OPINIÓN

La falsificación de las preferencias en Venezuela

por José Tomás Esteves Arria José Tomás Esteves Arria

El profesor Timur Kuran en su libro Private Truth, Public Lies ha expuesto que existe una conducta de falsificación de preferencias como un acto de expresar o exhibir una preferencia distinta a la auténtica o verdadera. Efectivamente, muchas veces planteamos o sugerimos preferencias que disienten de lo que verdaderamente queremos en vista de que la preferencia incorrecta es más tolerable socialmente.

Nuestro autor delimita la falsificación de preferencias como el acto de comunicar, una predilección diferente a la verdadera. Esto es, muchas veces manifestamos preferencias distintas de las que realmente ansiamos en vista de que la preferencia falsa es más aceptada socialmente. Kuran ha desenmascarado una distinción fundamental en lo que realmente queremos (preferencias privadas) y lo que exhibimos o expresamos a los otros  (preferencias públicas). En estos casos, valoramos apoyándonos en lo que consideramos que creen los demás. Y cuando escondemos nuestra desaprobación a una política o simplemente a un régimen de gobierno, impedimos que los otros exhiban su descontento. En el largo plazo esta adulteración de predilecciones gesta una pobreza y un endurecimiento en el plano intelectual y cultural que paraliza el natural y legítimo deseo de cambiar y progresar de un pueblo. Ya lo decía Jean-Paul Sartre, el siempre rebelde: “Desprecio a las víctimas que respetan a sus verdugos”.

Esta tergiversación de las preferencias es útil para comprender por qué los regímenes dictatoriales gozan de elevados índices de aprobación que dan a la luz pública algunos encuestadores en regímenes opresores como los de Putin (Rusia) o Díaz-Canel (Cuba). Las modernas técnicas de exploración en la opinión pública no alcanzan a capturar las motivaciones que tienen para autoengañarse las personas que día a día soportan las inclemencias y maltratos diarios en los regímenes dictatoriales.

La adulteración de las preferencias en Venezuela

Si bien el profesor José Azel ha expuesto estas ideas aplicándolas al caso cubano, en el caso de Venezuela, un país permanentemente luchando por la democracia, pero siempre plagado de dictaduras vetustas (Guzmán Blanco, Juan Vicente Gómez) o modernas (juntas militares, Pérez Jiménez), y últimamente de carácter marxista, como la de Chávez y Maduro, los encubrimientos y adulteraciones de las preferencias están a la orden del día. Hacerse la vista gorda siempre ha estado en moda en el país caribeño.

En efecto, en un tiempo, las preferencias por el general Páez, motivaron a que los partidarios de Bolívar, bajaran el tono y se acomodaran a los buenos gobiernos del llanero que ganó la independencia. Luego, con la insurgencia del liberalismo bajo Antonio Leocadio Guzmán, se abatió al conservatismo, al punto de que se provocó una guerra civil, de la cual emergería el déspota ilustrado Antonio Guzmán Blanco, quien se daba el lujo de gobernar hasta desde París. No era cómodo criticar públicamente al dictador, y había que acomodarse.

Cuando el general Juan Vicente Gómez llegó a la presidencia, tanto el pueblo elevado y llano estaba harto y obstinado de las guerras, motines y alzamientos contra el status quo. Por lo tanto, su mando se prolongó mucho, pero muchos incluyendo a figuras respetables a escondidas despreciaban al dictador, pero el pánico de expresarlo en público los aterrorizaba. Es más, cuando falleció en 1935, transcurrieron varios días de sepultado antes de que los descontentos con su régimen se atrevieran a salir a las calles a protestar.

Más recientemente, cuando el teniente coronel Hugo Chávez protagonizó su fracasado golpe de Estado, algunos en público lo criticaron, pero las grandes masas, incluyendo cierta clase política le adoraban. Incluso, una ONG que hacía estudios e investigaciones tropezó con el hecho de que a la gente de los barrios les encantaba su procacidad en el hablar y su patente fealdad física. Las cosas cambiarían después del estallido de la hiperinflación en los años 2016-17.

En la actualidad, todavía demasiada gente en Venezuela depende del gobierno, empleados públicos, jueces, fiscales, personal obrero con bajos salarios, educadores, contratistas. Todos de verdad, verdad odian al régimen de Maduro, pero en público suelen ser muy discretos y respetuosos. El gobierno sabe castigar mucho y premiar solo a ciertos elegidos. Una gran parte de la población ha elegido huir del país porque se niegan a ser mendigos o morir de inanición en la tierra que los vio nacer.