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La generación perdida

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La tolerancia llegará a tal nivel que las personas inteligentes tendrán prohibido pensar para no ofender a los imbéciles” (Fiódor Dostoyevski).

Corriendo el riesgo de caer en la reiteración, vivimos tiempos oscuros. Estos años de gobierno social comunista que nos toca sobrevivir, están marcando el periodo más negro de nuestra joven democracia. La irrupción de Podemos, la filial de Maduro en España, en nuestras instituciones ha propiciado una inestabilidad, una tensión y una paranoia que resulta extemporánea en un país como España, a fin de cuentas integrado en Europa. Es cierto que Europa, hoy por hoy, no es ninguna garantía y que la Unión Europea ha devenido en lo que la originó, para más ende, el Mercado Común, convirtiéndose de nuevo en una organización de países ligados por su economía, exclusivamente.

Si no fuera así no se puede comprender cómo un país como Bélgica, miembro de lo que se supone una confederación de naciones, puede negar la extradición de un prófugo de la justicia, reclamado por delitos tan graves como la sedición a otro país miembro. A no ser que, en Europa, haya socios de primera y socios de segunda, como realmente ocurre.

Haciendo mía la cita de Fiódor Dostoyevski, es increíble hasta qué punto la tergiversación de la información, de la doctrina y, en definitiva de la realidad puede influir en la opinión de algunas generaciones de nuestro país, desgraciadamente ya en poder del sufragio universal. Generaciones que son el producto de años y años de adoctrinamiento, de reinterpretación de la realidad actual e histórica y de no plantearse el alpiste que se les está ofreciendo. Generaciones, en definitiva, desinformadas y desinteresadas, víctimas de leyes educativas al servicio de diversas causas, nunca de la docencia. Nunca de la educación.

Este sistema educativo se ha disfrazado de tecnocracia para ocultar el adoctrinamiento. Es cierto que en países económicamente más viables, este sistema de especialización ha dado sus frutos, creando tecnócratas muy especializados en su campo y, sin embargo, auténticos analfabetos en aquello que no compete a su ámbito profesional.

Los que derivamos de la EGB (Educación General Básica), cual es mi caso, no podemos comprender que las nuevas generaciones, por ejemplo, desconozcan por completo la historia contemporánea. No ya la mundial, sino la de nuestra triste España, camisa blanca de nuestra esperanza. Uno no puede sentir apego y, por lo tanto interés en el devenir de su nación si no conoce los avatares que la han llevado a su momento actual. No es posible juzgar con criterio donde estamos, si no sabemos de dónde venimos. Aún más inviable intentar dilucidar adónde vamos o adónde queremos ir.

Así, pues, la paradoja es nuestro modo de vida, la realidad, un escenario cambiante al antojo de la oportunidad política.

Es así. Estamos asistiendo, en los últimos tiempos a una institucionalización del modelo andaluz, sea esto dicho sin ninguna acritud contra sus gentes, sino contra aquellos que han gobernado, durante lustros, esta comunidad autónoma.  La normalización de la subvención, de la pensión y de la ayuda económica en general, sufragada, eso sí, por el erario público convirtió a esta comunidad autónoma en un feudo socialista, merced al voto comprado con dicho dinero público.

Pues ahora asistimos a la generalización de dicha política. Baste el ejemplo de los 400 euros prometidos a todos los jóvenes al cumplir 18 años, con el fin de que los gasten en manifestaciones culturales. No es casualidad que este dinero vaya a llegar al bolsillo de nuestros jóvenes justo en la edad en la cual van a empezar a votar, como tampoco es lícito que se restrinjan aquellas expresiones culturales que no concuerdan con el ideario de Podemos, como la tauromaquia, para más ende nuestra fiesta nacional.

Resulta que el manga japonés merece más consideración y ayudas públicas que el mundo del toro, del cual viven miles de familias en nuestro país. El sectarismo nos está llevando por caminos de perdición que solo conducen a un final frio y gris, como el que disfrutan nuestros amigos venezolanos, para su desgracia.

Este es el modelo de los socios de gobierno del PSOE. Este es el espejo en que se miran. El modelo bolivariano de Maduro, el castrismo en Cuba. Ejemplos que nos tendrían que hacer reflexionar pues ya nos han demostrado adónde pueden llevar.

Así que, mientras sigamos dominados por el moralismo de la permisividad disfrazada de tolerancia, por el modelo inclusivo y el lenguaje remodelado de nuestras ministras  podemitas, la cosmovisión que cabría esperar de una generación tan académicamente solvente como la de nuestros hijos, será una microvisión. Mientras sigamos golpeando nuestra cultura y nuestra lengua milenaria con palabras tales como “matria“ o “todes“ no podemos esperar sino polvo y miseria.

Cabe pensar que, tiempo atrás, las generaciones que levantaron este país comieron mucho pollo, porque no había para ternera, mientras que estas podemitas en la cima de nuestra clase política han comido muchas pollas para levantarse a sí mismas. Posiblemente de esta paradoja surge el lenguaje inclusivo que tanto les gusta.

Contra todo esto no queda más que estar informado, con el fin de tener una opinión propia, no abducida. Contra la desinformación, información; contra la incultura, cultura; contra la falta de criterio, educación.

Infórmense. Fórmense un criterio propio. No se dejen influir.

Espabilen, coño.

@julioml1970

 

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