Soy la espada en la oscuridad. Soy el vigilante del muro. Soy el fuego que arde contra el frío, la luz que trae el amanecer. El cuerno que despierta a los durmientes, el escudo que defiende los reinos de los hombres. Entrego mi vida y mi honor a la Guardia de la Noche, durante esta noche y todas las que estén por venir”. (Juramento de la Guardia de la Noche).

Una de las muchas mentiras, o vamos a llamarlas ideas equivocadas, por ser un poco magnánimo, que te transmite la vida cuando eres niño, adolescente, e incluso adulto en su primera etapa, es que cuando seas mayor, entendiendo la amplitud del término, serás libre. Desde el punto de vista del observador, cuando eres niño y observas a tus mayores, por lo general sientes una envidia sana, o insana, que es la auténtica y sin filtros, por su supuesta libertad a la hora de actuar. Desde tu posición muy inferior en la escala familiar y social, porque no tienes edad y, sobre todo, porque no tienes un chavo, ni posibilidad de tenerlo, la manera de actuar de tus mayores te parece algo magnífico, con libertad, dinero y tiempo para gastarlo. Desde tu ínfima posición en la pirámide de la escala, el adulto tiene la capacidad de actuar con total libertad y tomar sus propias decisiones. Algo, sin duda, envidiable. Si fuera cierto.

El problema, que no deja de ser parte de la solución, es que cuando por fin avanzas en el escalafón, a base de acumular años, ni más ni menos, te das cuenta que lo que de niño considerabas una falta de libertades, por estar sometido a las normas de tus padres, sin embargo constituía el período de tu vida en el que, realmente, disfrutaste de más libertad.

La mala noticia, amigos, es que ese tren ya pasó. Y como en la mayoría de cosas buenas que nos ofrece la vida, no nos dimos cuenta hasta que lo vimos alejarse por las vías, mientras la lluvia fina de la realidad nos pillaba sin paraguas, en el andén vacío, hasta calarnos los huesos.

Si miramos el asunto desde un punto de vista puramente empresarial, esto es lo normal. A medida que avanzas en el escalafón, si bien la recompensa económica es superior, por lo general, el nivel de compromiso y aceptación de responsabilidades que has de asumir, aumenta de la misma manera. Por lo tanto, no nos debía de extrañar que las supuestas ventajas vengan niveladas por inconvenientes. El problema viene dado porque, si bien tus ventajas aumentan en progresión aritmética, los inconvenientes lo hacen en progresión geométrica, de tal manera que una ínfima cantidad de ventajas suele traer una cantidad apabullante de desventajas y obligaciones sobrevenidas.

Miren ustedes, estrictamente, esto no se cumple en un cien por cien de los casos; es verdad que hay excepciones que con el ingreso en la edad adulta han sabido hacer de la necesidad virtud y son más libres ahora que cuando eran niños. Puede ser, no lo pongo en duda; es más, conozco algún que otro caso, pero no dejan de ser excepciones que confirman la regla.

Por lo general, excepciones aparte, una vez abandonas el techo paterno, con rumbo a la libertad, te das cuenta del enorme esfuerzo que tus padres han venido realizando a lo largo de toda tu vida y de que aquello que dabas por sentado que era su obligación, que ellos cumplían de manera automática a tus ojos, en realidad se ha compuesto, en gran medida, de desvelo y sacrificio. Esto tampoco se da en todos los casos, pero en los que no se da ya no pueden denominarse excepción, sino ingratitud.

En este punto, comienzas a darte cuenta de que el mantenimiento dentro de unos parámetros normales del funcionamiento de un hogar, tiene la complejidad de pilotar un Boeing 747. El problema viene, por si hay alguien en esta situación leyendo este texto, en que esto no ha hecho más que empezar, aunque ya empiezas a darte cuenta de que la ropa no se lava sola y, por supuesto, tampoco se tiende ni se plancha sola. Es más, una vez planchada, hay que llevarla al cajón, aunque tú siempre hubieras pensado que toda tu ropa, que dejabas desperdigada por la habitación, aparecía en el armario al día siguiente, lavada y planchada, de motu proprio, por un mágico proceso.

Esto también sucede con los alimentos, que no se cocinan solos; es más, en el caso de los alimentos el problema se agrava porque tampoco aparecen por teletransportación en la nevera, sino que hay que ir a comprarlos y, por supuesto, pagarlos. De este modo, el siguiente efecto secundario de tu emancipación será, muy probablemente, que tu cuenta bancaria se vaciará como si hubieran abierto el desagüe, y ya no solo aparecerán los cargos de los cubatas del fin de semana o de las cenitas con o sin compañía, sino que, como una bola de plomo atada a tu tobillo, te empezarán a pesar cargo como la comunidad de vecinos, la luz, el gas y un largo etcétera que te harán preguntarte, a poco inteligente que seas, como lo han hecho tus padres para mantenerte a ti, y a tus hermanos en el caso de tenerlos, hasta que has llegado a la edad adulta y productiva. Y te anticipo que no lo comprenderás.

Entonces vendrán las lamentaciones y te darás cuenta de que te has precipitado en emanciparte. Tarde, amigo mío. Las puertas de tus padres siguen abiertas para ti, pero en calidad de visitante, no de habitante, que bastante han esperado el momento de verte salir con las maletas para ponerse el vinilo de la quinta sinfonía de Tchaikovsky y sentarse en el sillón a leer un rato, con mantita y zapatillas, de esas de cuadros.

Luego, en los casos pertinentes, llega la paternidad. Entonces, y solo entonces, comprendes cuánto han podido sentir tus padres. Cuánto se han podido alegrar con tus logros, cuánto han podido sufrir con los fracasos y cuánto daño les ha podido hacer tu indiferencia o, en el peor de los casos, tu ingratitud y desagradecimiento. Eras afortunado, y no lo sabías.

Afortunadamente, la vida es circular, y te permitirá resarcirte de lo que no has hecho bien con tus padres, haciéndolo bien con tus hijos y, por supuesto, si aún tienes la oportunidad, queriendo a tus padres como se merecían y devolviéndoles, si es necesario, que lo será, todo el cariño y todo el sacrificio que llevan a sus espaldas.

Soy la espada en la oscuridad. Soy el vigilante del muro… durante esta noche y todas las que estén por venir”.

@elvillano1970


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