En la edición del 14 de diciembre pasado de El Nacional se incluye una muy extensa entrevista hecha por la periodista Karina Villarreal al Sr. Rafael Ramírez Carreño, quien fuera, simultáneamente, ministro de Energía y Petróleo y presidente de Pdvsa durante unos diez años, bajo la autocrática presidencia de Hugo Chávez Frías. Creo pertinente comentarla, pues considero al Sr. Ramírez Carreño uno de los cuatro funcionarios principalmente responsables de la gran tragedia económica, política y social de Venezuela durante este siglo XXI, junto con Hugo Chávez, Nicolás Maduro y Vladimir Padrino López.
La entrevista puede leerse en su totalidad en el link: https://bitlysdowssl-aws.com/economia/rafael-ramirez-ningun-gobierno-serio-habria-aceptado-los-terminos-para-que-chevron-opere-en-venezuela/
Lo primero que es de notar es que Ramírez Carreño trata de erigirse en un gran patriota venezolano, al criticar la licencia dada a Chevron por Estados Unidos, aceptada por el régimen de Nicolás Maduro, para producir petróleo en Venezuela. Esto es de una gran hipocresía puesto que este personaje, en nombre de un concepto equivocado de soberanía, generó la conversión de contratos de servicio dados a empresas extranjeras en la faja del Orinoco en empresas mixtas, en las cuales los socios extranjeros tenían la propiedad de hasta 40% de los activos y de la producción, por lo cual debía pagárseles dividendos que nunca se pagaron, generándose grandes deudas que hoy asfixian a la nación. La manera arbitraria como Ramírez y Chávez llevaron a cabo el cambio de política en la faja del Orinoco produjo demandas por parte de ExxonMobil y ConocoPhilips, causando pérdidas a la nación de más de 12.000 millones de dólares.
Al criticar lo que ahora sucede con Chevron, Ramírez habla de cómo las empresas mixtas deben estar bajo el control gerencial y financiero de Pdvsa, con base en la Ley de Hidrocarburos que ellos promulgaron. La realidad es que en esas empresas mixtas, el empeño de Pdvsa de tener el control financiero y gerencial sin hacer los aportes de capital que debía hacer y sin tener gerencia idónea para controlar la actividad es lo que llevó a la faja del Orinoco al desastre, ahora rematado por la ignorancia de los funcionarios designados por Maduro.
Dice Ramírez en la entrevista que “el petróleo por ser tan importante para la economía nacional es un asunto de interés público y nadie puede firmar contratos escondidos”. Sin embargo, durante su larga y ruinosa estadía en Pdvsa y el ministerio del sector se llevaron a cabo numerosas transacciones ilícitas en este sector sin que la nación lo supiese. Se dieron contratos a dedo a Wilmer Ruperti y otros contratistas, a los bolichicos por equipos de segunda mano, a Petrosaudí por dos gabarras inservibles, a Petromarine por la gabarra Aban Pearl, a empresas fantasmas de perforación en tierra, se contrataron seguros a través de su primo Diego Salazar Carreño; la empresa trató de contratar una venta fraudulenta de petróleo venezolano a la compañía Free Market Petroleum, de un político estadounidense; se contrataron préstamos ruinosos y fraudulentos con empresas de corruptos banqueros venezolanos, se le regalaron a Cuba unos 30.000 millones de dólares en petróleo subsidiado, se importaron 2.000 contenedores con alimentos podridos a través de PDVAL, se manejó sin transparencia el dinero del Fondo Chino, fue acusado por el Wall Street Journal de tratar de extorsionar a empresas españolas, saquearon el fondo de los trabajadores de la empresa, en fin, toda una serie de fraudes y crímenes gerenciales contra la empresa petrolera de la nación. El detalle sobre estos desmanes puede verse en el libro Quién destruyó a Pdvsa, editado por el suscrito y Sergio Sáez.
En realidad, toda la discusión sobre la licencia de Chevron es solo una excusa que utiliza Ramírez para “sonar presidenciable”, pues aspira a ser presidente de Venezuela, como si los venezolanos no supiesen quién ha sido este personaje. Mucho de lo que dice sobre la licencia de Chevron es inútil puesto que quien paga dividendos, regalía, etc., en Venezuela no puede ser Chevron como empresa, sino que debe ser la empresa mixta en la cual Pdvsa tiene la mayoría de las acciones.
Dice Ramírez que lo grave de la licencia es que podría estimular reclamos de otras empresas como Crystallex, “que sienten que el gobierno les debe”. Se equivoca Ramírez. No es que sienten que el gobierno les debe, es que les deben mucho dinero, ya que ganaron los juicios y arbitrajes en tribunales internacionales.
Ramírez culpa a Maduro por haber endeudado a Pdvsa, lo cual es un descaro de su parte, puesto que durante su presidencia se endeudó Pdvsa en miles de millones de dólares de Japón, de Chevron, de China, de Rusia. Lo más criminal es que Pdvsa fue endeudada para entregarles a Cuba y a sus aliados ideológicos dinero en efectivo y petróleo altamente subsidiado, así como para financiar la candidatura del agonizante Hugo Chávez (como lo admitió Jorge Giordani).
En la entrevista Ramírez critica la crisis de los combustibles puesto que el sistema de refinación, dice, solo opera a 10% de su capacidad. Pero no dice que fue durante su presencia en la empresa que estalló la refinería de Amuay por falta de mantenimiento, que se comenzó a importar gasolina en volúmenes crecientes, que se olvidó el mantenimiento de los mejoradores en la faja, lo cual ha llevado a la necesidad de importar diésel del otro extremo del mundo, Irán, para mezclarlo con el crudo pesado de la faja. ¡Qué desfachatez tiene este personaje!
Mientras Ramírez acusa a Maduro de entregar a los iraníes la refinería de El Palito, olvida que, durante su presidencia, en 2009, contrató a la podrida empresa Odebrecht y a una empresa china para modernizar la refinería de Puerto La Cruz, empresa cuyo presidente estaba en la cárcel por corrupto. En Puerto La Cruz nada se hizo.
Con Ramírez la empresa comenzó a producir yuca y pollos, a hacer adoboncitos, a contratar viviendas que se caían a los días de ser entregadas y a contratar tanqueros en varios países del mundo, ninguno de los cuales navega hoy. En el informe de Pdvsa para 2010 se habla de 2.500 hectáreas dedicadas a sembrar yuca y una producción de 922 toneladas de pollo, ver: https://www.elcato.org/venezuela-el-curioso-informe-anual-de-pdvsa-para-2010. Ese año Pdvsa invirtió 9.000 millones de dólares en sus operaciones petroleras mientras que la competidora ExxonMobil invertía 30.000 millones de dólares. Ello nos da una idea del grado de desinversión de la empresa manejada por Ramírez. Claro, el dinero iba a Chávez. Se estaba ordeñando a Pdvsa y ello llevó a su colapso algunos años después.
Cuando se le pregunta a Ramírez qué haría si tuviese de nuevo en sus manos la industria petrolera, dice que “tomaría el control de la producción… porque el petróleo es un problema político, no técnico”. Añade que basaría el aumento de la producción “en la faja del Orinoco”. No ha aprendido nada si piensa que el petróleo no es un problema técnico, no es un problema de gerencia, no es un problema de capitales de gran volumen, sino puramente político. ¡Qué ignorancia! No ha aprendido nada si piensa que el incremento de nuestra producción debe basarse en la faja del Orinoco, petróleo altamente contaminante que tiene la desventaja de requerir grandes inversiones para su comercialización.
Ramírez nos advierte en contra de El Aissami, con lo cual concuerdo y nos recuerda que ese personaje está sancionado y buscado, pero olvida mencionar que él también está siendo investigado y que ya varios de los miembros de su entorno están presos o buscados activamente por la justicia internacional por lavadores de las grandes sumas de dinero sustraídas de sus fechorías en Pdvsa.
La entrevista sirve a Ramírez de vehículo para adelantar su posible candidatura presidencial. Se necesita mucha desvergüenza para pretender ser presidente de un país que ha contribuido a arruinar. Ramírez destruyó a Pdvsa, la convirtió en una quincalla, generó políticas ruinosas, sus decisiones llevaron a demandas que obligan a la nación a pagar miles de millones de dólares. Ramírez es candidato para ser enjuiciado, no para ser presidente. Busca el poder para vengarse de Maduro, como si la suerte de la nación venezolana dependiese de una riña entre dos reptiles del mismo pantano.