Un fenómeno presente a lo largo de la historia. Sin embargo, en estos tiempos, adquiere presencia prominente. Es como si se hubiera vuelto audaz y decidida, manifestándose de diversas formas y afectando vidas. La política es un ámbito en el que la estupidez se manifiesta oronda; y en el caso de Venezuela, marcada por una compleja y polémica realidad, la torpeza en comprender, halla terreno fértil para envalentonarse y generar graves consecuencias.
La sandez es un rasgo inherente a la condición humana. Aunque se pueda argumentar que todos somos estúpidos en cierto momento, es bueno reconocer que existen niveles y manifestaciones. No se trata simplemente de cometer errores o tener falta de conocimiento en un área específica, sino más bien de una actitud persistente y dañina que se opone a la razón y sentido común.
Se revela altanera en la adopción de estrategias simplistas y negativas al considerar alternativas. La incapacidad para reconocer y abordar la complejidad de los problemas ha llevado a decisiones y políticas desacertadas, perjudiciales. La estupidez política se alimenta por la falta de visión y frivolidades que no abordan las causas fundamentales de los problemas.
Se las da de valiente, arrogante cuando prevalece la ignorancia y fanatismo, en lugar del diálogo constructivo y debate. La falta de tolerancia hacia opiniones divergentes y tendencia a simplificar los problemas en términos absolutos y maniqueos son ejemplo claro de cómo la estupidez se ha enraizado en el discurso político venezolano.
Se entusiasma cuando se le permite prosperar en un entorno propicio. En una sociedad que valora más apariencia que sustancia, entonces, la superficialidad e ignorancia ganan terreno fácilmente. Además, con el auge de las redes sociales y la facilidad de difusión, la estupidez encuentra una plataforma donde amplifica su voz y se propaga. La desinformación, rumores infundados y teorías de conspiración son ejemplos de cómo la majadería se envalentona en el mundo digital.
Se sobreexcita con la corrupción. Cuando los políticos ponen sus intereses personales por encima del bienestar nacional. La estupidez ostenta providencias motivadas por la avaricia, falta de ética y proceder. La podredumbre corrupta socava la confianza en las instituciones políticas y dificulta el desarrollo de procedimientos efectivos.
La escasez de pensamiento crítico se conforma con opiniones ligeras, sin cuestionar o investigar a fondo. La comodidad de aceptar afirmaciones sin evidencia sólida y dejarse llevar por el ruido de la mayoría puede ser peligrosamente seductora. En lugar de fomentar la búsqueda de la verdad, nos atrapa una cultura de ignorancia complaciente.
Cuando se utiliza el poder para silenciar a la oposición y suprimir el disenso. La represión de la libertad de expresión y persecución de aquellos que critican al gobierno, genera un ambiente en el que la estupidez florece sin estorbo. La diversidad de opiniones y el debate abierto son esenciales para evitarla, poniendo a prueba ideas y soluciones racionales.
Se anima y enfervoriza cuando se le premia o glorifica. En la notoriedad instantánea, aquellos que hacen alardes de su estupidez o se comportan irresponsables a menudo obtienen admiradores; reforzando la idea de que la estupidez es aceptable y digna de atención, lo que, a su vez, inspira a imitar. Es un círculo vicioso que alimenta la bobería y la impulsa a nuevos niveles.
La estupidez florece cuando no se confronta con responsabilidad, pensamiento crítico y educación. Se debe promover una cultura que valore inteligencia, razón y búsqueda de la verdad. Fomentar el pensamiento examinador en las escuelas y vida cotidiana, para que se discierna, cuestione y desafié a quienes promueven la gansada como aceptable o entretenida.
Resistir la tentación de caer en la majadería y animar a los demás a hacer lo mismo. Evitando que la tontería necia, adquiera fuerza y domine la sociedad. Anhelar que la sabiduría e inteligencia sean valoradas, cultivadas; donde el pensamiento crítico sea norma y la estupidez relegada a los márgenes.
La estulticia valentona y jactanciosa en la política venezolana es un obstáculo para el desarrollo y bienestar del país. El fortalecimiento de las instituciones democráticas y el respeto por el Estado de Derecho son elemento clave para construir una sociedad en la que la estupidez no encuentre espacio para prosperar.
Venezuela enfrenta desafíos complejos y superarlos requiere atrevimiento, para dejar la estupidez política y abrazar la razón, ética y compromiso; valorar conocimiento, sensatez, juicio y reflexión, en la búsqueda del bien común por encima de intereses individuales, y conveniencias partidistas.
Solo así Venezuela encontrará el camino hacia la estabilidad y progreso duradero.
@ArmandoMartini