El convulso tiempo que vivimos trae cada día un inmenso caudal de hechos y de información para los historiadores. Nadie se atrevería a decir hacia cuál estado de cosas estamos evolucionando y el aporte que harán las nuevas generaciones.
A Niall Ferguson, escritor y profesor en Harvard, le preocupa, por ejemplo, el impacto de los cambios en la llamada generación Z y en el papel mismo de las nuevas generaciones en la evolución de las ideas, en la creación de tendencias, en el aporte al desarrollo civilizatorio. Es que la relación de este segmento poblacional con el trabajo, el tipo de carreras a escoger, su autovaloración, sus intereses y su inserción en el mundo político o de la acción social pueden ser determinantes. Recientes entrevistas y coloquios académicos le permiten a este historiador británico insistir en estos temas.
Pensando en la generación Z, a Ferguson le inquieta, por ejemplo, el desarrollo de una forma de pensamiento que bajo el paraguas revolucionario del despertar (cultura woke) descalifica el pasado, lo somete a un revisionismo sin criterios sólidos, promueve la desmemoria o esa forma de fantasía alimentada por la nostalgia, congrega a las personas en función de sus diferencias, las magnifica y las entroniza, se adhiere simultáneamente a radicalismos y a formas de relativismo que igualan lo fundamental con lo baladí, lo permanente con lo novedoso, la verdad con la no verdad o la propaganda, lo real con lo ilusorio. Es la cultura del extremismo y el fanatismo revestido de normalidad. Le inquieta también la falta de oportunidades para los jóvenes en general, desde la posibilidad de una casa hasta la posibilidad de programar su futuro.
El liderazgo en los tiempos que corren tiene nuevos retos, pero también nuevas exigencias y nuevas limitaciones. La falta de fe en los líderes es su mayor debilidad. Los nuevos líderes están ahora en la red. Dice Ferguson: “La World Wide Web pasó de ser una red descentralizada a ser una red muy jerárquica, en la que empresas de plataformas como Google, Amazon y Facebook lo dominan todo”.
En lo personal siento que asistimos a momentos en los que se alimenta una pérdida del valor de la Historia, de la memoria colectiva. Los fundamentos se cambian por slogans. El respeto por lo acordado socialmente, por la Constitución, por ejemplo, se cambia por ardides que esconden el voluntarismo y los intereses circunstanciales. Se entroniza la mentira, la hipocresía, el juicio cáustico sobre el otro, la descalificación de los mayores. El radicalismo respecto de los nuevos temas, como ambiente, sexo, el valor de la familia, la revisión de la historia, genera una corriente de antagonismos y condenas. El peso de la propagada suple el espacio de la verdad. Se proclama como verdad de fe y se sostiene de manera belicosa un libertinaje total en los principios y en las ideas, promoviendo un ambiente en el que el valor de todas las cosas o se cuestiona o está en tela de juicio. Ahora nos dirigimos a una fase progresista, dice Ferguson, y la explica como una reacción a los populismos, al proteccionismo, al paternalismo.
A Ferguson le preocupan, desde luego, la guerra y sus consecuencias, la invasión rusa a Ucrania, el conflicto palestino-israelí, el creciente armamentismo, la lucha de poder entre países o bloques de países, el desarrollo de tendencias que van de la democracia a los autoritarismos, de la libertad a la opresión, de un mundo previsible en función de los acuerdos sociales a otro dominado por la anarquía y la ilegalidad. Le preocupa también, y muy especialmente, la evolución de las ideas, de la ciencia, de la tecnología, y su efecto en los seres humanos, en la cultura, en la convivencia.
En un país como el nuestro y dentro de un ambiente en el que las ideas no son objeto de observación y menos aún de debate, la inclinación de nuestros jóvenes venezolanos a sumarse a estas nuevas corrientes debe inquietarnos. Ello debe convertirse en un punto focal de actuación de las élites que nos gobiernen. Es preciso impulsar la instauración de un ambiente de discusión de conceptos, ideas y principios, en el que se ventilen y contrasten estas nuevas tendencias “liberales”. Y es menester contar con instituciones capaces de guiarnos a todos en este nuevo rumbo en el que jóvenes y no jóvenes estaremos ineluctablemente comprometidos.
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