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La gestión escolar y la política pública educativa

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Por Lonis Chacón

Para el logro de los fines educativos, las instituciones demandan de una gestión escolar cónsona con los cambios del pensamiento del siglo XXI que, además del dominio de competencias de gestión, posean un perfil transformador de la acción; individuos con una mente amplia, flexible y humanistas, que puedan conducir a las organizaciones educativas hacia verdaderas metas sociales, establecidas en el plan de la nación.

La gestión es, ante todo, un sistema de saberes o competencias para la acción, un sistema de prácticas. Es decir: para que las organizaciones realmente puedan optimizar los frutos de la gestión, es necesario pasar de una estructura de conocimiento individualista a una estructura colectiva, en la que todos los integrantes de la organización aporten su porción de conocimiento. Se puede decir que este enfoque de la gestión escolar no tiene mayor interés si no desemboca en lo operativo y vincula el problema como necesidad social.

En la contemporaneidad, los órganos de la administración del Estado están rigurosamente jerarquizados, el poder de decisión se centra única y exclusivamente en el vértice de la jerarquía. La Constitución, en efecto, reconoce a los estados y a las municipalidades una serie de competencias, entre las cuales están las de tipo exclusivas, así como las de carácter concurrente con el Poder Nacional. Sin embargo, tanto por razones de orden constitucional como por la forma como actúa el Poder Nacional, sobre todo el Ejecutivo, puede afirmarse que el Estado y el gobierno venezolanos son esencialmente centralistas.

Siempre será tema de discusión si el Estado intenta, en realidad, de cumplir su gestión de forma desinteresada, a favor de todos, al amparo de toda la normativa jurídica que trata con equidad y justicia al pueblo, o si, por el contrario, de manera solapada solo responde ante los intereses de clase, ya que a lo largo de la historia han sido inherencia directa de esa clase las decisiones centralizadas. Sin embargo, con las revoluciones y el ingreso de todas las clases sociales al sistema se plantea el asunto de que el pueblo lleva dentro de sí la posibilidad de cambiar o usar esas estructuras a su favor.

En las nuevas tendencias de la gestión escolar, dada la complejidad de los servicios y tareas que está llamada a cumplir, se considera que, en principio, las formas descentralizadas y desconcentradas son las que más se ajustan a los requerimientos de esa complejidad; no obstante, la centralización y la concentración, como forma de controlar las decisiones más significativas para la organización, en cuanto a garantizar su unidad y su buena marcha, son absolutamente indispensables, y en determinadas circunstancias, debe considerarse como un mal necesario el aplicar formas marcadamente centralizadas.

Por consiguiente, considerar la aplicación de una forma centralizada o descentralizada, con mayor o menor acento, no es lo importante, sino tener presentes los objetivos que se persiguen en un momento determinado. De ahí, pues, que se hace perentoria la reconstrucción de una gestión escolar más descentralizada, en un mundo complejo e incierto, en el cual se privilegie a la persona y sus connotaciones.

Evidentemente, el asunto sería educar a un estudiante crítico y reflexivo que pudiera ser capaz de transformar las estructuras, a fin de que la educación dejara de ser instrumento ideológico del Estado para beneficio de una determinada clase y reproducción del sistema de producción dominante, sino una educación que permita la auténtica realización del ser y, además, logre erigir una cultura de calidad en las organizaciones educativas, dentro de un proceso de cambio y transformación social desde lo local, regional y nacional.

P​[email protected]

 

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