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¿La felicidad es inalcanzable… o una realidad posible?

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Es factible y un derecho humano

La felicidad ha sido un tema de interés para filósofos, científicos y sobre todo para los ciudadanos en todo el mundo y a lo largo de la historia. Mientras que algunos la consideran un objetivo imposible o un privilegio reservado para una minoría, otros la ven como un derecho universal y una meta lograble. Nosotros pensamos que se puede alcanzar la mayor felicidad posible.

La felicidad es un estado de cada persona que definimos como «biopsicosocial», lo que significa que es el resultado de la interacción entre factores biológicos, psicológicos y sociales.

Entre los biológicos, los científicos han identificado ciertos neurotransmisores, como la serotonina y la dopamina, que juegan un papel crucial en la regulación del estado de ánimo y la emoción. Investigaciones han demostrado que desequilibrios en estos neurotransmisores pueden llevar a trastornos como la depresión. Igualmente, investigaciones han encontrado que tanto el ejercicio físico como ciertos alimentos pueden aumentar los niveles de estos neurotransmisores, contribuyendo así a una mayor sensación de felicidad. La dopamina está asociada con el placer y la recompensa. Juega un papel crucial en la motivación, la atención y la regulación de los movimientos corporales. Un nivel adecuado de dopamina es esencial para sentirse motivado y disfrutar de las actividades diarias.

Las drogas naturales de la felicidad

La serotonina es fundamental para la regulación del estado de bienestar, del sueño y del apetito. Niveles adecuados de serotonina están relacionados con sentimientos de felicidad, mientras que niveles bajos están asociados con la depresión y la ansiedad. Desde la psicológica, la felicidad no es solo una emoción pasajera, sino una construcción cognitiva que involucra evaluaciones subjetivas sobre la vida de una persona y sus circunstancias. La Teoría de la Autodeterminación sugiere que la satisfacción se vincula con tres necesidades básicas —autonomía, competencia y relación— que serían fundamental para la felicidad.

El entorno social es la tercera variable la conforman las relaciones interpersonales y que también juegan un papel crucial en la felicidad. Estudios han demostrado que las personas con fuertes conexiones sociales tienden a ser más felices. La cohesión social está vinculada a la felicidad. La familia, los amigos, los vecinos, los compañeros de trabajo, el sentido del deber cívico y la confianza con los demás proporcionan bienestar personal y sentirse feliz.

Otro aspecto, es el ejercicio regular que ha sido ampliamente estudiado por sus efectos positivos en la salud mental. La actividad física no solo mejora la salud cardiovascular y muscular, sino que también tiene un impacto en los niveles de dopamina y serotonina en el cerebro. Un estudio publicado en Neuropsychopharmacology encontró que el ejercicio aeróbico aumenta la liberación de dopamina, mejorando así el talante y reduciendo los síntomas de la depresión. Además, el ejercicio también puede aumentar la biodisponibilidad de triptófano, un precursor de la serotonina, lo que lleva a una mayor síntesis de serotonina en el cerebro.

Alimentos que aumentan la dopamina y la serotonina

El consumo de chocolate, especialmente el de color negro, está asociado con un aumento en los niveles de serotonina y dopamina. Un estudio en Appetite demostró que contiene compuestos que pueden promover la liberación de estos neurotransmisores, contribuyendo a una mejora del humor y una mayor sensación de placer.

Los plátanos son una fuente rica de tirosina, un aminoácido que es precursor de la dopamina. Incluir plátanos en la dieta ayuda a incrementar los niveles de dopamina en el cerebro, mejorando así el sentirse bien y la motivación.

El pescado graso, como el salmón, es rico en ácidos grasos omega-3, que se ha demostrado que aumentan los niveles de serotonina al mejorar la fluidez de la membrana neuronal y facilitar la transmisión de serotonina.

Nacemos para ser felices

Contrario a la idea de que estamos destinados a sufrir, nosotros sostenemos que nacemos para ser felices. La búsqueda de la felicidad además de legítima, debe ser el principal propósito de nuestras vidas. La felicidad es un derecho humano fundamental y una meta alcanzable a través de la autoconciencia, la autodeterminación y el apoyo social.

Cuando vemos a un bebé, aunque no sea nuestro, es natural que nos sintamos felices y nos inspire el deseo de que sea feliz. Este sentimiento de alegría y ternura está profundamente arraigado en nuestra naturaleza humana, y tiene una base biológica y evolutiva. La visión de un bebé desencadena una respuesta emocional positiva en nuestro cerebro, liberando neurotransmisores como la oxitocina y la dopamina, que están asociados con el amor, el cuidado y la felicidad. Esta reacción no solo fortalece los lazos sociales, sino que también promueve comportamientos altruistas y protectores hacia los más vulnerables de nuestra especie. Evolutivamente, esta respuesta es crucial para la supervivencia de la especie humana. Los bebés requieren un cuidado intensivo y prolongado, y la capacidad de inspirar amor y protección en los adultos, incluso de aquellos que no son sus padres biológicos, que se aseguran de que reciban el cuidado necesario para crecer y desarrollarse adecuadamente. Este instinto de cuidado y protección se ha observado en diversas culturas y sociedades a lo largo de la historia, demostrando que el deseo de ver a un bebé feliz y saludable es una característica universal de la humanidad.

Otros estudios psicológicos han demostrado que la interacción con bebés puede alegrar y reducir el estrés en los adultos. La simple visión de un bebé sonriendo o riendo puede desencadenar sentimientos de felicidad y bienestar, lo que subraya la poderosa influencia que los bebés tienen en nuestro estado emocional. Esta capacidad de los bebés para generar alegría y un deseo innato de su bienestar refleja la profunda conexión entre la naturaleza humana y el impulso de cuidar y proteger a los más jóvenes.

Este comportamiento además de racional es instintivo como apreciamos en el mundo animal cuando los cachorros de cualquier especie, si han perdido a su progenitora, es adoptado por otra hembra de la especie en estado de crianza, incluso aunque sea de una especie diferente.

¿Qué pasos debemos tomar para obtener mayor felicidad?

La búsqueda de la felicidad es un tema recurrente en la psicología y la filosofía, y aunque puede parecer un objetivo abstracto, hay pasos concretos que podemos tomar para acercarnos a ella. Proponemos una serie de estrategias y conceptos fundamentales que pueden ayudarnos a lograr un mayor bienestar personal, familiar y social.

  1. Establecer la felicidad como propósito de vida: Ante todo debemos decidir que queremos ser felices. El primer paso para alcanzarla es definirla como nuestro propósito central. Esto implica fijar objetivos y metas en cada nivel: personal, familiar y social. Debemos hacernos una pregunta ¿Qué me hace feliz?, y van a surgir muchos respuestas que se convertirán en objetivos. Cada uno de ellos nos llevará a otra pregunta: ¿Cómo logro eso y en cuánto tiempo?, lo que nos llevará a las metas y un cronograma de actividades de corto, mediano y de largo plazo. Al tener una visión clara de lo que queremos lograr en cada paso, podemos trazar un camino más directo hacia nuestra buenaventura general. La felicidad no es un destino, sino un viaje constante de autodescubrimiento y de crecimiento.
  2. Balancear el amor con la razón: El amor es una de las emociones más poderosas y fundamentales en nuestras vidas, pero no podemos dejarlo únicamente en manos de las emociones. El amor conduce al poder más grande que nos dotó el Universo, es lo concerniente a la Divina Providencia que nos permite crear nueva vida: nuestra descendencia. Es primordial usar la razón por ello, en una proporción equilibrada, al menos 50-50. Esto significa tomar decisiones conscientes y reflexivas en nuestras relaciones, asegurándonos de que nuestras acciones y sentimientos estén alineados con nuestros valores y objetivos a largo plazo. Amar, crear familia y descendencia natural o adoptiva, es el más importante legado que dejaremos.
  3. Control emocional y equilibrio: Para lograr un verdadero bienestar, es vital mantener un balance entre nuestras emociones y la razón. Esto incluye manejar adecuadamente la ira, el miedo, la tristeza y la culpa. En lugar de dejar que estas emociones nos controlen, debemos aprender a gestionarlas de manera saludable. La admiración puede reemplazar a la envidia, transformando nuestras percepciones y mejorando nuestras interacciones con los demás.
  4. Programarse y tomar decisiones para cumplir el propósito: La felicidad no llega por casualidad por lo que debemos buscarla activamente. Programarnos para la felicidad implica usar nuestro cerebro cognitivo y la razón. A menudo actuamos de manera automática, siguiendo patrones de comportamiento que no siempre nos llevan a la felicidad. Al ser conscientes de estos patrones, podemos reprogramarnos para actuar de maneras que nos acerquen a nuestros objetivos de felicidad con una estrategia personal que puede ser familiar. Un poeta, Antonio Machado (1875-1939), escribió en “Campos de Castilla”: “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar”. En el presente las neurociencias y la psicología lo confirman. Para conseguir el mayor tiempo de felicidad posible debemos hallar cuál es nuestra vía para lograrlo. Cada persona tendrá su forma de ser feliz. Dependerá de su carga genética, de sus patrones de conducta establecidos por sus padres, maestros, seres queridos, amigos, los medios de comunicación, las redes sociales, y de las creencias e ideologías aprendidas, y por la decisión que cada uno tome sobre sí mismo.
  5. Incrementar la autoestima: Poseerla es fundamental para la felicidad. Sentirnos bien y creer en nosotros mismos nos ayuda a enfrentar desafíos con confianza y resiliencia. Esto no solo eleva nuestra auto percepción, sino también en la manera de relacionarnos con los demás, y de cómo enfrentamos los problemas. Lo primero para subir la autoestima es ser optimistas. El pesimismo nos deprime y nos baja la auto apreciación.
  6. Construir la buena suerte: La buena suerte no es tirar los dados o dejarlo al azar. Debe ser algo que podamos construir y confiar, en un margen razonable de probabilidad de que se obtengas resultados deseados. Al enfocarnos en nuestras metas y trabajar diligentemente hacia ellas, podemos crear nuestras propias oportunidades. Igual ayuda no creer en la mala suerte porque nos permite mantener una actitud positiva y proactiva. Para los griegos, la “eudaimonía” era un estado de bienestar duradero y general, lo que hoy llamamos felicidad, que se alcanzaba a través de la práctica de distintos valores como la integridad, la moralidad, honestidad, la justicia, la sabiduría, la valentía y la moderación, entre otras virtudes. No se lograba a través de la riqueza fortuita, el poder o la fama, sino a través de la excelencia moral y la realización y productividad personal. Platón junto a Aristóteles, discutieron extensamente sobre esto. Aristóteles, en particular, creía que se alcanzaba a través del cultivo de virtudes y, para él, no se trataba de una emoción momentánea de felicidad, sino de una forma de vivir plena y satisfactoriamente. ¿Qué es la felicidad?, nunca ha sido fácil definirlo, y quizás esa sea la razón por la que cada día menos personas se lo preguntan. Y por ello casi nunca se fija —la felicidad— como propósito de vida.
  7. Ver los problemas como oportunidades. Los problemas son inevitables, pero nuestra actitud hacia ellos puede marcar una gran diferencia. En lugar de ver los problemas como obstáculos insuperables, debemos decirnos: “¡Problemas bienvenidos!”, y considerarlos como oportunidades para aprender y crecer. Cada problema resuelto nos acerca un paso más a nuestras metas y nos fortalece. Simplemente incorporemos en nuestras metas resolver cada problema. Con resiliencia resolverlo y disfrutar la meta cumplida.
  8. Pensar con libertad y actuar con cohesión social: Pensar libremente nos permite explorar nuevas ideas y soluciones innovadoras. Al mismo tiempo, actuar con cohesión social es practicar no solamente la cooperación con los demás, sino agregar la gratitud y practicar el perdón, lo que nos ayuda a construir relaciones más fuertes y saludables. El perdón y el agradecimiento tanto hacia nosotros mismos como hacia los demás, libera el peso del resentimiento y nos permite avanzar con una actitud positiva. Mantener un diario de gratitud puede mejorar el bienestar emocional. Un estudio publicado en el Journal of Personality and Social Psychology encontró que las personas que anotaban cosas por las que estaban agradecidas eran más optimistas y se sentían mejor con sus vidas. Para lograr vivir con los seres queridos, amigos, vecinos y mantener el mejor nivel de cohesión social es indispensable mantener el buen humor. Hacerlo nos llena de alegría. Por el contrario, ser una persona malhumorada destapa las emociones que tienen que se asocian con la rabia, la ira y la violencia, todas contrarias a la felicidad. Cuando nos enfadamos, el cuerpo experimenta una oleada de energía, liberando químicos como la adrenalina en el torrente sanguíneo. Esto provoca un aumento de la frecuencia cardíaca y del flujo sanguíneo, y causa que los músculos se tensen. Si estos arrebatos de ira se vuelven habituales, pueden afectar negativamente a la salud cardíaca y reducir la esperanza de vida. Además, la ira puede debilitar el sistema inmunológico. Aunque es normal sentirse enojado de vez en cuando, aprender a manejar la ira de manera efectiva puede contribuir significativamente a mantener una buena salud y obviamente nos hará más felices. Nada como tener una sonrisa lista en cada contacto.
  9. Cuidar el Cuerpo: Nuestro bienestar físico está estrechamente ligado a nuestra felicidad. Vivir de manera saludable, cuidar nuestra alimentación, hacer ejercicio y descansar, contribuye notablemente a nuestro bienestar general y nos alarga la vida. La práctica de la atención plena y la meditación reduce el estrés y aumenta los sentimientos de bienestar. Investigaciones han encontrado que la meditación regular puede cambiar la estructura del cerebro y mejorar la salud mental. Otras investigaciones han demostrado que la actividad física puede ser tan efectiva como los antidepresivos en algunos casos de depresión leve a moderada, y a todos nos hace sentir más contentos cuando la practicamos. Por cierto, hacer el amor, también.
  10. Confiar en la Divina Providencia: Finalmente, confiar y pedir la ayuda a la Divina Providencia puede proporcionarnos una fuente adicional de fuerza y tranquilidad. La fe y la espiritualidad pueden ser un refugio en momentos de dificultad, ofreciendo consuelo, esperanza y disposición.

Creencias sobre el sufrimiento y la felicidad

Existen tendencias y creencias que sostienen que la vida en la Tierra está destinada al sufrimiento y que la verdadera felicidad solo se alcanza en otra vida. Estos credos pueden tener raíces religiosas o filosóficas y, aunque proporcionan consuelo a algunos, también suelen desestimular la búsqueda de la felicidad en esta vida.

Algunas corrientes dentro de las religiones abrahámicas piensan que la vida terrenal es una prueba y que la verdadera recompensa viene en el más allá. Estas creencias ofrecen un sentido de propósito y esperanza, pero “en la otra vida”, lo que conlleva a una aceptación y resignación ante el sufrimiento y la infelicidad en esta existencia.

A pesar de las creencias que pueden desanimar la búsqueda de la felicidad en la Tierra, la mayoría de las religiones expresan la importancia del trabajo para ser felices lo que es elemental para reconocer que nacemos para ser serlo. La felicidad no es solo una emoción pasajera, sino una construcción cognitiva y un derecho humano fundamental.

En el Budismo, una de las “Cuatro Nobles Verdades” indica que la vida está intrínsecamente ligada al sufrimiento —dukkha— en cada existencia. Esto sería una parte inevitable de la existencia debido al deseo y la ignorancia. Sin embargo, también enseña un camino, el “Noble Óctuple Sendero”, para superar el sufrimiento y alcanzar el nirvana, un estado de liberación y paz suprema.

Los estoicos, como Séneca y Epicteto, enseñaban que el sufrimiento es una parte inevitable de la vida humana y que debemos aprender a aceptarlo con ecuanimidad. Para ellos, el sufrimiento tiene un propósito educativo y fortalecedor, y la verdadera sabiduría y virtud se encuentran en la capacidad de mantener la tranquilidad ante la adversidad.

La ciencia de la felicidad

Es una rama de la psicología que se enfoca en el estudio de las emociones positivas, en los rasgos del carácter y las experiencias en la vida de las personas. En lugar de centrarse en la patología y en los problemas, la psicología positiva busca entender y fomentar el bienestar humano, la felicidad y el florecimiento de cada persona. La ciencia de la felicidad se basa en la idea de que no es simplemente la ausencia de sufrimiento o problemas, sino que es un estado de bienestar emocional y mental que se puede cultivar y mejorar.

La humanidad siempre ha buscado la verdad y la felicidad, y cada uno de nosotros se caracteriza por su independencia de pensamiento. No hay una opinión única sobre la felicidad, ya que cada quien tiene su propia visión y enfoque. Por eso, enfatizamos la importancia de la libertad individual y la capacidad de tomar decisiones informadas para encontrar la mayor felicidad posible, basándonos en la razón, la experiencia personal y la habilidad de vivir una vida auténtica y satisfactoria. Todos debemos fundamentarnos en la evidencia, y la lógica para formar nuestras propias opiniones y convicciones sobre la vida y la felicidad. Así, consideramos la felicidad como un estado personal y subjetivo que se alcanza a través del aprendizaje, la reflexión, la exploración y la experimentación.


María Mercedes y Vladimir Gessen son psicólogos. (Autores de Maestría de la felicidad y de ¿Quién es el Universo?).

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