OPINIÓN

La extrema derecha no es derecha

por José F. Peláez José F. Peláez

Foto: AFP

Para definir «extrema derecha» habría que definir primero «derecha». Porque «extremo» es un adjetivo que califica un sustantivo «en su grado más intenso, elevado o activo». Pero para definir ‘derecha’ primero habría que definir «izquierda», puesto que aquella surge como oposición a esta. Cerrando el silogismo, «extrema derecha» sería lo que se opone a la izquierda en su grado máximo, esto es, lo más diferente a ella. Pero eso no resulta en absoluto cierto. Muchas de las políticas económicas de Le Pen son indistinguibles de las del Partido Comunista. De hecho, el trasvase de votos comunistas hacia AN es directo y evidente. ¿Sucede entonces que los comunistas se han vuelto de extrema derecha? Evidentemente, no. Simplemente comparten muchas reivindicaciones «chalecoamarillistas» como el aumento del gasto público, el incremento de las pensiones, la rebaja de la edad de jubilación y la subvención a empresas que contraten a jóvenes. Es decir, políticas socialistas de toda la vida.

La diferencia entre el Partido Comunista y Le Pen no está en tanto en la solución sino en el diagnóstico. Han logrado convencer a los más desfavorecidos, a los jóvenes, al campo y a los ancianos que están como están por culpa de los hijos y los nietos de los inmigrantes, fundamentalmente musulmanes. Y, por ello, proponen políticas socialistas, eso sí, limitadas a los franceses, para lo que previamente redefinirán el vocablo ‘francés’ para que no se refiera a un francés sino a lo que a ellos digan que es un francés. Le Pen no tiene ninguna intención de meterse en el asunto del aborto –no tienen ni un aire católico– ni tampoco en derogar el matrimonio homosexual, lo que supone un acierto táctico, no solo porque, por una vez, tienen razón sino porque, además, consigue contraponer inmigración a libertad sexual, ganando así aliados inesperados. Para cerrar el círculo cercano a lo comunista, Le Pen es anti-OTAN. Y, digámoslo de modo sutil, no muy beligerante con Putin. Les falta la cresta.

Todo esto es legítimo, aunque a mí no me guste. En democracia, conviene no demonizar ciertas posiciones solo porque no estés de acuerdo con ellas. Pero tampoco conviene callarse cuando no estás de acuerdo. Y hoy hay que decir que la extrema derecha francesa no es derecha. Es una izquierda alternativa, no marxista sino socialdemócrata y apalancada en el nacionalismo y el discurso antinmigración. Los españoles que simpatizan con Le Pen por ser «muy de derechas» quizá no sepan que, en realidad, ella es muy poco de derechas, entendiendo la derecha como la ortodoxia económica, el capitalismo, la defensa del individuo, la libertad, la igualdad sin discriminación por motivo de raza o religión y la defensa de la opción prudente, conservadora y, desde luego, alejada del populismo antielitista. Como sucede con Falange, Le Pen une lo peor de los dos espacios. Y como sucede con Falange, va a resultar que, al final, la extrema derecha no es lo más opuesto a la izquierda. Sino a la derecha de toda la vida.

Artículo publicado en el diario ABC de España