OPINIÓN

La forma más simple de arreglar la banca

por Jan Eeckhout / Project Syndicate Jan Eeckhout / Project Syndicate

El año pasado, el Premio Nobel de Economía fue para dos economistas que estudian la dinámica de las corridas bancarias y para el expresidente de la Reserva Federal de Estados Unidos Ben Bernanke por su análisis sobre la forma en que los bancos centrales respondieron ante algunas de las peores crisis bancarias de la historia, como las de la Gran Depresión en la década de 1930. Medio año después somos testigos de otra corrida bancaria cuyos efectos contagiosos podrían desestabilizar economías, desatar recesiones e imponer elevados costos a los contribuyentes.

Los bancos cumplen una función doble en la economía: captan depósitos y ahorros a corto plazo, y los usan para prestar dinero a largo plazo (en hipotecas, créditos comerciales y otras inversiones). Las corridas ocurren cuando suficientes depositantes comienzan a temer la quiebra del banco y retiran sus ahorros. Todos corren a retirar los fondos, pero como el banco los usó para ofrecer otros servicios, queda insolvente. Después de presenciar esas corridas, el gobierno del presidente estadounidense Franklin Roosevelt (y luego otros en distintas partes del mundo) crearon esquemas de seguro para reducir el temor de los depositantes a no recuperar al menos parte de su dinero en esos casos.

Pero ahora contamos con una solución tecnológica que podría poner fin a las corridas bancarias para siempre: las autoridades monetarias del país podrían crear una moneda digital del banco central (MDBC) y ofrecer a todos los depositantes (contribuyentes) cuentas con intereses en esa institución. Ese tipo de sistema eliminaría muchas barreras a las transacciones financieras, ya que agregaría fluidez al sistema de pagos en términos más amplios.

Este sistema no se parecería en nada al Lejano Oeste de las criptomonedas o a los esquemas especulativos piramidales que surgieron en los últimos años, ni sería una banca socializada. Ya existe una gran cantidad de empresas de tecnofinanzas (como Revolut, Wise y N26) que ofrecen elegantes aplicaciones y servicios innovadores para hacer pagos inmediatos con teléfonos inteligentes a otros usuarios que realizan sus operaciones bancarias con la competencia. Esos mismos operadores financieros podrían acceder a los saldos de MDBC en el banco central y competir para captar clientes minimizando los costos de transacción.

Por supuesto, los bancos tradicionales también compiten; pero no son tan buenos en ello, y el costo para los consumidores es escandaloso. Si el Banco Central cobra una tasa interbancaria de 3%, los bancos tradicionales ofrecen, en el mejor de los casos, 1% por los depósitos (y se quedan con los otros dos puntos porcentuales como beneficio). Los bancos tradicionales pueden ejercer un poder monopólico ya que la compensación de pagos no es inmediata. En Estados Unidos suelen pasar al menos dos días hábiles hasta que las transferencias de dinero se acreditan en las cuentas bancarias. Los riesgos excesivos que asumen los bancos tradicionales empeoran aún más las cosas y transforman los depósitos libres de riesgo de la gente en inversiones riesgosas cuando son incapaces de cubrir las solicitudes de extracción de fondos.

Con una MDBC que paga intereses, las corridas bancarias son imposibles. Como prestamista de última instancia, el Banco Central puede emitir tanto dinero como haga falta si los depositantes desean retirarlo todos a la vez. Y gracias a las transferencias fluidas e instantáneas entre los usuarios, la competencia generaría una rentabilidad del 3% por esos depósitos. Más allá de los bancos tradicionales, ¿quién querría oponerse a esta solución?

Ciertamente, los bancos tradicionales son fundamentales para el sistema financiero porque crean valor cuando otorgan créditos. Controlan la solvencia de los hogares que solicitan hipotecas y si los créditos comerciales se destinarán a inversiones rentables. Debido a que los préstamos siempre conllevan riesgos, incluso los bancos más competitivos cobran un margen por los créditos. La misma tasa interbancaria de 3% a la que el banco puede conseguir fondos actualmente puede convertirse en 5% para una hipoteca, o el 9 % para una inversión riesgosa de una empresa tecnológica emergente. Hace falta algún tipo de institución, como un banco, para evaluar y fijar el precio de esos riesgos.

Pero, debido que los bancos pueden obtener beneficios jugando con el dinero de los depositantes y confiando en que el gobierno los rescatará, suelen asumir riesgos excesivos. Por eso tanto los académicos como los reguladores sostienen desde hace mucho que los requisitos de capital para los bancos debieran ser más elevados. Cuando no puedan usar los ahorros de los hogares para financiar inversiones riesgosas ni confiar en que el gobierno los rescatará, reducirán bruscamente el nivel de riesgo que asumen.

Una MDBC aportaría disciplina de mercado al sector bancario. Los bancos tradicionales se verían obligados a elegir préstamos rentables y cerrarían la mayor parte de su red de sucursales minoristas. De igual modo, el oligopolio de las tarjetas de crédito que secuestra al sistema de pagos carente de créditos se derretiría como nieve al sol. Lo reemplazaría un sistema de pagos fluido, operado por una red de competidores que ofrecerían acceso a las cuentas de MDBC. En la economía actual los hogares recibirían 3% por los depósitos, que estarían protegidos en forma segura de las corridas bancarias.

De todas formas, la implementación de las MDBC no es algo inminente. A los banqueros centrales les asusta la posibilidad de matar a la gallina de los huevos de oro de los bancos tradicionales, el pretexto es que con ello causarían el colapso del sector bancario. Los grupos de presión de la banca privada se opondrán con fuerza a la innovación digital y procurarán mantener su posición dominante, sacrificando la estabilidad del sistema financiero.

De todas formas, es posible que las MDBC aparezcan antes de lo previsto. Si una de las principales economías se lanza a ello, las demás se verán obligadas a imitarla o enfrentar el riesgo de que sus monedas pierdan terreno. Por eso el Banco Central de Canadá ya dio señales de estar preparado para lanzar una MDBC si Estados Unidos lo hace. Si China intenta dominar las transacciones internacionales con el yuan digital, otros bancos centrales se verán empujados a imitarla.

Independientemente de quién dé el primer gran paso para conmocionar al sector bancario, no hay tiempo que perder. Ya contamos con herramientas para poner fin a las corridas bancarias y garantizar la estabilidad financiera, lo único que falta es usarlas.

 Traducción al español por Ant-Translation

Jan Eeckhout es profesor de economía en la Universitat Pompeu Fabra y autor de The Profit Paradox: How Thriving Firms Threaten the Future of Work [La paradoja de las ganancias: las empresas exitosas amenazan el futuro del trabajo] (Princeton University Press, 2021).

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