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La fragua de Hefesto y la fealdad del trabajo

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“Hefesto de ánimo bronco, vigoroso, incansable fuego que brilla con ígneos resplandores, deidad que trae la luz para los mortales y la genera, de manos poderosas, eterno artesano. Obrero, porción cósmica, elemento irreprochable, voraz, que todo lo doma, el más alto de todos, que todo lo recorre; firmamento, sol, estrellas, luna, luz pura. Porque todos estos son miembros de Hefesto que se manifiestan a los mortales; toda casa, toda ciudad y los pueblos todos son tuyos, y los cuerpos de los mortales ocupas, muy dichoso y poderoso. Escúchame, pues, bien­aventurado, te invoco a la piadosa libación, para que siem­pre acudas amable a nuestros alegres trabajos; extingue la rabiosa locura del fuego incansable, manteniendo la llama de la naturaleza en nuestros cuerpos.”

Himno Órfico a Hefesto

De las doce deidades Olímpicas, Hefesto nació con un aspecto repugnante, tan insoportable era su aspecto que su propia madre Hera lo lanzó desde el Olimpo, obviamente un ser de tan repugnante apariencia no podía haber sido engendrado de la unión entre Zeus y Hera, según la Teogonía de Hesíodo, Hera la rival consorte de Zeus lo había engendrado sola, pues no soportaba que Zeus hubiese concebido a Atenea en sus sienes y a Dionisio en una de sus pantorrillas.

La caída fue tan larga y penosa desde el Olimpo, que tardó en tocar la Isla de Lemnos nueve días y nueve noches, siendo atendido por la nereida Tetis y la oceánida Eurínome, de esa caída el dios quedó lisiado,impedido desus piernas.Así entonces feo, sudoroso, con el pecho desnudo, la barba hirsuta y desalineada, se le representaba siempre frente a un yunque y frente a una fragua ígnea de donde Prometeo tomase el fuego, para dárselo a la humanidad, para transferirle las virtudes del trabajo, las artes y la habilidad que le hacían ser cercano con su hermana Atenea.

El trabajo entonces era necesario hasta para los inmortales, la fragua ardiente de Hefesto les prodigaba a los olímpicos, de hermosos atributos, de ella salieron la égida del crónida, el yelmo de Atenea, el cetro de Agamenón, el rayo de Zeus, en fin todo lo que hacía único a los inmortales salía de aquella fragua.

Entonces Hefesto acumuló un rencor sordo hacia sus semejantes, infravalorado, burlado y vejado desde el nacimiento, tal era la carga de rencor que decidió fabricar un trono de oro para su madre, el cual se convirtió en una trampa para la reina del Olimpo quien ahora yacía limitada y disminuida, una vez consumada la venganza Hefesto se retiró del Olimpo y solo regresó, tras ser embriagado por Dionisio, para que liberase a Hera, fue justamente en ese momento que Hefesto entendió que podía demandar, exigir por su trabajo y entonces planteó condiciones para su vuelta a la fragua y la liberación de su madre, entre estas demandas se encontraba la exigencia de reclamar a la diosa Afrodita, como su esposa, así la criatura más bella del universo tendría como esposo a un ser feo, lisiado y  repugnante.

Obviamente las nupcias fueron un tormento, las infidelidades de la veleidosa Afrodita eran cada vez más comunes, infidelidades e incesto con Ares, dios de la Guerra, al punto de obligar a Hefesto a inventar un ardid y atarlos al lecho de la infidelidad, sometiendo al escarnio a los amantes hermanos frente al consejo de los olímpicos.

Hefesto era ingenioso, de su ígnea fragua salían criaturas vivientes, como el Gigante Talos, protector de Creta y las kourai, áureas doncellas que le servían de muletas, pese a todos los pesares que se pasaban en la fragua, Hefesto la representación del trabajo era valorado por los demás inmortales, al menos de una unión inconclusa con Atenea, se produjo de su semilla vertida en simulación de onanismo, el virtuoso rey Erictonio de Atenas, la semiología del fluido seminal de Hefesto limpiado con asco, por la virginal diosa Atenea, con un paño de lana, daban cuenta de la relación del trabajo de la cría de ovejas y su posterior esquilado.

También creó a Pandora, para ofrecerla a Prometeo como una venganza de Zeus hacia el titán, quien le había robado el fuego de su fragua, para ofrecerlo a la humanidad para que esta dejase de ser torpe y pudiese ser similar a los olímpicos, por ello  revisar la casa grande, volver a nuestra cuna nos puede explicar desde la hermenéutica como es posible recrear que con una distancia histórica de más de 2.500 años de diferencia, esta cosmovisión de lo humano, nos permita recrear el drama y la  la tragedia de ser despreciados por trabajar, justo eso pasa en nuestra aislada ex república, hecha añicos por un régimen maligno, por una gansterilidad instalada en el poder, despreciados como Hefesto, hemos sido defenestrado no del Olimpo, sino de la dignidad de un salario que procure la vida, el sustento decente, luego  expoliados de remuneraciones y con la negativa ante la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el régimen se muestra prepotente cual Zeus trazado, por la pluma de Ingres y desde su trono nos hace mendigar una dádiva, un bono asociado a la ratio técnica, de billeteras virtuales que pagan salarios digitales, en una economía realmente dolarizada de facto, nunca algo tan cruel pudo haber sido pensado por un ser humano, a menos que se haya extirpado su esencia ontológica para trocarnos en seres de malignidad, hacer banal al mal, inocua a su capacidad de infringir daño y convertir a un país modelo, el otrora paradigma del mundo en desarrollo en un campo de concentración con fronteras, un Auschwitz para el horror, una plañidera eterna.

La diligencia infructuosa de la OIT no me sorprende en lo absoluto, no podíamos pretender que un régimen que ha sido evidenciado en sus violaciones sistemáticas de los Derechos Humanos, se sienta compelido a cumplir los derechos laborales, desde luego someternos a la miseria material, fomenta la cada vez más evidente pobreza del lenguaje, la depauperación del espíritu y la simulación como resultado del espectáculo vacuo, de un país que no existe, en el cual la tecnocracia, ha desplazado a las formas de pensamiento generando la inmediatez, la indiferencia y la postura lisiada de una sociedad que yace inerte, que ha sido expoliada, mancillada, vapuleada, además de alevosamente entontecida.

En nuestro expaís la fragua se apagó, de ella no sale nada usable, bueno, eficiente, nos quedamos con la caja de Pandora y la esperanza subyace presa, mientras que las pestes, plagas y desgracias son el pan diario, de un país que ha visto como en proporción once de sus veintitrés estados se han vaciado, en una diáspora dolorosa casi que Bíblica, pero sin contar con Moisés.

No hay trabajo decente, somos esclavos, miserables, perseguidos expulsados por ser torvos, es decir, por no presentar una estética digna del horror, por más de veinticuatro años hemos caído desde la cumbre que ocupábamos, somos tratados como leprosos purulentos, por nuestros vecinos y por el régimen. El chavismo que se vendió como un modelo de justicia social e igualdad es una élite aporofóbica, una hegemonía que construye estancieros, burbujas y oasis de lujos sibaríticos, en un país sin médicos bien pagados, sin maestros y sin académicos, tal es el desprecio que siente el régimen por la educación que pretenden sustituir a maestros y profesores del subsistema educativo por acólitos designados con nombres en neologismos, de las cien lenguas que ululan en este archipiélago babélico que se supone es el Estado.

Hefesto no está, fue defenestrado por la fuerza bruta, convive en la apoplejía social, que supone pensar y actuar diferente, atreverse a ir en contramarcha, tiene un elevado costo, ante lo cual se debe asumir al insilio como la única salida y en esa introspección desterrar la posibilidad de emular el horror del chavismo y sus formas, de atropello e indignidad que se hacen cada vez más ostensibles, más comunes, copulando en esa cuna de semen, de la cual nos hablaba Antonin Artaud, en su obra cruel El anarquista coronado.

@nanezc

@carlosnanezr

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