OPINIÓN

La furia que los parió

por Héctor Concari Héctor Concari

La historia comienza en 1979 con un filme extraño, mezcla de policial, road movie, y motorizados buenos y malos persiguiéndose por el desierto australiano en un futuro próximo a aquella lejana década que se despedía con furia y violencia. Presentaba a un juvenil Mel Gibson, ya enojado buscando vengar la muerte de familiares y amigos. Su modesto presupuesto (aproximadamente 400.000 dólares locales) no auguraba los 100 millones que recaudó. La secuela, no se hizo esperar pero para entonces el futuro próximo había alcanzado a la humanidad y Mad Max 2 (El guerrero del camino para su estreno americano) era un salto cuántico respecto a su hermano original. El mundo de la década anterior había desaparecido en un holocausto nuclear dejando un terreno baldío (el “wasteland” en la jerga de la saga) que se transformaría en el escenario de las entregas por venir. Max ya no era el policía vivaz e impetuoso sino un guerrero cansado e individualista que, a regañadientes, aceptaba ayudar a unos colonos buenos a trasladarse, con su combustible a parajes más amigables haciendo frente a motorizados sucios, feos y malos. En rigor la trama y los personajes tenían el espesor de la masa phylo pero la película era un prodigio de ritmo, violencia y aleación de géneros en el irreplicable paisaje del “outback” australiano, esencia última de la serie. El triunfo y la popularidad de Mad Max estaban a tono con los ochenta: individualista, a la sombra de un futuro ominoso, con enemigos que siempre acechaban y cuyas argucias eran indescifrables. Mad Max era el héroe vengador, el ángel sobre ruedas que podía redimir y salvar lo que quedaba de humanidad. Mad Max en la cúpula del trueno en 1985 llamaba en su ayuda a Tina Turner y arriesgaba un atisbo de salvación, pero las aventuras de LocoMax empezaban a hacer arena.

Tal vez ello explique el hiato de tres décadas antes de reaparecer, ahora con Tom Hardy en el papel de Max , compartiendo aventuras con un nuevo personaje. Con Furiosa (Charlize Theron) aparecía por primera vez una mujer en una saga hasta entonces eminentemente masculina, muscular y brutal. En rigor no había mayores novedades, pero la magia de la fórmula resurgía. Los villanos eran grotescos, fealdad y maldad se equiparaban, el ritmo y la velocidad seguían gobernando la acción y, aunque todo tenía un aire “cirque du soleil” la película era muy, muy disfrutable. Valia la pena entonces abandonar al ya veterano Max Rocatansky de los orígenes y saltar a su compinche de la última entrega. La bella, aguerrida, sucia, guerrera Furiosa, en una precuela que buscara dimensionar su estatura en la serie.

Furiosa es entonces un producto tan Mad Max como los anteriores solo que su protagonista es una mujer. Lo cual importa poco. Su rol sigue siendo el mismo: un líder vengador (una líder vengadora…) capaz de levantar a las masas necesitadas contra la dictadura de quien manejan el agua y el petróleo. La vida en el universo Mad Max es poco mas que eso, la capacidad de mantenerse vivo y de moverse a través del desierto, el “wasteland”. La película sigue siendo nihilista basando su acción en la capacidad de mantenerse vivo y, con un poco de suerte, llegar a un oasis en el cual el petróleo y el agua abundan, lo cual posibilita la existencia del verde que tanto escasea en el “wasteland”. Hay algunas pequeñas variaciones en las dos últimas entregas y tienen que ver con la calidad del villano. Ya no es una entidad difusa de motorizados con el más malo como líder, siempre en movimiento. El villano del momento habita una gruta en las alturas desde las cuales digita las necesidades de una banda de zombies que lo idolatran por necesidad. “Inmortan Joe”, el villano mayor es Mussolini, Bolsonaro, Trump, Milei o el que todos sabemos. Pero estamos en una era post apocalíptica. No se lo puede tumbar por las buenas. Los recursos de Furiosa, son los que gobiernan la saga Mad Max. Solo cuenta la lógica del más fuerte, y esa lógica es furiosa, es la fuerza bruta. Ahora bien, la fuerza por sì misma, oh Perogrullo!  no implica razón alguna. Solo demuestra superioridad. Porque la serie persiste en el nihilismo del cual deriva su encanto (de sirenas). No hay esperanza salvo la de poder abandonar el “wasteland”, el mundo que la autodestrucción ha dejado por paisaje y refugiarse en algún Edèn perdido y amenazado. Los falsos profetas “Inmortan Joe” y su secuaz “Dementus” tienen nombre y forma de caricaturas, pero dominan los resortes del poder. No hay paz posible, ni retorno al mundo del primer Mad Max que aún se regía por pautas civilizadas, aún cuando estuvieran horadadas por la violencia.

Furiosa es muy disfrutable, son dos horas y media, de piruetas, giros argumentales e imágenes seductoras y delirantes. Vale la pena, sin embargo, tomar algo de distancia y leerla como lo que en el fondo es. Una advertencia, acaso involuntaria y amparada en la búsqueda de público y taquilla, sobre un destino posible de la humanidad.

Furiosa. EE UU, Australia. 2024. Director: George Miller. Con Anya Taylor Joy, Chris Hemsworth, Tom Burke