Los días previos a la Nochebuena y a la Navidad han sido especialmente rudos para nuestra nación. Se han producido un conjunto de eventos y hechos complejos en el campo de la geopolítica, con efectos directos sobre el quehacer de nuestra sociedad. El intercambio de presos entre los gobiernos de Estados Unidos y Venezuela; la aparente apertura a estudiar, en sede judicial, el conjunto de arbitrariedades cometidas contra el liderazgo político de la oposición con la inconstitucional herramienta de las inhabilitaciones administrativas; la reunión de los presidentes de Guyana y Venezuela sobre el tema de nuestra reclamación del territorio Esequibo, entre otros, constituyen un conjunto de eventos, sucedidos de forma tan inmediata que la ciudadanía no termina de digerir y examinar uno, cuando ya está ocurriendo otro de igual o mayor impacto.
Ese impacto toca la dimensión psicológica y emocional, y por lo tanto política y económica de nuestra sociedad. Han sacudido el espíritu, el ánimo y la voluntad de nuestros conciudadanos. He recibido mensajes y he dialogado con amigos sobre estos acontecimientos, de lo que percibo confusión, dudas, desconfianza, indignación y hasta decepción.
A todos, y especialmente a mis asiduos lectores, les ratifico mi convicción respecto de lo que es y debe seguir siendo nuestra hoja de ruta. No perder el foco central de la lucha que tenemos planteada y de los pilares fundamentales sobre los que basamos la misma. Eso no significa renunciar a nuestra capacidad de cuestionar los hechos contrarios a la ética y al derecho, ni mucho menos nuestro derecho a repudiarlos y a expresar nuestras opiniones. Lo que no podemos es caer en el terreno de la desesperanza y la entrega, ni mucho menos descalificar a quienes se ven forzados a emitir una opinión en aras de lograr la libertad y la democracia. Hay momentos y circunstancias en las que es menester, frente a dos males a optar por el mal menor, como camino a la conquista del bien común.
Los dos pilares fundamentales de la hoja de ruta citada son la unión de la sociedad democrática en torno al programa de cambio y a la candidatura legítima de María Corina Machado. Y la ruta electoral con la preparación, organización y movilización hacia la elección presidencial establecida para este año 2024 por la Constitución.
Por supuesto que nos indigna el uso del poder del Estado para perseguir y encarcelar inocentes para luego convertirlos en fichas de canje, con los cuales liberar de la justicia a parte de los personajes que han contribuido al saqueo de nuestras finanzas públicas y nuestros recursos naturales.
Nos duele ver cómo se pretende jugar con nuestro amor a Venezuela impulsando una agenda de fingido patriotismo, que luego queda develada en una reunión bilateral con Guyana. El comportamiento de la cúpula roja, a lo largo de estos 24 años de ejercicio abusivo de poder, no nos da certeza de respeto a nuestros derechos políticos en el seno de una justicia totalmente controlada desde Miraflores, pero quienes defendemos los derechos humanos, y dentro de ellos los derechos políticos, debemos buscar en cada ventana o rendija que se ofrezca, la ocasión para exigir su respeto y poner en evidencia su abierta violación.
Aun en medio de todas esas circunstancias, debemos mantener firme nuestra fe, sólida nuestra voluntad de luchar y de ejecutar el acto electoral. La Nochebuena y la Navidad que estamos celebrando nos ofrecen un elemento y un mensaje definitivo para afrontar las mismas. Es la fe, la esperanza que encarna la presencia del Dios humanado entre nosotros. Jesús nació en un pesebre y sus padres debieron sortear graves dificultades para que aquel niño pudiese cumplir su misión.
Ahí está la fuente de nuestra fuerza espiritual. Es esa fuerza la que nos ha permitido resistir los embates de la barbarie. Es esa fuerza la que nos mueve cada día para salir adelante. Y es ella la que nos permitirá el triunfo del bien sobre el mal. O dicho de otra forma, es el impulso de las fuerzas espirituales el que nos dará la voluntad, el coraje y la inteligencia para derrotar la camarilla de los protervos a la que me referí en mi entrega de la semana anterior.
Confiemos pues en nosotros mismos, impulsados por la fuerza emanada del Dios hecho hombre, cuyo nacimiento celebramos, para afrontar el gran desafío de este año 2024. No podemos caer en el derrotismo, ni tampoco en las tácticas de la cúpula roja experta en la guerra sucia, en la manipulación y en la mentira. Con la fuerza de ese espíritu, los hombres y mujeres de bien, debemos continuar la ruta planteada.
Feliz Navidad, amigos.
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