciones humanas sobre la naturaleza, lo cual requiere respuestas colectivas por parte de las instituciones internacionales, los gobiernos y de la ciudadanía.


*Biólogo, ecólogo. Excoordinador del Vicerrectorado Administrativo de la UCV.


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