OPINIÓN

La fetidez del tirano constitucional

por Alberto Jiménez Ure Alberto Jiménez Ure

Padecer al tirano antropomórfico es nuestro destino, del vulgo que conforma ciudadanías o naciones con estatus jurídico en demarcada penitenciaría territorial. Sin menoscabo de alguien por su oficio, aun cuando el pueblo [difuso a causa de la manipulación de la propaganda] presuma que algunos no formamos parte del enjambre. Bajo yugo de regímenes totalitarios, somos predeterminados. Con fines obviamente perniciosos, a los tetrápodos con mando obsede controlar los poderes públicos y medios de producción; el destino, la alimentación, pensamiento y emociones de los ciudadanos: quieren apropiarse de todo, es decir, son totalitarios, pero pretenden maquillar con repetitiva y alienante propaganda su infamia institucionalizándola vía violencia de Estado. Por instinto de preservación o supervivencia de cobarde evasor de la contienda fratricida, el intelectual, estudiante, funcionario público, profesional universitario, obrero o empleado [del Estado y empresa privada cómplice-adherente de la iniquidad] acepta y acata que se le trate como mendigo.

El despótico en funciones de mando siempre nacionaliza empresas privadas prósperas, para luego izar la bandera de la «patria» a la cual envilece tras intimidar y ulteriormente desaparecer a los individuos que, por sentirse oprimidos, se le oponen con la crítica política-filosófica. Para él, tales no son cosa distinta a [sí, sí, sí: ci] viles disidentes: bastardaje insubordinado. Su desenfocado y febril razonamiento lo fuerza percibir un soldado en cada ciudadano civil que se resiste, por principios, ser uniformado o recibir entrenamiento militar. La doctrina castrense o miliciana, de hecho limitada por una clásica, universal y mediocre reglamentación, le impide comprender lo que la naturaleza del ciudadano comporta en profundidad. En la praxis de su iniquidad retórica, la crítica política-filosófica es una peligrosa-perniciosa forma de [rebelión]  insurgencia desestabilizadora del «poder [podrido] constituido o prostitucional».

La fetidez del tirano constitucional esparce y se apropia del ingenio de los civiles, para exhibirlos al modo de preseas de olimpíada. Impúdico, roba los bienes del ciudadano emprendedor y exitoso con el pretexto de repartirlos equitativamente a la mayoría del segregado o [desposeído] marginado.

Se apropia abruptamente de empresas productoras de alimentos [en favor de  supuestamente garantizar lo que hipócrita, majadera y cínicamente define «seguridad alimentaria»], inmuebles u objetos suntuarios que culminan en sus mansiones revolucionarias.

Al cabo, ejecutan inmorales e ilícitas confiscaciones «de los bienes ajenos» resultado del ingenio y esfuerzo personal [oficialmente] ultrajados en perjuicio de personas con talento para los negocios.

Al cabo, reitero, arrebatan ilícitamente los frutos de la inversión de capitales: privados, nacionales o extranjeros. Impulsan la castración del trabajo individual y postergan la reparación de expropiaciones. Aniquilan la inteligencia de quienes eran exitosos empresarios. Al Tirano-Estado apura, mediante propaganda oficial e infame, criminalizar el Ingenio.

Al despótico le obsede monopolizar la búsqueda, procesamiento y difusión de las informaciones para desinformar porque es metodología clásica de contrainteligencia militar. Fustiga [y atraca con tributaciones fiscales] a los medios privados de comunicación, empresas independientes de los avatares políticos u organizaciones no gubernamentales, que bogan por el respeto a los inalienables y humanos derechos, fundaciones con fines de bienestar social y centros privados para la atención médica: porque, «con la salud no se debe comercializar» [aducen los canallas, a quienes poco importa el bienestar del manipulado vulgo]

Pretenden que luzcan «bonitas», pero son nefastas las tomas de clínicas y empresas distribuidoras de medicinas con supuestos propósitos «humanitarios: pero, sólo delatan la ineptitud del funcionariado ante las necesidades del vasallaje. Los bien remunerados asesores para la diseminación de mentiras se lo sugieren y ovacionan, la consumación del robo institucionalizado de la propiedad privada.

@jurescritor