OPINIÓN

La estampida oficialista

por Armando Martini Pietri Armando Martini Pietri
María Corina Machado, con un cartel de Edmundo González Urrutia, en un acto de campaña en el estado de Portuguesa, en Venezuela. Foto: X @MariaCorinaYA

María Corina Machado, con un cartel de Edmundo González Urrutia, en un acto de campaña en el estado de Portuguesa, en Venezuela. Foto: @MariaCorinaYA

Se visualiza de proporciones épicas el derrumbe de la confianza y la pérdida de legitimidad que sepultará al intruso castrismo. Las instituciones que otrora sostenían su cimiento, se resquebrajan bajo la corrupción y desinterés. El oficialismo, que de adalides del bien común se convirtieron en una casta privilegiada; gandumbas y fantoches de haberes tenebrosos, bufones del abuso y la opresión, preocupados por sus intereses que por el bienestar ciudadano; son incompetentes en las soluciones a contrariedades que aquejan a la sociedad.

El mundo politiquero se asemeja a una estampida desbocada, donde la razón ha sido pisoteada por el torrente de mondregos enfurecidos. Ya no se trata de debates ideológicos constructivos, sino de una lucha visceral por la permanencia, donde la verdad es una mercancía manipulable y la ética es relegada a un oscuro rincón.

Las herramientas de conexión y conocimiento se han transformado en campos de batalla virtuales, correveidile de insultos y descalificación como armas predilectas. La información veraz se ve opacada por un afluente de noticias falsas y propaganda, creando una realidad distorsionada donde la desconfianza y el miedo reinan supremos.

En este frenesí, la cordura parece animal en extinción. Los líderes, convertidos en gladiadores de la retórica, atizan las llamas del divisionismo, sembrando discordia entre sus seguidores y demonizando a sus oponentes. La moderación es vista con ingratitud y debilidad, el consenso como traición y la empatía como flaqueza. La ciudadanía, mira estupefacta cómo sus voces son acalladas y sus anhelos desconocidos. La fe se desmorona. El ciudadano contempla cómo se demuele quien alguna vez prometió un futuro justo y próspero.

Las causas son múltiples y complejas. Corrupción endémica, falta de transparencia y rendición de cuentas, mentira e ineficiencia institucional, desconexión entre las élites y el pueblo, erosión de los valores éticos, morales, deterioro de los principios y violación de los derechos humanos, han creado un caldo de cultivo perfecto para la decepción, frustración y desilusión.

La responsabilidad recae en holgazanes, sempiternos politiqueros embusteros, oportunistas y asaltantes del erario público; permitiendo que la podredumbre se arraigue. Cediendo ante el miedo, tolerando la mediocridad y falta de liderazgo. Las consecuencias, son devastadoras para el oficialismo. La confianza en las instituciones se ha desplomado, la participación ciudadana paralizada y haragana. La capacidad de resolver los problemas comunes atrofiados, lo que genera una profunda crisis de legitimidad. La polarización social se intensifica, creando un clima de crispación y violencia. La economía arrasada, arruinada, mientras que la pobreza, desigualdad e indigencia ha sido exponencial.

La ciudadanía convertida en espectador apático, impotente ante un sistema arbitrario y abusador, que responde a intereses de una minoría. Sin embargo, la apatía no es respuesta. Afortunadamente, despierta del letargo en las calles con indignación y prende la llama de diversos movimientos sociales que exigen cambio, libertad y reclaman democracia. Es hora de tomar las riendas del destino. Defender las libertades y luchar por una sociedad de oportunidades.

Hoy, el continuismo, vencido en la política, ética y moral, además del comportamiento ejemplar de la ciudadanía su gran derrota. El castrismo charlatán lo sabe, lo huele, lo siente, es evidente, irreversible. El oficialismo derrotado por un entusiasta sentimiento de cambio; además de la esperanza que representa María Corina Machado, que trabaja incansable, con generosidad cede su prestigio y capital político a Edmundo González Urrutia, quien con señorío e hidalguía honrará la transición, devolviendo en corto plazo, a su legítima representante, sin condicionamiento alguno de los buitres oportunistas.

El tema es complejo y controvertido, no existe solución única ni universal. Recuperemos el valor de la lealtad, rectitud y diálogo, la escucha activa, glorificar la palabra empeñada y el respeto mutuo. Aprendamos la complejidad de las ideas sin caer en la simplificación y fanatismo. La verdad no reside en un solo lado, sino en la búsqueda honesta y abierta del conocimiento.

El camino hacia la recuperación será arduo, pero millones comparten la visión de un mejor mañana. La estampida es una realidad y el deslave innegable. Es hora de actuar y exigir cambio, construir un mundo mejor para nosotros y las generaciones venideras.

@ArmandoMartini