OPINIÓN

La estafa más grande de la historia ocurrió en Poyais

por Luis Alberto Perozo Padua Luis Alberto Perozo Padua

Sobre la blanca arena, frente a una playa, yacía un sinnúmero de cuerpos inermes, algunos eran arrastrados por las olas en un ir y venir. Los sobrevivientes, apenas podían respirar. La dantesca imagen sumaba 180 cuerpos, entre hombres, mujeres y niños. Solo una tercera parte de los que llegaron a aquella zona desolada, fueron rescatados por un barco que pasaba por allí y llevados a Belice.

En octubre de 1822, sir Gregor MacGregor, ofreció entrevistas a diarios de la Gran Bretaña y publicó decenas de atractivos anuncios sobre el reino de Poyais en los periódicos de mayor circulación de habla inglesa, lo que produjo gran sensación.

El principado de Poyais era un lugar fabuloso. Situado en la costa de la actual Honduras. Su tierra era tan fértil que las plantaciones de maíz producían tres cosechas al año en vez de la cosecha única. El lucrativo tabaco crecía casi por sí solo. Abundaba el pasto para el ganado. La caza y la pesca eran tan abundantes que, en una ligera jornada, un hombre podía procurar el alimento semanal para toda su familia, y más. Los ríos y arroyos que discurrían por zonas agrestes llevaban consigo pepitas de oro. Había vetas de plata esperando a los más intrépidos. La fruta desbordaba los árboles y los bosques rebosaban de verdor. Todo lo que Poyais necesitaba para convertirse en un poderoso enclave del Caribe era nuevos inversores y colonos para sacar el máximo provecho de sus recursos y desarrollar proyecto de infraestructura, se leyó en los diarios.

Pronto la alta sociedad escocesa se prendió de la idea y más viniendo de sir Gregor MacGregor que no solo era el hijo de un acaudalado banquero, sino también el príncipe de Poyais. Para los menos interesados, recomendó un libro sobre las virtudes del lugar, con innumerables ilustraciones que demostraban aquel Edén sobre la Tierra, el cual estaba escrito por la magnífica pluma de Thomas Strangeways.

Héroe de la Independencia

MacGregor era un reputado héroe de la Independencia venezolana, cercano al Libertador Simón Bolívar. Veterano del ejército británico en las luchas contra Napoleón Bonaparte. Ingresó a la vida militar con tan solo 16 años, escalando rápidamente de rango, unos ganados en batalla y otros comprados. Era originario del pequeño pueblo escocés Stirlingshire, en donde había nacido el 24 de diciembre de 1786.

Su paso productivo por Venezuela tuvo su génesis al conocer en Londres al general Francisco de Miranda, líder de la revuelta venezolana y personaje carismático. Le ofreció sus servicios y tras vender sus pertenencias, embarcó con destino a América, llegando a Caracas horas después del impactante terremoto que la desolará en 1812.

Miranda, impresionado por la trayectoria de MacGregor, lo reclutó colocándolo al mando de un batallón de caballería que ganará la primera batalla.  El escocés aseguró igualmente su posición en las líneas patriotas contrayendo segundas nupcias con Josefa Aristeguieta, prima de Bolívar. Este enlace le valió el ascendido a general de Brigada.

La reputación del escosés fue creciendo conforme se aventuraba con sus tropas de caballería frente a los realistas, quienes sumaban más derrotas que victorias, aumentando la estima de Bolívar. Fue condecorado con la Orden del Libertador por su denodada actuación en batalla.

No obstante, una sucesión de despropósitos acompañó las andanzas posteriores de los triunfos de este general inglés, entre los que destacaba desobediencia a las órdenes superiores, abandono de tropas en sitios tomados por los realistas en Nueva Granada, abrogación de títulos inexistentes y toda una serie de traspiés que produjeron la ira del Libertador.

El reino de Poyais

McGregor huyó de Colombia y se refugió con su familia en Jamaica, en donde rápidamente comenzó a contrabandear ron. Las autoridades de aquella región le pusieron precio a su cabeza. El propio Bolívar, a quien ya habían llegado los informes sobre la cobardía y desobediencia de MacGregor, lo proscribió y ordenó que, de retornar a Venezuela, lo ahorcasen sin juicio previo “por traidor”.

El sueño de grandeza para el escocés no terminaba con el ostracismo al que lo había sometido el Libertador, por el contrario, los alimentó y juró convertirse en el reyezuelo de algún territorio, huyendo de nuevo a Centroamérica, estableciéndose en la Costa de los Mosquitos, así llamada como referencia por la población local.

Con los recursos ganados y otros confiscados durante las luchas independentistas de Venezuela y la Nueva Granada, y tras el lucrativo comercio ilícito de aguardiente de caña, McGregor logró comprar un inexpugnable territorio al que decidió bautizar como «Poyais» por el nombre de una tribu nativa, los payas. Y retornó a su lar nativo para presumir de su nueva posesión y su nuevo título: «cacique de Poyais», que en aquella época era un título equivalente al de «príncipe», de rango intermedio entre un gobernador y un virrey.

La alta sociedad inglesa estaba deslumbrada por las descripciones de MacGregor sobre las bondades de Poyais, desde el diseño de los uniformes de su ejército hasta un sistema político de tres cámaras enmarcada en una constitución rimbombante. La bien planificada campaña de McGregor surtió efectos y fue más fructífera de los esperado.

No solo recibió 287.000 dólares directamente, sino que los bonos por Poyais llegaron a valer 1,87 millones de dólares, es decir 3.600 dólares millones de hoy. Rápidamente se propuso diseñar su propia moneda en papel «los dólares de Poyais», impresos por el Banco de Escocia.

Además, convenció a otros banqueros para que se unieran a la beneficiosa sociedad, quienes contrataron siete navíos llenos de colonos para que cruzaran el Atlántico y se establecieran en el nuevo principado de Poyais.

Así fue como en septiembre de 1822 y en enero de 1823 los dos primeros navíos, el Honduras Packet y el Kennersley Castle, partieron hacia la mítica tierra con 250 pasajeros a bordo.

El periodista español Joaquín Armada asienta que los barcos con destino a América estaban repletos de baúles en donde los colonos guardaban los títulos de tierra que el príncipe sir Gregor MacGregor, -escocés como ellos-, les había vendido. “En sus bolsillos, los dólares de Poyais que él mismo le ha dado a cambio de sus libras esterlinas para que compren todo lo que precisen cuando lleguen a este territorio”.

Tras dos meses de travesía, el Kinnersley Castle atracó en la laguna de Black River, en aquel país de Poyais. Pero nadie los recibe. Tampoco hay rastro de St. Joseph, la capital con edificios de estilo europeo. El desconcierto aumenta cuando atónitos observan que unos 70 colonos descarnados -que arribaron antes-, deambulan en la playa con trajes harapientos roídos por el salitre.

En medio del aturdimiento caen en cuenta que los billetes que llevan en sus baúles no tienen ningún valor, que los certificados de la tierra comprados como jugosa inversión son simples papeles empapados, y que Poyais es un territorio infestado de mosquitos que transmiten malaria y fiebre amarilla; y que aquel libro ilustrativo que narraba las fabulosas virtudes de Poyais fue urdido por MacGregor. De esta manera perecerán 180 colonos, víctimas de la estafa más grande de la historia.

Gregor MacGregor no era sir, ni tampoco había sido nombrado cacique de Poyais en 1820 por el rey Jorge Federico en una ceremonia en la ciudad de St. Joseph. Aquella playa no era más que un terreno baldío.

Volvió a su audaz andanza

MacGregor huyó a Francia y poco después de fundar su nuevo hogar, no perdió tiempo en iniciar su carrera de timador, y al poco tiempo ya tenía un numeroso grupo de nuevos inversionistas dispuestos a colonizar Poyais.

No obstante, la gran cantidad de solicitudes de pasaportes para un país al cual nadie había escuchado hablar, alertaron a las autoridades. Descubrieron inmediatamente el fraude y arrestaron al autor. Cumplida la condena, MacGregor regresó a Edimburgo de donde huyó tras amenazas de muerte por su estafa, radicándose en Caracas.

Solicitó la ciudadanía venezolana y con la carta rubricada de Bolívar donde lo ascendía a general de División, exigió la restitución de su rango del Ejército Libertador, maniobra apoyada por el presidente José Antonio Páez y su amigo Rafael Urdaneta, que para entonces era el titular del Ministerio de Defensa.

No hubo reclamo alguno sobre su cuestionada participación en la contienda independentista, pues la nueva nación necesitaba de héroes y epopeyas como icono.

En 1839 Gregor MacGregor se convertía en ciudadano de Venezuela y reintegrado su rango de general, le otorgaba el derecho a una satisfactoria pensión.

Falleció el 4 de diciembre de 1845. Su funeral, celebrado con todos los honores en la Catedral de Caracas, fue propio de un héroe y un hombre de Estado. Escoltando su ataúd desfilaron el presidente Carlos Soublette, su cuerpo ministerial y el alto mando del Ejército. Hoy, el país imaginario de Poyais continúa siendo un extenso predio de selva indómita.

Fuente: El hombre que engañó a cientos de escoceses para colonizar un rincón desolado de Honduras. Maria Konnikova. BBC Future. Febrero de 2016.

El fabuloso reino de Poyais: venga a morir a la Costa de los Mosquitos. E. J. Rodríguez. Revista Jotdown. Octubre de 2018

Gregor MacGregor, el timador que se inventó un país. Joaquín Armada La Vanguardia 12/06/2019