Hace pocas semanas escribimos en este mismo espacio un artículo, «Un 24 oscuro«, en el que dábamos una imagen muy pesimista del futuro inmediato. No por azar nos tocó leer luego en El País de España un par de artículos bastante similares, incluso uno de ellos más pesimista todavía. Y hoy abre la prensa mundial con unas palabras ante la Asamblea General del presidente de la ONU, António Guterres, ese brillante líder planetario, tituladas «El mundo ha entrado en una era de caos«. Seguro que va más allá que lo citado, aunque los tópicos indiciados sean similares.
Ante todo, “el reto definitorio de nuestro tiempo”, la guerra contra la naturaleza, el reto climático. Donde nos jugamos el todo por el todo.
O la proliferación de guerras (Sudán, Ucrania, Gaza, El Congo, Yemen, Birmania…) y de armas, en especial nucleares que ponen al borde del abismo la paz global de un mundo sin demasiados escrúpulos, que descubre «nuevas formas para matarse unos a otros y para que la humanidad se aniquile a sí misma».
También las necesidades que se multiplican y la creciente imposibilidad de satisfacerlas.
EL pórtico del caos, pues. Pero además de aterrador panorama, Guterres asoma algunas soluciones que podrían revertir, al menos parcialmente, la abismal situación del planeta de la Inteligencia Artificial y otras maravillas tecnológicas.
En síntesis: «¡Hay tanta rabia, odio y ruido en nuestro mundo actual”.
Pero el conserje del globo debe aportar soluciones aun en medio del caos. Al menos aliviarlo. La primera corresponde a la estructura misma de las Naciones Unidas, su Consejo de Seguridad, ese absurdo derecho a veto de cinco potencias, una de las cuales puede contrarrestar la voluntad de casi doscientos países que conforman el organismo mundial. Y que desde hace décadas ha demostrado su irracionalidad y arbitrariedad.
Hoy mismo no ha logrado una solución, a pesar de un aparente consenso, y después del voto positivo en Asamblea de casi tres cuartas partes de ésta, para detener el espantoso crimen masivo de Netanyahu en Gaza. Este año estatutariamente hay la posibilidad de modificar ese absurdo y antidemocrático criterio que tanto mal, tanta muerte, ha suscrito, al vetar soluciones racionales y posibles a grandes retos.
De otra parte, invita a hacer un balance de las riquezas universales que tan inhumanamente se reparten, siendo la tierra de todos. Centenares de millones de hambrientos. Miles de millones de pobres. La más increíble desigualdad de la repartición de la riqueza, el famoso 1% que controla casi la mitad de la riqueza total. El gasto militar que en un solo año bastaría para acabar con la pobreza planetaria, etc. Habría que repartir un tanto mejor los bienes terrenales, su terrible saldo actual hay que traducirlo en vidas, violencia y sufrimiento humano.
En fin, siempre hay una esperanza, al fin y al cabo el homo sapiens ha hecho a ratos unas cuantas cosas notorias y loables.