OPINIÓN

La esperanza en Venezuela

por Fernando Luis Egaña Fernando Luis Egaña

Parece absurdo que en medio de una nueva oleada de emigración, cada vez más precaria, además de todos los horrores que agravan la crisis humanitaria o diría existencial del país; se siga proclamando la esperanza en Venezuela.

Absurdo también parece que mientras la hegemonía despótica y depredadora continúa haciendo lo que le da la gana, sin que haya un contrapeso en la oposición política, sino todo lo contrario en variados ámbitos; se siga proclamando la esperanza en Venezuela.

No menos absurdo parece que al tiempo que se refuerza el enchufe y la aceptación interesada, como medio para el aprovechamiento patrimonial y político del continuismo despótico; se siga proclamando la esperanza en Venezuela.

Absurdo tiene que parecer que en una nación sojuzgada, despreciados los derechos humanos de su pueblo, y controlada por feudos imbricados con el mundo de lo ilícito; se siga proclamando la esperanza en Venezuela.

Y lo que parece más absurdo es que, cayendo el conjunto del país por un despeñadero, que aumenta el sufrimiento social, familiar y personal de la abrumadora mayoría de los venezolanos; se siga proclamando la esperanza en Venezuela.

Pues yo sigo proclamando esa esperanza, contra viento y marea, y a pesar del pesimismo que suscita cualquier vistazo a la dramática realidad de nuestra patria.

Los aspectos afirmativos de la historia nacional, y en especial del período democrático de la República Civil, son un fundamento de esa esperanza.

El inmenso potencial de Venezuela, en recursos de diversa índole, y sobre todo en capital humano, aún estando en el exterior, es otro fundamento de la esperanza.

Los activos del pueblo venezolano en cuanto a la solidaridad, el carácter abierto y la capacidad de soportar las dificultades más dolorosas superan sus pasivos que, siendo muchos y complejos, no tienen por qué ser inmutables, y menos en un contexto distinto que promueva los valores del trabajo y la constancia. He aquí un fundamento de la esperanza.

La esperanza, siempre, tiene un fundamento espiritual, no solo para los creyentes sino para toda persona de buena fe. La esperanza nos anima a esperar bienes futuros. Pero hay que poner todos los medios legítimos para ello.

No creo que eso se esté haciendo. Y debe hacerse con la convicción de que la esperanza en el cambio efectivo, y la fuerza que se deriva, no es un absurdo sino una necesidad vital.