Estos días han sido aparentemente pasivos, pero tormentosos. Venezuela es víctima de una tragedia sin precedentes en toda su historia. A los ojos de buena parte del mundo solo merecemos ser comparados con lo que desde hace más de sesenta años vive Cuba o con la ya también larga experiencia totalitaria de Nicaragua. Lo leemos y escuchamos a diario en medios comunicacionales del mundo entero. Más que como crítica pareciera tratarse de tristes diagnósticos inimaginables hace relativamente pocos años. Cuba, Nicaragua y ahora Venezuela. La preocupación es legítima por la influencia que lo de Venezuela puede tener en un vecindario también sobrecargado de problemas de la más variada naturaleza.
Sin embargo, invitamos a todos nuestros compatriotas donde quiera que se encuentren, a mantener viva la fe en un mañana mejor. De esto vamos a salir por las buenas o por cualquiera de los caminos existentes para liquidar tiranías. Esperamos que sea por lo señalado en primer lugar, pero debe estar claro que en la lucha por la libertad y la democracia no puede descartarse nada.
Para todos los cristianos, más allá de sus simpatías políticas o pertenencia a cualquiera de las iglesias de ese signo, hay principios fundamentales que debemos recordar. Profundizar en ellos es una obligación para darle a la lucha un alto contenido humanista en beneficio de la totalidad de compatriotas.
La lucha por la dignidad de la familia y de cada persona humana que la integra impone obligaciones concretas para la acción inmediata. Ni hablar de la Justicia Social como instrumento para alcanzar el Bien Común y la Perfectibilidad de la sociedad civil. Quienes creemos en estos conceptos básicos, sabemos que mientras Venezuela esté sometida por un régimen socialista- comunistoide, como el actual, encabezado por Nicolás Maduro, no habrá solución posible. Además de lo supuestamente ideológico se añade una incapacidad épica impresionante unida a una corrupción escandalosa para el mundo entero. Venezuela está destruida, en ruinas y caminando hacia posibles desmembramientos que amenazan hasta su propia existencia como nación.
Cada una de las afirmaciones contenidas en estas líneas está respaldada por infinidad de elementos que las fortalecen. Considero innecesario detallarlos ya que hay sobreabundancia de diagnósticos. Caminamos hacia soluciones concretas para revertir hacia lo positivo todo lo malo del presente.
Como todos los 31 de julio, celebramos un nuevo aniversario de San Ignacio de Loyola. Formamos parte desde hace muchos años de la Legión integrada por sus herederos en los distintos colegios de la Compañía de Jesús en distintas capitales venezolanas. Hombres y mujeres formados con idénticos valores más allá de las diferencias políticas que puedan existir o de las particulares características profesionales y de trabajo de cada quien.
Ignacio de Loyola nos convoca a todos a luchar por la liberación nacional.
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