Los niños que gateaban se han saltado el sublime proceso de la vida, ya han aprendido a correr antes de caminar, pues empezaron a luchar por el país que sus padres en su momento no defendieron, por los sueños que un sinfín de discursos les prometieron y que jamás les cumplieron. Sin consentimiento alguno, nuestra inocencia fue arrebatada por los gases y los disparos, pues nos convertimos en los herederos de una nación colapsada entre el contubernio de la corrupción y la indignación, nacidos en medio de la revolución del dolor, la pena, la muerte y la frustración.
Interminables son los cuentos de una Venezuela que apenas se conoce, que ligeramente se recuerda, ya que nuestra inocente mente aún no sabe pues nacimos en otra época. Condenados a caminar descalzos en las criollas avenidas de la destrucción con algo más que los ideales infundados por las memorias de los libros y la historia de los que aún resisten. Nos enseñaron a luchar pero no la razón tangible de hacerlo, nos motivaron a defender la libertad aún cuando esa palabra no existe en nuestro jovial diccionario, nos alentaron a enfrentar las consecuencias de la tiranía pero no a adentrarnos a las causas de la misma.
¿Supermercados con anaqueles repletos?, ¿marcas para escoger?, ¿está barato, dame dos? ¿discusiones solo por Caracas o Magallanes?, ¿viajes al exterior solo por placer?, ¿salir a la calle sin que te roben?, ¿trabajo luego de graduarse? Son las preguntas más comunes de una mente confusa cuando escucha la Venezuela del ayer. ¿La culpa? Si, existe, y es cruelmente cruda pues el fracaso de muchos condenó a toda una generación.
Por años estuvimos allí, enredados batallando en contra de la costumbre y manteniendo nuestra vida en tiempos de “revolución”. La hora, volvió a ser ahora y el asfalto nos volvía a convocar. Ya los motivos sobraban y la calle con consignas, pitos y banderas volvió a resonar. Volvimos y volvíamos y seguíamos volviendo. Era la hora y no íbamos a parar, aun cuando el chorro sangriento fue más espeluznante y abismal. La lista de los caídos cada vez era más extensa. Para nosotros fue insólito e indignante; para los mercenarios de la represión era algo rutinario. El gas se condensó con las nubes pero eso, a nuestros ideales en lo absoluto afectó. La novela luego de meses en sintonía llegó a su final pero, lastimosamente, el mismo final.
Entre lágrimas frustradas y una rabia inconsolable nos preguntamos mil veces ¿por qué, por qué, por qué?, ¿que no hicimos?, ¿en qué fallamos? ¿Esta situación está huérfana de solución? y sus respuestas, en su mayoría, fueron contestadas por las fronteras y Maiquetía. Desgarrante, desmotivante, pero, son variables sumadas en la fórmula para seguir. Para aquellos que tomaron el turbulento camino político, para los que asumieron a todo su esplendor la rebelión laboral y los que siguen formándose académicamente en está adversidad, entendieron que, sin sacrificio no habrá libertad. Hemos decidido luchar en playas o montañas, de oriente a occidente, de norte a sur, en contra de los autores de la crisis para colocarlos en el sitio que la historia les tiene preparado: el olvido.
Ellos no podrán, y si nos la van a poner difícil, nosotros más difícil se la pondremos a ellos. Llevaremos el tricolor como tatuaje en el alma, enarbolaremos el estandarte de la libertad una vez más en honor a Bassil hasta Liderin. De Robert a Augusto, Juan Pablo, Cesita, Oscar y Geraldine. La lucha del hoy por algunos pocos valdrá la pena por la bienvenida y el mejor mañana de muchos. Que se repita ¡yo puedo, tú puedes, claro que podemos! y seguiremos luchando con el compromiso más grande e importante de nuestros tiempos, porque lo que hacemos en esta vida, resonará en la eternidad.
@JorgeFSambrano