A esta hora muy oscura, en la que vemos como ocurre la invasión no provocada e injustificada de Rusia a Ucrania y las campañas masivas de desinformación y manipulación informativa, debemos separar las mentiras ―inventadas para justificar lo injustificable― de los hechos. Los hechos son que Rusia, una de las principales potencias nucleares, ha atacado e invadido un país vecino pacífico y democrático, que no suponía ninguna amenaza para ella. Además, el presidente Putin amenaza con tomar represalias contra cualquier otro país que pudiera acudir al rescate del pueblo ucraniano. Este uso de la fuerza y coerción no tiene cabida en el siglo XXI.
Lo que está haciendo el presidente Putin no sólo es una grave violación del derecho internacional, sino que es una violación de los principios básicos de la coexistencia humana. Con su decisión de traer la guerra a Europa, vemos un regreso de la «ley de la selva», en la que la fuerza da la razón. El objetivo no es sólo Ucrania, sino la seguridad de Europa y todo el orden internacional basado en normas, el sistema de la ONU y el derecho internacional.
Su agresión se está cobrando vidas inocentes, destruyendo el deseo de la gente de vivir en paz. Se están atacando objetivos civiles, violando claramente el derecho internacional humanitario, obligando a la gente a huir. Vemos una catástrofe humanitaria desarrollándose. Durante meses, invertimos todos nuestros esfuerzos en lograr una solución diplomática. Pero Putin mintió a la cara de todos aquellos que se reunieron con él, fingiendo que le interesaba una solución pacífica. Sin embargo, ha optado por una invasión total, una guerra a gran escala.
Rusia debe poner fin de inmediato a sus operaciones militares y retirarse incondicionalmente de todo el territorio de Ucrania. Lo mismo debe hacer Bielorrusia, que debe dejar inmediatamente de estar involucrada en esta agresión y respetar sus obligaciones internacionales. La Unión Europea está unida para ofrecer su firme apoyo a Ucrania y a su pueblo. Se trata de una cuestión de vida o muerte. Acabamos de adoptar un paquete de emergencia para apoyar a las fuerzas armadas ucranianas en su lucha.
En respuesta, la comunidad internacional optará ahora por un aislamiento total de Rusia, para responsabilizar al presidente Putin de esta agresión. Estamos sancionando a quienes financian la guerra, paralizando el sistema bancario ruso y su acceso a las reservas internacionales.
La UE y sus socios ya han impuesto sanciones masivas a Rusia que apuntan a sus dirigentes y élites y a sectores estratégicos de la economía dirigida por el Kremlin. El objetivo no es perjudicar al pueblo ruso, sino debilitar la capacidad del Kremlin para financiar esta guerra injusta. Para ello, estamos estrechamente alineados con nuestros aliados ―Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Japón, Corea del Sur y Australia―. También vemos que muchos países del mundo se unen para proteger la integridad territorial y la soberanía de Ucrania, incluidos nuestros amigos de América Latina y el Caribe. Nos mantenemos unidos, del lado correcto de la historia, frente al horrible ataque de Rusia contra un país libre y soberano.
Para justificar sus crímenes, el Kremlin y sus partidarios, han emprendido una campaña de desinformación masiva, que ya comenzó hace semanas. Hemos visto a los medios de comunicación estatales rusos y su ecosistema propagando falsedades en las redes sociales con el objetivo de engañar y manipular. Los Balcanes occidentales también han sido el objetivo de las operaciones de desinformación del Kremlin durante demasiado tiempo y saben cómo detectar cuando están expuestos a la manipulación informativa.
Los propagandistas del Kremlin llaman a la invasión una «operación especial», pero este cínico eufemismo no puede ocultar el hecho de que en realidad estamos siendo testigos de una invasión en toda regla de Ucrania, con el objetivo de aplastar su libertad, su gobierno legítimo y sus estructuras democráticas. Llamar al gobierno de Kiev «neonazi» y «ruso-fóbico» es un despropósito: todas las manifestaciones del nazismo están prohibidas en Ucrania. En la Ucrania moderna, los candidatos de extrema derecha son un fenómeno marginal con un apoyo mínimo, sin llegar al límite establecido para entrar en el parlamento. El gobierno ucraniano no ha aislado al Donbás, ni ha prohibido el uso de la lengua y la cultura rusas. Donetsk y Luhansk no son repúblicas, son regiones ucranianas controladas por grupos separatistas armados y respaldados por Rusia.
Nosotros lo sabemos, y muchos rusos lo saben también. Desde el inicio de la invasión se han producido valientes protestas en ciudades de toda Rusia, exigiendo el fin de la agresión contra una nación vecina pacífica. Escuchamos sus voces y reconocemos su valentía al manifestarse, y también vemos a muchas figuras públicas destacadas en Rusia protestando contra esta invasión sin sentido.
Sigo trabajando con nuestros socios de todo el mundo para garantizar un frente conjunto de la comunidad internacional contra el comportamiento del Kremlin. El pasado 25 de febrero, sólo Rusia vetó una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU sobre la agresión rusa, con la abstención de China, India y los Emiratos Árabes Unidos. Desde todo el mundo, los países condenan los ataques de Rusia y en la Asamblea General, toda la comunidad internacional debe unir sus fuerzas y ayudar a poner fin a la agresión militar de Rusia mediante la adopción de la correspondiente Resolución de la ONU. Damos las gracias especialmente a Albania como copartícipe de la resolución.
Considero que todos los países con voluntad democrática deben exigir a Rusia el fin de esta agresión que viola de manera flagrante el derecho internacional, y los principios de soberanía de los Estados y su integridad territorial, la solución pacífica de las controversias y el pleno respeto por los derechos humanos. En este contexto, destaco la importancia de que Argentina, como presidencia del Consejo de Derechos Humanos, continúe defendiendo estos mismos principios consagrados en la Carta de las Naciones Unidas y reiterando su llamamiento a Rusia a cesar sus acciones militares en Ucrania.
Tras esta guerra, el mundo no volverá a ser el mismo. Ahora, más que nunca, es el momento de que las sociedades y las alianzas se unan para construir nuestro futuro sobre la base de la confianza, la justicia y la libertad. Es el momento de levantarse y hacerse escuchar. La fuerza no da la razón. Nunca lo hizo. Nunca lo hará.