OPINIÓN

La falla del liderazgo de Estados Unidos al abordar la pandemia de COVID-19

por Leopoldo Martínez Nucete Leopoldo Martínez Nucete

El manejo de la crisis de la pandemia establece un fuerte contraste entre el liderazgo de Estados Unidos y el de la Unión Europea.

La población de la Unión Europea es de 100 millones más que la de Estados Unidos. Las dificultades de coordinar políticas y respuestas entre las naciones soberanas podrían ser aún más difíciles que las complejidades del sistema político y legal federal de Estados Unidos. Sin embargo, los resultados hablan por sí mismos. Europa está emergiendo con éxito de la pandemia, mientras que Estados Unidos, como lo explicó el Dr. Anthony Fauci (sin duda el principal experto del país y la voz de la razón en esta administración), se encuentra todavía con la rodilla enterrada en los que debe considerarse la primera ola de la pandemia. En efecto, Estados Unidos supera los 50.000 casos diarios, mientras Europa en conjunto no llega a los 5.000 nuevos casos diarios.

En las últimas semanas, solo el estado de Florida registró más casos nuevos de COVID-19 que toda Europa (con más de 5.000 casos diarios en promedio y en un momento alcanzando 10.000 nuevos casos en un día). Mientras todos los gobiernos de la Unión Europea han logrado controlar el virus, avanzando hacia una reapertura de sus economías y vidas sociales seguras (no sin prudencia y mitigación ligera, distanciamiento social y mandatos de uso de máscaras), Estados Unidos está viendo el pico del virus en 39 estados que no coordinaron los esfuerzos de mitigación, mientras que Nueva York y otros estados de la nación lucharon y mostraron el camino (por experiencia) sobre cómo manejar esta grave amenaza.

El contraste entre la evolución y el manejo de la pandemia entre el país en su totalidad, o estados como Florida y Texas (por mencionar una muestra de mala gestión por parte de los gobernadores), y la situación que está bajo control en otros lugares como el Estado de Nueva York, revela las mejores prácticas para manejar esta crisis de salud y su impacto en la economía. Mientras el promedio nacional de nuevos casos al día suma más de 50.000, en Texas y Florida se superan los 5.000 nuevos casos diarios, cuando ya en Nueva York se registran 580 casos diarios en promedio.

La Casa Blanca ha pasado de la negación total al uso errático de su autoridad federal para garantizar una coordinación política adecuada, de vuelta a la politización de la gestión de la pandemia. La clave de su fracaso ha sido no escuchar a la ciencia y a los expertos, evadir datos y no conciliar las medidas sanitarias con el impacto económico de manera adecuada. Cuanto más errática es la respuesta sanitaria, más larga es la pandemia y, con eso, más profundo es su impacto socioeconómico. Al igual que cuando un paciente no sigue el protocolo para recuperarse de una enfermedad o cirugía, su salud se ve comprometida por un período más largo, lo que empeora el impacto sobre la situación financiera de su familia.

Por otro lado, la Casa Blanca también ha fallado con la implementación de la ley CARES. Por ejemplo, solo 12% de las empresas pertenecientes a minorías tuvieron acceso al Programa de Protección de Nóminas (Paycheck Protection Program), precisamente uno de los segmentos del conglomerado de pequeñas empresas que tuvo menos resistencia a las inevitables medidas sanitarias de confinamiento y mitigación, lo que provocó un alto desempleo en comunidades afroamericanas y latinas. La administración se obsesiona con los mercados de valores y los índices de Wall Street que no han superado la volatilidad, mientras que la economía real camina en absoluta incertidumbre sobre el futuro de la pandemia. Y, por último, la administración continúa intentando debilitar la Ley del Cuidado de Salud Asequible (Affordable Care Act) en medio de una pandemia, poniendo en peligro la cobertura de millones cuya salud podría verse afectada.

A medida que avanzamos hacia el otoño sin una vacuna, COVID-19 coincidirá con la gripe estacional y un pico potencial en el contagio de coronavirus, lo que hará que decisiones como el regreso a las escuelas y universidades sean más complejas y, como nunca antes, impulsadas por ciencia, datos y tendencias para lograr la implementación correcta para vencer al virus. Por otro lado, en cualquier situación en la que se combine la educación en línea con la presencia escolar, así como una reapertura económica segura según las condiciones prevalecientes en cada comunidad, sería necesario implementar medidas como escalar las pruebas gratuitas, el rastreo de contactos, la cuarentena (o restricciones) para aquellos que se mueven entre áreas geográficas de mayor riesgo a áreas de menor riesgo y mandatos de uso de máscara.

Usemos el caso de reapertura de escuelas. El presidente Trump ha dicho que recortará los fondos federales a los distritos escolares que no abran sus escuelas por completo (una amenaza de legalidad dudosa), citando que países como Alemania, Dinamarca, Noruega y Suecia volverán a abrir las escuelas. El hecho es que estos países están registrando casos nuevos mucho más bajos por día que Estados Unidos. Por ejemplo, Alemania tiene un promedio de 7 días con 365 casos nuevos por día, mientras que Estados Unidos supera los 52.639 casos nuevos por día en un promedio de 7 días. Los promedios de casos por día son mucho más bajos en los otros países citados.

Estados Unidos se convirtió, por falta de liderazgo y mal manejo en el epicentro del planeta de la pandemia COVID-19. En lugar de liderar el mundo, la administración Trump se retiró de la Organización Mundial de la Salud, precisamente cuando las mejores prácticas, la cooperación para el beneficio mutuo y la investigación global de vacunas o tratamientos son más necesarias. La posibilidad de «aplanar la curva» y, además, ver una fuerte disminución en la propagación del virus está distante en Estados Unidos. Por lo tanto, es hora de que escuchemos a la ciencia y dejemos de politizar esta pandemia, que ha costado hasta ahora 135.000 vidas, dado que la tasa de mortalidad de este virus está promediando casi 5%, lo que significa que si estamos agregando 55.000 casos en un día, podríamos ver otros 2.500 muertos entre los recién infectados.