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La exquisita madurez de la señora Robinson

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Desde su estreno en 1967, El Graduado se convirtió en un hito por su temática, calidad técnica e interpretativa

“Está usted intentando seducirme ¿no es verdad?”. Con esa frase el joven Benjamin Braddock parece tratar de escapar de la sugestiva incitación a una tórrida y amoral situación. Frente a él, una madura y hermosa mujer se expande como el aire, envolviéndolo con delicada lujuria para hacerlo objeto de su deseo… La bien lograda adaptación cinematográfica  de la novela homónima de Charles Webb, El Graduado (1967), daría como resultado una joya de culto en el celuloide. Su director, Mike Nichols, había debutado satisfactoriamente con su anterior película, la adaptación cinematográfica de la obra teatral de Edward Albee ¿Quién le teme a Virginia Woolf? (1966), estelarizada por Elizabeth Taylor y Richard Burton. Con este nuevo trabajo, Nichols daría al trasto con la típica percepción del protagonista y quebrantaría los estamentos culturales de una nación.

Benjamin Braddock regresa a casa por vacaciones, con solo 21 años se ha graduado recientemente en la universidad. A pesar de sus logros, Benjamin se siente desmotivado y encerrado en la incertidumbre. Los Robinson, matrimonio amigo de sus padres, consideran a Ben como un valioso y atractivo partido para su hija Elaine. La señora Robinson pone sus ojos en el mozo Braddock y luego de ciertas dudas por parte de él, acaban convirtiéndose en amantes. La llegada de Elaine despierta el interés y sentimientos en él, quien, a pesar de las advertencias de su amante, da inicio al cortejo con su hija. Posteriormente se desatan los riesgos que la peligrosa relación conlleva. De este modo, a pesar de verse perdido, Ben luchará por el amor de Elaine.

El triángulo está presente en varias escenas del filme, su uso impulsa la idea del realizador

La figura del protagonista en esta historia es el perfecto modelo de un hombre que es movido por poderes superiores a él y esa inconformidad lo condiciona negativamente en el claustro al que lo somete. Las imposiciones culturales se muestran como piezas escultóricas del individuo. Ante la incertidumbre de lo que representa el futuro, el joven Benjamin Braddock (Dustin Hoffman), personaje que, a modo de reflejo, muestra las inquietudes de toda una generación, se debate entre los nuevos paradigmas morales que emergen en la década de los sesenta y los férreos pernos que lo sujetan al pasado, confrontación que da fin al mito del “Sueño americano”, permitiendo una profunda crítica al estilo de vida, a los patrones de conducta, a la ética y al rol del factor humano de su tiempo; temas que dieron espacio a las nuevas ideas que entraron en franca oposición a los recios esquemas sociales imperantes.

El adecuado uso del simbolismo en su planteamiento visual hacen de este largometraje un deleite. La evidente pero magistral presencia del triángulo en varias escenas, apoya el discurso de las fuerzas que sostienen y rigen la existencia de Benjamin; la figura geométrica está presente en los ganchos de ropa que encuentra colgados en el armario, cuando en casa de Ben este toma el desayuno junto a sus padres o cuando se despide de ellos en busca de su amada. En ambas escenas los tres personajes están dispuestos en forma de triángulo, también podemos ver esa figura a la salida del hotel cuando Elaine y Benjamin están en el vehículo, gracias a un bien pensado encuadre ella queda encerrada dentro de uno y, especialmente el famoso plano de las piernas de la señora Robinson que muestran un sugerente y poderoso triángulo frente a los ojos del espectador. La creativa y efectiva dirección de fotografía estuvo a cargo del prestigioso Robert L. Surtees.

El director Mike Nichols y el fotógrafo Robert L. Surtees crearon una propuesta visual que aún hoy despierta admiración por su vanguardia

Luego de 55 años de su estreno, este título parece fresco ante las nuevas audiencias; su cautivante narración fílmica y lenguaje cinematográfico lucen tan impactantes como en su estreno. Las magistrales actuaciones del aplaudido reparto han sobrevivido al tiempo y siguen resultando brillantes para los amantes del cine. Lo acertado de esas interpretaciones nos conectan con esos personajes: ¿cómo no ser preso de la fascinante sensualidad que le imprime Anne Bancroft a su personaje de la Sra. Robinson? ¿O la imposibilidad de no sentir empatía por un Dustin Hoffman, quien, envuelto en su rol del controvertido Benjamin, nos da un claro retrato de la angustiante existencia de la juventud de esos años? La solvencia del elenco se ve sustentada, además, gracias a Katharine Ross como Elaine, al veterano Murray Hamilton quien brinda una sentida y desesperante actuación como el maltrecho marido, el señor Robinson y, William Daniels junto a Elizabeth Wilson, quienes dan vida a los padres de Benjamin.

Tras su estreno la película recaudó más de 100 millones de dólares, una monumental taquilla si se toma en cuenta los resultados de entonces y al contrarrestarlo con el presupuesto de producción, el cual no superaba los 3 millones de dólares. La genialidad de su realizador, Mike Nichols, se vio recompensada con el premio Oscar por su dirección, el único que obtendría la cinta a pesar de ser candidata en otras 6 categorías. Las pegajosas canciones de Simon and Garfunkel, “The Sound of Silence” y “Mrs. Robinson” (tema que alcanzó el primer puesto de la lista Billboard), los convirtieron en íconos internacionales de la música.  La temática, narración y contundencia del mensaje, catapultó a El Graduado a la cima de la cultura popular y aún hoy es indiscutible referencia de un cine que rompió con las estructuras discursivas de un anquilosado Hollywood.

Gracias a su sólida estructura dramática sustentada en la sorpresa, emoción y decepción, el final de la película muestra a los dos amantes rompiendo con las ataduras. Ben observa cómo ella se ha casado con otro hombre pero, pese al momento agónico, el protagonista logra que ella deje a su marido y a su familia. Los dos huyen dejando todo atrás. Los jóvenes amantes se fugan. En plena carrera logran subirse a un autobús que pasaba en ese instante; llenos de alegría se dirigen a los últimos asientos, donde estallan eufóricos en risas. Luego, paulatinamente, se desvanece el entusiasmo de sus rostros hasta encontrarse sumidos en un silencio, seco y reflexivo. Justo allí, Elaine y Benjamin se hacen conscientes de su decisión y sienten el rigor de priorizar los impulsos en detrimento del racionamiento: ahí en ese bus los jóvenes sienten el peso de la toma de decisiones. Este importante y aclamado filme abrió campos que parecían desconocidos, dejando una seductora advertencia sobre nuestra responsabilidad y poniendo fin al ilusorio espejismo de la plena libertad sin consecuencias.

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