Aunque los presidentes de Venezuela y Colombia anunciaron como una gran primicia que se iba a realizar la reapertura de la frontera entre ambos países, y vimos que Gustavo Petro hasta fue protagonista de sendas imágenes con el gobernador del Táchira, Freddy Bernal, en representación de Nicolás Maduro; la verdad es que tales anuncios nada han significado en la praxis de la libre circulación de ciudadanos y menos en la actividad comercial.
En efecto, quizás el escándalo de mayor proporción que ha habido luego de aquella pomposidad de burócratas vestidos de blanco y con rosas del mismo color en sus manos ha sido la muerte de una niña de solo 5 años de edad, a quien un grupo de militares venezolanos impidió el paso hasta Colombia en la ambulancia donde era trasladada, lo que obligó a su madre, debido a la gravedad de salud que presentaba la niña, asumir el riesgo de trasladarla por una de las trochas y por sus propios medios sin oxígeno, lo que derivó en su fallecimiento. El hecho que no solo dejó al descubierto la crueldad de unos pocos, incluso en cuanto al derecho a la vida, sino que la concreción de normalidad en la frontera es parte de otra pantomina. Hablar de sensibilidad y amor por los demás termina siendo entonces cínico, burlesco e hipócrita, al punto de que ni siquiera ha existido pronunciamiento oficial del Ministerio Público sobre la muerte de la pequeña, pese a la exigencia de sus padres, familiares y sociedad en general.
Además, llegan noticias de que una embarcación que habría zarpado de la isla colombiana de San Andrés rumbo a Nicaragua, con la mayoría de tripulantes de nacionalidad venezolana -se asegura que dos decenas-, desapareció en altamar. Un hecho que no solo viene a enlutar a las familias de tales personas, sino a todo un país, porque vuelve a revelar que a pesar de la propaganda oficial de que en «Venezuela todo se arregló», la realidad es que la gente prefiere confrontar semejantes riesgos que continuar siendo parte del hambre, la miseria y la violación de derechos humanos que ha sido la máxima en 10 años de gobierno de Nicolás Maduro y sus derivados.
O sea, que la tragedia venezolana no ha cesado; por el contrario, el último mes de 2022 se ha acentuado con la mayor devaluación del bolívar que ha llevado el salario mínimo mensual y las pensiones a menos de 1 dólar al día. Una crisis que se ha agravado con escasez de combustible en las principales ciudades, además de un deterioro permanente en los servicios de agua y electricidad, sin obviar que la educación y la salud se encuentran postrados como estructuras básicas fundamentales de la sociedad, en una nación en la cual se desconocen los presupuestos asignados para tan vitales actividades sociales.
Un país que tiene todas sus fronteras cerradas por capricho de un régimen al que no le importa el destino de sus ciudadanos es una nación condenada al ostracismo y el aislamiento internacional. En la misma medida, que no se haya detenido el flujo migratorio es una terrible prueba de que el problema geopolitico desatado por Venezuela no cambiará mientras el régimen controlado por Nicolás Maduro continúe en el poder.
Las violaciones de la Constitución se multiplican. Así vemos cómo de manera impúdica ejecutan la aplicación de lo que han llamado «Estado Comunal», lo que ha derivado en la liquidación de las tesorerías de gobernaciones y alcaldías, instancias que han vuelto chatarras burocráticas, sin recursos. Pareciera que todo está concebido para llegar al asesinato de Venezuela como república, lo cual terminaría de generar una cifra aún más astronómica de los 7,1 millones de emigrantes que según la Organización de Naciones Unidas han abandonado el país.
Aunque la frontera siga cerrada, el número de venezolanos que seguirán huyendo del neototalitarismo no va a detenerse por un demagogo acto político. El problema de la otrora nación del Libertador no se solucionará con decir que habrá una «apertura» en sus fronteras, porque mientras exista desconfianza en quienes gobiernan, y estos respondan con represión y encarcelamiento a sus críticos y opositores, la situación económica y social seguirá agravándose, y por ende, una sociedad reprimida en sus derechos buscará sobrevivir y sólo será posible abandonando su tierra natal.
América Latina no podrá detener la gravedad de la destrucción en Venezuela si no asume en conjunto, sus distintos mandatarios, la promoción de una oposición unida que promueva una candidatura libre de cuestionamientos políticos y traición. El problema geopolítico es un problema del continente, y es una razón prioritaria para cambiar el futuro. Por ahora, la frontera sigue cerrada y siguen huyendo venezolanos.
@vivassantanaj_