No hay elementos para cuestionar los resultados de las elecciones del pasado domingo en las que sorprendentemente todos los institutos demoscópicos se equivocaron con los resultados del PSOE y el PP, pero casi ninguno marró con Vox y Sumar u otras opciones menores. Cuando es más fácil acercarse –aproximadamente– a los resultados de los grandes antes que a los de los pequeños. Pero dejemos esas cuestiones para la revisión de las actas que es un derecho indiscutible de los partidos.

Lo que a mí me gustaría resaltar hoy es el cambio radical que ha dado España en estas elecciones. Formalmente y durante toda la legislatura pasada había una verdad indiscutible. El presidente del Gobierno había mentido a sus votantes. Estaba llevando adelante unas políticas con unos socios de los que había dicho que con ellos no haría nada. Y lo que ejecutaba era la antítesis de sus promesas. Creo poder reivindicar que el pasado viernes enumeré aquí «50 argumentos para una jornada de reflexión» entre los que estaba, por recordar alguno «el plagio de su tesis doctoral; el que «no dormiría tranquilo si pacto con Podemos»; el que repetiría veinte veces que no pactaría con Bildu; el CIS de Tezanos; la creación de la figura de los «fijos discontinuos» para ocultar el número real de parados; la verja de Melilla; la inexistencia del comité de expertos en la pandemia; el establecimiento de estados de alarma que restringieron los derechos de los españoles y que fueron condenados por el Tribunal Constitucional sin ninguna consecuencia para el culpable; la sumisión a ERC y supresión del delito de sedición y atenuación del de malversación; la mal llamada Ley de Memoria Democrática pactada con los herederos de ETA; la compra de votos por el PSOE durante la campaña electoral del pasado 28 de mayo; que haya habido miembros del Gobierno y de los grupos parlamentarios que lo apoyan que hayan defendido y practicado la violencia contra la Policía; la «Ley Trans» que permite que menores de edad puedan cambiar de sexo sin consultar con sus padres…». No se trata de reproducir el artículo. Se trata de ejemplificar cómo estas políticas indecentes que el gobierno llevó a la práctica sin haberlas comprometido con sus electores, ahora están plenamente avaladas por las urnas. Porque todos los que han votado a Sánchez y le han dado 122 escaños, 2 más de los que tenía, han avalado sin matices sus políticas. Y como bien decía George Orwell, que tantas horas dedicó a estudiar España: «Un pueblo que elige corruptos, impostores, ladrones y traidores no es víctima: es cómplice». Han apoyado el que España sea la única nación del mundo en la que el gobierno es sostenido por partidos que quieren romper el país que gobiernan. Y saben que pueden hacerlo porque si no Bildu, ERC, PNV y Junts no sostendrían el nuevo gobierno de Sánchez. Lo hacen porque saben que él está dispuesto a conceder lo que buscan, como lleva haciendo cuatro años.

Y la indecencia que hay detrás de todas las políticas, actitudes e iniciativas que se enumeran aquí –por mencionar sólo algunas– demuestra que España está muy enferma –a mi leal saber y entender– porque un país en el que sus gobernantes pueden proceder así sin que los gobernados les exijan cuentas, y lo que es más, apoyen sus desmanes, es una sociedad gravemente trastornada. Yo no soy médico ni sociólogo. Pero aprecio síntomas/indicios de enfermedad terminal. Y en esos casos, sólo nos queda rezar.

Redactado y concluido en la festividad de Santiago Apóstol, patrón de las Españas.

Artículo publicado en el diario El Debate de España


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