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La estrategia de la diáspora

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La diáspora venezolana continuará creciendo a ritmo de vértigo si no recuperamos la democracia y la libertad. En dos décadas de “socialismo del siglo XXI”, han migrado cerca de 5 millones de ciudadanos, de acuerdo con el Observatorio de la Diáspora Venezolana. En este lapso la diáspora ha fraguado una agenda propia, repleta de iniciativas y proyectos y su voz se ha hecho sentir en los ámbitos social, político, cultural y económico. Mientras escribo pienso en uno de los centenares y silenciosos esfuerzos de los venezolanos en el mundo y en Francia. En este país la Asociación Humanitaria Papagayo desarrolla un intenso esfuerzo de apoyo a los venezolanos.

La diáspora le expresó al presidente interino, Juan Guaidó, su compromiso e interés en participar en el proceso de reconstrucción de Venezuela. Propuso la creación de un mecanismo ágil, flexible y sugirió la participación de las organizaciones de la sociedad civil y del sector privado en su conformación. La conexión con la diáspora, diversa y plural, enorme y compleja, no cabe duda, exige la participación de todos los actores sociales.

Los venezolanos en el mundo se han organizado en varios centenares de asociaciones, a las cuales se han incorporado ciudadanos de los países de acogida tejiendo complejas redes de profesionales, emprendedores y empresarios, científicos, académicos y políticos. En el marco actual, el de la sociedad del conocimiento y la información, las redes formadas por los ciudadanos venezolanos adquieren una importancia superlativa. Los flujos de información y la conectividad entre redes constituyen indicadores de su potencia y dan cuenta de su poder, en el momento actual y de cara al futuro.

Las redes primarias, la de familiares y amigos, se amplían con las de compañeros de trabajo, las empresariales, universitarias, científicas, culturales y gremiales. Redes conectadas a sus pares en el país de origen, sociedad civil e instituciones sumando capacidades transnacionales. Para el nuevo gobierno es fundamental profundizar lo realizado por esas redes diaspóricas y favorecer la cristalización de los proyectos.

Organizaciones, con recursos limitados, requieren para su funcionamiento los aportes de sus integrantes. Pese a operar al límite realizan encuentros transnacionales, desarrollan proyectos conjuntos y promueven los vínculos entre asociaciones a objeto de optimizar el uso de los recursos y mejorar la calidad de sus impactos. El propósito es conectar a estas organizaciones entre sí y con las asociaciones privadas e instituciones en Venezuela que han impulsado mecanismos para conectarse a la diáspora.

Tal urdimbre de flujos y conectividades ha perfilado las formas organizativas para continuar desarrollando el trabajo conjunto entre las asociaciones de ciudadanos venezolanos en el mundo y Venezuela. Esta inmensa experiencia, construida desde las organizaciones de base, de la cual es necesario extraer aprendizajes, es un desafío para el nuevo gobierno, el cual no está exento de complejidad. En el documento entregado por la diáspora al presidente (I) Juan Guaidó y a su equipo, esta propuso la creación de un mecanismo, ágil y flexible, capaz de dar cabida a tantas y tan diversas organizaciones. La proposición contiene la estrategia dirigida a escuchar e incluir la voz y la experiencia acumulada por la diáspora, sus propuestas para la reorganización del servicio exterior, incluyendo las aspiraciones de representación parlamentaria, a semejanza de lo hecho por países como Italia y Francia.

La sugerencia se ha hecho con base en el análisis de otras experiencias. Hemos encontrado que los países que han logrado desarrollar relaciones sólidas con sus diásporas han asumido, como prioridad, consultar sus voces al momento de abordar problemas domésticos, nacionales e internacionales y aquellos propios de la diáspora. Es el caso de los países nórdicos han creado mecanismos inclusivos como los “parlamentos de expatriados”, espacio cuyo fin es escuchar a sus diásporas.

Para Venezuela, el tema es relevante y urgente. Son muchos millones de venezolanos deseosos de aportar todo lo adquirido y participar en el proceso de reconstrucción de su país, en todos los planos y colocando el centro de la atención en el ser humano. Son conscientes del daño causado por el “régimen de la barbarie” y reconstruirlo sobre nuevas bases demandará ingentes esfuerzos en educación, salud, ambiente, cultura del trabajo, emprendimiento, ciencia, tecnología e innovación.

La perspectiva y el diseño con los cuales se crea el mecanismo de relación con la diáspora no puede ser el convencional, y tampoco se debe obviar la experiencia acumulada. La diáspora está en movimiento, su ritmo de trabajo no cesa, su diversidad y pluralidad, así como sus contactos y redes, pueden desempeñar un rol más activo en el proceso de reconstrucción de Venezuela y, por tal motivo, consideramos indispensable su incorporación a la institucionalidad que habrá de crearse con ese fin.

Tal estrategia es distinta a la promoción del retorno. En general, las políticas diseñadas con ese fin han resultado de poca utilidad, pues solo opera en quienes, con o sin marco legal, habían decidido regresar. Esta política asume que el ciclo migratorio culmina con el retorno al país de origen. La historia reciente de Venezuela es un posgrado en inmigración y desmiente esa creencia.

Aferrarse a la idea del retorno no lo hace más real y, en este terreno de políticas públicas en el que nos movemos, los “yo pienso” “yo creo” o “yo conozco a alguien que ya tiene listo su pasaje de retorno” no son suficientes. En realidad, la diáspora ha manifestado su deseo de permanecer en el país de acogida, al cual expresa sentirse integrado, y ello no está reñido con su compromiso de participar en el proceso de reconstrucción del país, aprovechando precisamente la característica de circulación del capital humano y las facilidades que ofrecen las nuevas tecnologías.

La profundización de la crisis y de la tragedia humanitaria en Venezuela explica el crecimiento de la diáspora. Sorprenden las declaraciones y comunicados de organizaciones amigas del régimen, algunas de ellas formadas por “intelectuales”, quienes, al hacerlo, se hacen cómplices de los responsables de producir la mayor tragedia en Latinoamérica y de los muertos provocados por la escasez de alimentos y medicinas. Me pregunto si habrán tenido tiempo de revisar las cifras oficiales de la hecatombe, publicadas por el Banco Central de Venezuela hace unas pocas semanas, y si después de haberlo hecho, han mostrado su arrepentimiento y reconocido su error o, por el contrario, persisten como secuaces del horror. Visto lo visto, queda un sabor amargo y la certeza de que será mucho lo que habrá de revisarse en el terreno de las ciencias sociales en Latinoamérica.

En ese marco adquieren especial significación las palabras de Felipe González: “Y mañana no vengan a decirnos que desconocían la magnitud del desastre”. La terca y tozuda realidad vuelve a mostrar que el peor enemigo del socialismo no es el capitalismo, es la realidad. Con base en los indicadores del desastre, nos resulta inadecuada la definición de “crisis migratoria”. La verdadera crisis es la ocasionada al país por quienes se aferran al poder con las bayonetas; la migración es una consecuencia del desastre. No podemos perder el foco del verdadero problema y es necesario evitar ese error.

Lo descrito responde a las preguntas: ¿Qué hace la diáspora por Venezuela? ¿Qué puede hacer Venezuela por la diáspora? La estrategia descrita es simple y compleja a un mismo tiempo. Para ello es necesaria la disposición a escuchar las voces, conocer los proyectos e iniciativas y los mecanismos desarrollados por la diáspora y por quienes están convencidos de su importancia, no solo la electoral. Como hemos dicho, también resulta muy útil aprender de nuestra historia como país de inmigrantes.

Cuando hablamos de alianzas y conectividad entre redes y la necesidad de una estrategia de vinculación, no nos referimos solo a la que se produce entre gobierno y diáspora; más bien aludimos a las redes entre ciudadanos y asociaciones diaspóricas. Como afirmó Hillary Clinton en la Cumbre Global del Emprendimiento, en el año 2010: “…tenemos que practicar las alianzas basadas en valores compartidos, respeto y responsabilidad mutuas. Las alianzas no son solo entre gobiernos sino con los ciudadanos que, como ustedes (como la diáspora, agregamos nosotros) crean el progreso local, regional y global”.

A la par del crecimiento de la diáspora lo hace el interés por ella, el cual está precedido por diversas agendas y perspectivas. La información con fines electorales y partidistas es diferente de aquella que se construye con el fin de facilitar la participación y la conexión de ese importante activo con el que cuenta el país: su diáspora. El mapeo del Observatorio de la Diáspora Venezolana está animado con este último propósito: facilitar la concreción de su compromiso con la reconstrucción de Venezuela. La diáspora es una portentosa bisagra con capacidad para articular negocios, desarrollar, como los taiwaneses, potentes alianzas con empresas de todo el mundo, contribuir a la expansión del comercio global valiéndose de la información privilegiada que han adquirido y poner en marcha proyectos y negocios que surgen como resultado de las redes diaspóricas.

@tomaspaez

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