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Abril 29, 2025


La esperanza que no defrauda

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En la bula de convocación del Jubileo 2025 el papa Francisco recuerda que en el corazón de toda persona anida la esperanza como deseo y expectativa del bien, reconociendo que hoy la imprevisibilidad del futuro hace surgir en muchas personas de buena voluntad sentimientos de temor, desaliento y duda. Es verdad que no hay poca gente desanimada y preocupada, que ve con escepticismo el porvenir. Creíamos saber por dónde teníamos que ir y a duras penas íbamos caminando, pero ahora nos encontramos inmersos en tiempos de egoísmo estructural que han truncado la confianza y amenazan con aniquilar a quien no se apunte a la ley del más fuerte.

No solo es difícil hacer el bien, sino incluso conocerlo, pues el marco de nuestra civilización sufre los zarpazos del «nuevo nihilismo», como ha llamado Bergoglio al fenómeno multifacético que «universaliza todo anulando y desmereciendo particularidades o afirmándolas con tal violencia que logran su destrucción». Las diversas versiones nihilistas actuales comparten un fondo populista de posverdad y polarización, pero en otros aspectos se enfrentan frontalmente. Por ejemplo, unas versiones presentan una sociedad sin diferencias de sexo y vacían el fundamento antropológico de la familia, mientras otras defienden enérgicamente la familia y la vida humana del no nacido, agitando el desprecio a los débiles y repudiando la justicia social.

El hecho surrealista de que el principal instigador del asalto al Capitolio de Washington en 2021, cuatro años después haya vuelto triunfante al poder gracias a los votos de sus conciudadanos, expresa que algo realmente grave está pasando y que una amalgama de crisis está en pleno apogeo. Para no perder pie, conviene recordar que en general las crisis contienen a la vez amenazas y oportunidades. La palabra crisis está relacionada con el verbo griego ‘krino’, de cuyo pariente cercano ‘diakrino’ viene discernir. Así, crisis y discernimiento son muy cercanos y dan oportunidad de valorar lo esencial y construir(se) sobre ello. En cristiano, la crisis es tiempo (‘kairós’) para poner en Dios, que no defrauda, la esperanza, «ancla firme del alma», y peregrinar hacia la meta a que nos llama en Cristo Jesús.

En ese camino, el discernimiento es clave fundamental para tomar, en cualquier situación, la decisión conforme al Evangelio, con la asistencia del Espíritu Santo. Porque la moral cristiana no es un código normativo inmutable y sus traducciones concretas exigen una tarea continua de discernimiento, a la luz de la razón histórica y del horizonte de los valores del reino de Dios encarnados por Jesús. El juicio prudencial y autónomo del cristiano se ejerce en las concretas circunstancias donde descubre y realiza la voluntad de Dios, sin improvisaciones aleatorias ni abstracciones normativas. La clarividencia de Tomás de Aquino ya advirtió que «en lo que hay que hacer hay mucha incertidumbre, porque las acciones se refieren a cosas singulares y contingentes que por su misma variabilidad son inciertas, [y] en lo dudoso e incierto, la razón no emite juicio sin una investigación previa».

 

Artículo publicado en el diario ABC de España

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